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Es uno de los hijos más preciados de la UNAM, dijo el rector José Narro Robles

Fervor popular en el homenaje al poeta Rubén Bonifaz Nuño

Amas de casa, trabajadores y estudiantes colmaron la Sala Nezahualcóyotl para vivir la poesía del autor de La muerte del ángel

Marco Antonio Campos resaltó que el humanista cantó en sus libros a los desheredados de la tierra, a Simón Bolívar y al sueño del México antiguo

 
Periódico La Jornada
Viernes 5 de abril de 2013, p. 6

Entre canciones populares y poemas alusivos al amor, la memoria, la mujer y la muerte transcurrió el homenaje que la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) rindió anoche al poeta Rubén Bonifaz Nuño, uno de sus hijos más preciados, como lo definió el rector José Narro Robles.

Fue una ceremonia llana y emotiva, de poco más de una hora, en la que las palabras del poeta y humanista veracruzano, fallecido el pasado 31 de enero, a los 89 años, conmovieron a la variopinta audiencia que desbordó la Sala de Conciertos Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario.

Lo mismo jóvenes estudiantes que personas mayores, amas de casa, trabajadores universitarios y funcionarios de varias dependencias públicas –entre ellos el presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA), Rafael Tovar y de Teresa– se vieron inmersos en esas marejadas emocionales que distingue la obra bonifaciana, la cual lo mismo incita a la añoranza, la nostalgia, el amor inasible o carnal que a la reflexión o suscita el humor pícaro e inteligente.

Correspondió a los poetas Juan Gelman, Eduardo Lizalde y Vicente Quirarte dar lectura a uno o dos poemas de Bonifaz Nuño, en dos diferentes turnos cada uno. Así, pudieron apreciarse obras retomadas de los libros La muerte del ángel, Los demonios y los días y El manto y la corona, entre otros.

Antes, el grupo La Mar, integrado por estudiantes de la Escuela Nacional de Música de la UNAM, interpretó de forma festiva el son veracruzano La bruja. Lo mismo haría en un receso de la citada lectura, con los llegadores acordes y letra de Caminos de Guanajuato, de José Alfredo Jiménez.

Fue un homenaje netamente universitario, con preeminencia de la comunidad estudiantil, no sólo entre el público, sino que la lectura de los discursos oficiales estuvo a cargo de estudiantes y no de sus autores.

La joven Daniela Arroio Sandoval se encargó de dar voz a las palabras de José Narro Robles, rector de la máxima casa de estudios, quien en su texto definió a Rubén Bonifaz Nuño como uno de los más insignes universitarios de México y uno de los pilares de las humanidades incluso allende nuestras fronteras.

Gran poeta y filólogo, enamorado de la belleza y del espíritu, supo que nuestra cultura requería, para trascender, del cultivo de nuestras raíces. Por ello dedicó parte de su vida a promover las humanidades, a las que reconocía como fundamentales para la cultura nacional, porque cohesionan a la sociedad y dan fuerza al espíritu colectivo. Rubén, el humanista, enseñó el valor del diálogo y la tolerancia, y cultivó el respeto a la pluralidad, subrayó el funcionario universitario.

Fue, asimismo, un dique ante aquellos que consideran que la vida moderna depende de la racionalidad de los mercados y el éxito del culto a la acumulación de bienes materiales. Él reivindicó y promovió el valor de lo humano, de aquello que enriquece y enaltece a las personas, de lo que engrandece al ser humano aunque no tenga trascendencia comercial.

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Vicente Quirarte, Eduardo Lizalde y Juan Gelman, anoche, durante el homenaje que se rindió a Rubén Bonifaz Nuño (en imagen de fondo), en la Sala NezahualcóyotlFoto Cristina Rodríguez

Antes, Tania Saavedra Ortega dio cuenta de las palabras de René Avilés Fabila, quien aseguró que la obra poética de Rubén Bonifaz es épica de lo cotidiano, al dejar constancia de sus penas y de las nuestras.

Pocas veces en la literatura en castellano alguien ha tomado por nosotros la voz y ha dicho con belleza extrema lo que queríamos decir, sentenció el escritor, cuyo discurso fue precedido por el de Rafael Tovar y de Teresa y el del director del Fondo de Cultura Económica, José Carreño Carlón.

Por su parte, el también poeta Marco Antonio Campos, en voz también de Daniela Arroio, recordó cómo el homenajeado tuvo serias dudas en optar por la poesía siendo muy joven. Situación que cambió en los años 40 del siglo pasado, cuando ganó los entonces prestigiosos juegos florales de Aguascalientes y de que Agustín Yáñez elogió su quehacer.

Desde entonces, la poesía fue para Bonifaz Nuño viento y luz, ola y espíritu, y le dio tal vez la única libertad en una vida donde no cesaron de perseguirlo las obligaciones. Ya en el amor o en el desamor, el sol central de su poesía fue la mujer, la cual es sujeto y objetivo final de gran parte de los versos que escribió, subrayó.

Pero Bonifaz también cantó en diversos libros a los desheredados de la tierra, a la figura de Simón Bolívar, al sueño que representó la vida diaria del México antiguo, a sus desdichas personales, a la muerte, a la que no se cansó una y otra vez de provocar. En fin, la poesía fue para él una vía, quizás la principal, del conocimiento del mundo.

Cuánta verdad hubo en la observación de Marco Antonio Campos cuando se refirió al influjo que la poesía de Bonifaz Nuño ha tenido entre los jóvenes, que encuentran en ella su biografía amorosa de adolescencia, y cómo son muchos los que han aprendido de memoria Amiga a la que amo, no envejezcas.

Si quedaba alguna duda de ello, ésta quedo despejada cuando Eduardo Lizalde dio lectura precisamente a los conmovedores versos de aquel poema, epístola y pendón de todo joven enamorado.

El silencio en la sala fue sepulcral y respetuoso en ese momento, como cuando se contiene la respiración para no delatarse con un suspiro.

Finalmente, la emoción se impuso al terminar la acompasada lectura de Eduardo Lizalde con su voz ígnea y profunda: la concurrencia se volcó en estridentes y emocionados aplausos.

Fue esa la tónica con la que terminó anoche el homenaje a Rubén Bonifaz Nuño en su alma mater, su orgullo y su pasión. Dos espontáneas Goyas entre la audiencia marcaron el corolario de la velada.