Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 31 de marzo de 2013 Num: 943

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

H.G. Oesterheld: imaginación versus poder
Hugo José Suárez

En el café
Juan Manuel Roca

Lluvia
Efraín Bartolomé

La escritura, antídoto contra la muerte
Adriana Cortés Koloffon entrevista con Vicente Quirarte

Presupuesto cultural: primer año, primer recorte
Víctor Ugalde

Sociedad de la comunicación y sociedad política
Sergio Gómez Montero

De Ratzinger a Bergoglio: luces y sombras
Juan Ramón Iborra

Dos poemas
Stavros Vavoúris

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Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar


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Luis Tovar
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Eufrosina et al.

A lo largo de casi cuatro décadas, la de Ana Cruz Navarro ha sido una presencia en el ámbito cinematográfico mexicano que se define por tres cualidades poco dadas al amalgamamiento: constancia, talento y discreción. Guionista, productora y directora tanto de cine como de televisión, de lo primero da cuenta el hecho de que su filmografía está compuesta exclusivamente por documentales, desde el ya casi cuarentón Soy geógrafa (1975) hasta el más reciente, Las sufragistas (2011), que da feliz pretexto a estas líneas. De lo segundo –el talento– es prenda cada uno de los filmes por ella escritos, producidos y dirigidos, y quien los conoce puede confirmarlo: por su factura y por la amplitud de miras en la que se traducen sendas investigaciones a fondo, al menos deben ser mencionadas las semblanzas Mario Lavista: el mundo como música (1990), Renato Leduc, hombre de su tiempo (1997), así como Carmen Serdán Alatriste (2010). De lo tercero, finalmente, da fe la senda laboral de Cruz Navarro, que ha sabido desarrollar, sin protagonismos ni ansia de reflectores, una trayectoria profesional tachonada de cargos relevantes en diversos organismos del ramo, verbigracia la Cineteca Nacional y los canales televisivos Once y 22.

Además de ser, en términos cinematográficos, su trabajo más logrado, Las sufragistas combina los que claramente son dos de los intereses fundamentales de esta documentalista: en primera instancia, el análisis y la reflexión en torno a la condición femenina, tal como ésta ha sido y es vivida en México, y en segunda instancia la aportación de materiales de estudio –fílmicos, en este caso– que contribuyan a la indispensable construcción de la memoria colectiva, acerca de temáticas histórico-sociales cuya incomprensión o desconocimiento haría de la nuestra una sociedad condenada a una lentitud letal, e inclusive a regresiones, en términos de la construcción de una verdadera democracia –es decir, una que llegue mucho más allá del peldaño comicial–, así como en la instauración y la vigencia de derechos incanjeables y exigibles como son, entre otros, la equidad de género, la horizontalidad en la toma de decisiones, el respeto pleno y absoluto a los derechos de las minorías y su no discriminación, etcétera.

Es de estos temas, urgentes e ineludibles, de los que habla Las sufragistas, aprovechando para ello el magnífico hilo conductor que la experiencia documentalista de Cruz Navarro supo ver en la figura de Eufrosina Cruz Mendoza, valientísima y extraordinaria mujer indígena originaria de Santa María Quiegolani, en Oaxaca. Puntuado con la narración, en voz propia, de la inteligencia y el coraje de Eufrosina para enfrentarse a una realidad históricamente injusta con quienes, como ella, padecen el doble “delito” de ser mujer y ser indígena, el documental recorre paso a paso, con la necesaria amplitud y detalle, la historia del sufragio femenino en México.

A las antedichas cualidades, y para que lo fuesen a plenitud, era menester aunarles una pluralidad que diera cuenta al menos de los casos insoslayables de empoderamiento femenino político. Es por eso que el filme integra una serie de entrevistas con personalidades en otros sentidos tan cuestionables como la muy chaquetera –se impone aclarar el uso político-popular de este último término– Rosario Robles, ex jefa interina de gobierno de Ciudad de México; la muy priísta e hiperpragmática Beatriz Paredes, ex gobernadora del estado de Tlaxcala; la filotribal perredista Amalia García, ex gobernadora del estado de Zacatecas; pero también de féminas menos agridulces quizá en cuanto a lo que puede opinarse de su singladura como representantes y líderes sociales, como puede serlo la ex presidenta chilena Michelle Bachelet.

Lo cierto, en cualquier caso, es que en ese último sentido todas ellas quedan debajo, o si se quiere detrás, de la figura inmensa de la sólo en apariencia pequeña Eufrosina: lo comprobará quien, viendo Las sufragistas –actualmente exhibiéndose en la Cineteca Nacional, Cinemanía y La Casa del Cine– se dé a sí mismo el gusto de atestiguar cómo cohabitan, armoniosamente, la fortaleza, la conciencia, la determinación y la dulzura en un mismo espíritu.

De pilón

Exhíbese también Un mundo secreto (2012), ópera prima en largo de ficción de Gabriel Mariño, mirada cálida y atenta al duro trance adolescente –aquí, el de una mujer que aprende a encontrarse prácticamente sin ayuda–, del que no pocas producciones nacionales, y al parecer no por casualidad, han venido haciéndose eco en tiempos recientes. Muy en las antípodas de ejercicios como Nosotros Los Nobles, del que ya se dirá aquí lo que haya menester.