Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 10 de marzo de 2013 Num: 940

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Los empapelados de las granjas Peri & Sons
Agustín Escobar Ledesma

América Latina,
juventud y libertad

Marcos Daniel Aguilar

Poesía para romper
los límites

Ricardo Venegas entrevista
con Floriano Martins

Clientes frecuentes
Edith Villanueva Siles

El arte de seleccionar:
de los 10 mejores a la construcción del Yo

Fabrizio Andreella

Del suicidio al accidente: tropezar con
la propia mano

Marcos Winocur

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Bemol Sostenido
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América Latina, juventud y libertad

Marcos Daniel Aguilar

Vivo mi juventud en noviazgo impaciente
como el buen labrador esperando su trigo.

Carlos Pellicer, “América mía” (1922)

En 1932 el escritor colombiano Germán Arciniegas (1900-1999) publicó su primer libro titulado El estudiante de la mesa redonda. En él, este pensador de corte humanista aseguró que el pasado y el futuro de Hispanoamérica tuvo y tendrá como eje rector la búsqueda de la libertad, un valor que sólo será alcanzado gracias a sus juventudes, como lo dictara en su momento el uruguayo José Enrique Rodó a toda esta generación de latinoamericanos que le dieron forma no sólo a las letras, sino a diversos sistemas educativos y políticos durante el siglo XX.

¿Por qué Arciniegas hizo este llamado a la juventud? Parece ser que hace ochenta años Germán pudo moldear en un libro todas sus experiencias e ideales sobre la transformación de América. Deseos que le llegaron desde dos polos de atracción continental; dos revoluciones estudiantiles que se encontraron en un punto intermedio del espacio y el tiempo. Pues, por un lado, Germán conoció en su adolescencia las jornadas que los jóvenes mexicanos implantaron para destronar al caduco sistema porfirista previo y durante la Revolución mexicana; pero también el colombiano fue deslumbrado al saber sobre la organización estudiantil que efectuaron en Córdoba, Argentina, para alcanzar la autonomía universitaria en 1918.

Colombia se convirtió en receptáculo de estas utopías que fueron y siguen siendo elementos de análisis para entender el pulso político. Pero muchos años antes de la escritura de este libro –el cual habla sobre la tradición hispánica por alcanzar la liberación del espíritu y la búsqueda de la justicia– este pensador bogotano fundó su propio movimiento estudiantil. Y no lo hizo solo, recibió la ayuda de un joven mexicano de nombre Carlos Pellicer (1897-1977).


Manifestación del Movimiento Estudiantil Colombiano, 8 de junio de 1929.
Foto: somosnuestramemoria.blogspot

Colombia y México están unidos no sólo por la historia reciente, sumergida entre la violencia y el desprestigio de la política; también los une la larga tradición de intercambios culturales, como lo fue una misión mexicana a Colombia que comenzó en 1917, hace noventa y cinco años, emprendida por un veinteañero que, aún sin libros publicados, llegó a esta nación. Carlos Pellicer, elegido por la Federación de Estudiantes de México durante el gobierno de Venustiano Carranza, llegó para entablar lazos amistosos y de reconocimiento con las federaciones de algunos países sudamericanos.

Al llegar, Pellicer se dio cuenta que este país no tenía una federación de estudiantes, por lo que decidió conformar una. ¿Carlos Pellicer promotor de una asociación en Sudamérica? Así es, y lo hizo al lado de otro estudiante que a la distancia se convertiría en uno de los pensadores más importantes para la región: Germán Arciniegas. Durante sus primeras actividades en Bogotá, el tabasqueño fue invitado a dar conferencias en asociaciones civiles, como la Sociedad Voz de la Juventud, donde invitó a sus miembros a crear una federación que pudiera cambiar “el destino de América”, para contrarrestar a la llamada “afrenta septentrional”.

En este discurso de febrero de 1919 se refería a la política intervencionista de Estados Unidos, la cual no veía con buenos ojos que los gobiernos revolucionarios de México fomentaran amistades con naciones de la América hispana, pues los “yanquis, no tienen el derecho de sentirse los vigilantes”. Desde esos días la idea bolivariana y antiestadunidense de Carlos Pellicer se incrementó al compartir estas ideas con su compañero colombiano, quien también comenzaba a saber que la política yanqui estaba en contra de aquellos movimientos estudiantiles que exigían del continente un cambio en la manera de pensar y aplicar la política. Arciniegas recordaría después, en su Estudiante de la mesa redonda, que durante esta campaña universitaria deseaba erradicar las “intrigas, bajezas, y vulgaridades” que los políticos practicaban, para forjar una nueva generación constituida por los jóvenes en la que los valores de justicia e inteligencia fueran los rectores en las dinámicas sociales.


Germán Arciniegas

El bogotano decía: “Sólo la juventud tiene revelaciones. A veces parecen demagogos. Levantan, sobre cajas de pino, en los mercados, sus tribunas, buscando caminos para llegar al corazón del pueblo. Y quieren apoyarse en el pueblo para volcar un sistema que condenan con todas las fuerzas de su espíritu… En el fondo, el estudiante no es sino un político. Le interesa la vida del Estado, quiere hacer un Estado a imagen y semejanza de su pueblo.” Al igual que Pellicer, detestaba que mientras en el sur del continente se hablaba de aires de justicia, desde el norte los yanquis se esforzaban en vender carros y créditos que a la postre endeudarían a muchas personas en la región. Por ello, durante estos discursos, el estudiante Carlos invitaba una y otra vez a “crear la federación de estudiantes colombianos, crear, como dice el artículo segundo de la Federación Mexicana, una clase estudiantil compacta, fuerte y culta, y capaz de ejercer una acción eficaz en los destinos de la patria, para trabajar en pro de nuestra felicidad”.

¿Por qué América Latina sigue siendo el mismo centro de ansiedades e injusticias desde entonces? Tal vez porque se ha olvidado el esfuerzo de estos hombres que pugnaron algún día por la unión; un conflicto que estos dos futuros protagonistas de las letras deseaban resolver. Conforme corrían los meses, la dupla continuó trabajando para formar un congreso que permitiera el alzamiento de la federación. Durante un mensaje que Pellicer ofreció en la Sociedad Jorge Isaacs del Colegio Ramírez y Araujo dijo: “Debemos destruir la indolencia y la apatía en que vivimos; es urgente que nos organicemos reciamente, la acción de la juventud organizada será la que decida el futuro de nuestras nacionalidades”, y que por ello habría que observar detenidamente a ese pueblo que le ha quitado Panamá a Colombia, el “Pirata Magno muy siglo XX”.

El joven poeta había identificado que entre México y Colombia no sólo había un lazo de tradición literaria o estética, sino un dolor “provocado por el mismo ladrón”. Después de varias gestiones, hacia septiembre de 1919, el mexicano logró constituir una Asamblea de Estudiantes en Bogotá, en la que pudo presentar al fin sus credenciales. Su secretario perpetuo era Germán y, en el discurso inaugural, Carlos dejó por sentado que él había llegado a trabajar, a unir a la juventud colombiana y a presentar un proyecto, como el de Simón Bolívar, y organizar un congreso internacional, en este caso de estudiantes latinoamericanos que se llevaría a cabo en México en 1921 bajo los auspicios del entonces secretario de Educación Pública, José Vasconcelos. Para Pellicer esta misión era indispensable, ya que sabía que con una juventud organizada se llegaría al “triunfo y ella constituye la única esperanza mayor de la patria. Las juventudes organizadas de Nuestra América han empezado ya un nuevo camino de trascendental trazado”. Esta voluntad siempre estuvo ahí, ya que en su intento por pasar de la asamblea a la federación tuvo que vencer las adversidades que los egoísmos y las mezquindades políticas arrojan, pues estudiantes de jurisprudencia y de otras escuelas rechazaron la propuesta del mexicano.


Marcha de la Federación de Estudiantes Universitarios en Colombia, octubre de 2011.
Foto: Gisell Medina

Al principio, todos aceptaron la presidencia de un estudiante de medicina, pero después los delegados comenzaron a faltar. Carlos Pellicer escribió en sus informes y correspondencias que ningún rector o profesor quiso apoyarlos, pero que, con terquedad y vanidad propias del veinteañero, él y Germán pudieron conformar al fin la Federación de Estudiantes de Colombia en septiembre de 1919. Carlos Pellicer recordaría así estas jornadas al lado de Germán durante su informe de labores a las autoridades mexicanas: “Arciniegas ha puesto todas sus energías y talentos al servicio de la causa estudiantil en Colombia. Desde hace tres años está trabajando por la consecución de sus fines nobilísimos. El joven Arciniegas me acompañó incansablemente en mis luchas para crear la federación estudiantil, por ser él marcadamente liberal no había fructificado en esta ciudad pecaminosamente católica… Yo he proclamado en mi discurso de presentación de credenciales el triunfo de Germán Arciniegas. A su voluntad, mayor que su talento precioso, debe la juventud de Bogotá en gran parte la organización que yo tuve la honra de iniciar y de consolidar por los grandes méritos expresados y por su gran amor y admiración por México.”

Este movimiento de luchas políticas, de anhelos de libertades y comuniones universitarias sería recordado por Germán en el prólogo de su primer libro, donde escribe que en los tiempos en que era secretario de la asamblea de estudiantes se respiraba una “juventud torbellino, soplo de eterna ilusión”, momentos en que él y el mexicano se daban cuenta de que sus países iban perdiendo el rumbo hacia la democracia; mientras Estados Unidos convertía poco a poco a América Latina en una colonia económica e incluso moral. A pesar de esto, Germán Arciniegas y Pellicer querían convocar a sus colegas para no perder el sentido de la libertad, pues como dice El estudiante de la mesa redonda: “América no vende su alma: no la vende el pueblo, no la venden las juventudes, que son la América esencial.” Entonces, ¿cuál era la solución que estos dos estudiantes propusieron para el continente y para transformar la política de su generación? La respuesta la encontró Germán en las aulas de la universidad, aquel lugar “que ha de servir para que desde ella las juventudes juzguen lo que constituye el fundamento material y moral de la patria. La visión futura de la universidad es la de un gran laboratorio político, la de una empresa política con una idealidad nueva”.


Carlos Pellicer

Debido a su pensamiento crítico, Arciniegas sería exiliado en la década 1940 por los gobiernos autoritarios colombianos; por sus ideas liberales, también Pellicer sería encarcelado después de apoyar la campaña presidencial de José Vaconcelos. Además, el poeta de Villahermosa nunca dejaría de escribir poemas y ensayos a favor de la democracia y en contra de las dictaduras. Este fue el nacimiento de dos colegas en las letras y compañeros en la revolución. Después de este viaje sudamericano y de otro más que emprendería al lado de Vasconcelos en 1922, Carlos Pellicer escribiría uno de sus más célebres poemarios, Piedra de sacrificios, en cuyo prólogo escribió Vasconcelos que Pellicer –también Germán– “pertenecía a esa nueva familia internacional que tiene por patria el continente”. El poema central, el más álgido de Piedra de sacrificios es “América mía” y está dedicado a Germán Arciniegas. Mientras que El estudiante de la mesa redonda, de Arciniegas, tiene una especial dedicatoria a Carlos Pellicer.

Para ambos, América sólo podía alcanzar un estado de bienestar a través del trabajo revelador y rebelde de sus juventudes, de aquella juventud americana que se organiza y piensa, que conoce su pasado y exalta sus emociones. Como aquellos monjes medievales que salieron de sus cátedras de teología para predicar en las plazas públicas; como esos navegantes que se lanzaron a la mar y encontraron un nuevo continente; como esos preparatorianos mexicanos que ya no quisieron más al dictador, o esos argentinos que dieron su vida por conseguir sus derechos. Aquella juventud humanista es América, la que no se deja vencer por la cerrazón ni la violencia, la que crea nuevas formas de diálogo y de trabajo para humanizar la política. Porque América no es otra cosa que eso, juventud y libertad.