Opinión
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Balance de la Jornada

Cruz Azul, sin pies en la cancha ni cabeza en la directiva

Piojo, incorregible pero acertado

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Miguel Herrera (izquierda) y Guillermo Vázquez, en momentos contrastantes de sus carreras en equipos de los llamados grandes del futbol mexicanoFoto Jam Media
C

ruz Azul no tiene pies en la cancha ni cabeza en la directiva y, lo peor, ni orgullo en el pecho. Es un desastre que hundió en la depresión a su todavía numerosa afición, que el sábado, tras el llamado clásico joven, ansiaba tener a mano una bolsa de papel de estraza para cubrir sus ruborizados rostros a la salida del estadio Azteca.

Mientras el América parece haber puesto fin a sus penurias y dio en el clavo con la elección hace poco más de un año de Miguel Herrera como timonel y Ricardo Peláez en la directiva, La Máquina ha sido consistente en devaluar a cuanto estratega –experimentado o novel– aterriza en su inestable banquillo.

La directiva azul vive su propio infierno tratando de legitimarse al frente de la cooperativa y de un equipo que suma fracaso tras fracaso. Alberto Quintano debió renunciar a la salida de Javier Aquino y por el fiasco a la hora de contratar refuerzos. A estas alturas comienza a parecer patético, lastimero, el rostro del técnico Guillermo Vázquez, a quien en mala hora le salió lo novato.

A Cruz Azul le urge un estratega recio y severo, del corte de Ricardo Ferretti o Tomás Boy. También un directivo involucrado, experto y con presencia como Mario Trejo o Rafael Lebrija, pero sobre todo le faltan jugadores con hambre, lejos de esa plantilla plagada de futbolistas lerdos por tener el estómago satisfecho y los bolsillos repletos.

La vox populi –en cada desalojo del estadio Azul, a veces con desencanto, otras con ilusión– murmuraba que el equipo era básicamente Aquino y el Chaco Giménez; sin embargo, parece desmesurada la debacle post Aquino. Hoy los únicos que parecen devengar con honor sus salarios son Giménez y el portero Jesús Corona, cuya motivación principal es mantener la titularidad en el Tri rumbo al Mundial.

Es tarde para mandar a la escuela al Piojo Herrera. Su carácter extrovertido y dicharachero le ha generado conflictos, pero también es su principal arma. Sabe cómo dirigirse a sus pupilos, ha armado buenos grupos de oficio ofensivo y tiene algo de lo que adolecieron sus antecesores: encontró la fórmula para relacionarse con la prensa, de modo que la presión en el América es casi inexistente.

Resulta, pues, quisquilloso sobrevalorar sus traspiés declarativos. Herrera no va a cambiar su personalidad y con mucho esfuerzo podrá moderarse; en cambio, tiene a las Águilas volando alto después de años de fracasos con estrategas foráneos y nacionales. Con él, el equipo logra por fin sustanciosas entradas en el Coloso de Santa Úrsula y su público está ilusionado y feliz.

Los equipos que van en ascenso en la tabla general y que parecen enfilados hacia la clasificación son el Pachuca, que robó cámara con el soberbio gol de Ángel Reyna; Santos, de Pedro Caixinha, y el Puebla, de Manolo Lapuente. Tuzos, Guerreros y camoteros parecen haber encontrado estabilidad en el momento preciso, para cerrar bien el torneo regular.

Cuesta abajo y con luces de alarma está el San Luis, que es colero general de la tabla de posiciones con apenas dos puntos, y que en la nómina de cocientes empató con el Atlas, pero mientras los rojinegros marchan viento en popa con sueños de campeón, y el Querétaro da señales de vida, los potosinos podrían ser el inesperado nuevo equipo de la liga de ascenso.

Los Xolos de Tijuana tienen la mirilla fija en la Copa Libertadores. El Turco Mohamed sabe que el torneo casero da manga ancha y no será difícil quedar entre los ocho primeros lugares, así que un par de caídas no significarán mucha pérdida para el campeón. Donde no se permite parpadeos es en el torneo continental.

Tras los hechos de violencia ocurridos en el estadio de Neza, en el juego Neza-América de la Copa Mx, sonaron las mismas declaraciones huecas entre los dirigentes del balompié nacional. Ninguna novedad ni iniciativa seria y la fórmula es la de siempre: darle tiempo al tiempo. Ni siquiera se ha concluido la credencialización de las barras que cada directiva solapa y provee de boletos, tambores y hasta viajes.