Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 24 de febrero de 2013 Num: 938

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Mo Yan, el histórico
Ricardo Guzmán Wolffer

Escritura doble
Aurelio Pérez Llano entrevista
con Ilan Stavans

El tango en los cafés
Alejandro Michelena

La maldita partícula:
el bosón de Higgs

Norma Ávila Jiménez

Joaquín de Fiore,
historia y humanismo

Annunziata Rossi

Hermenéutica e historia
en Joaquín de Fiore

Mauricio Beuchot

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Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
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Naief Yehya
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Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
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Cinexcusas
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Directorio
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A través de un cristal de cafeína

Cuauhtémoc Arista


El mundo de la cafeína. La ciencia y la cultura en torno a la droga más popular del mundo,
Bennett Alan Weinberg y Bonnie K. Bealer,
Fondo de Cultura Económica,
México, 2012.

1819. Goethe había cambiado el centro de su interés de las humanidades a las ciencias y era desde hacía décadas la máxima celebridad europea. Ese año se reunió con Friedlieb Ferdinand Runge, discípulo de veinticinco años del gran químico Johann Wolfgang Döbereiner (1780-1849), a quien el poeta admiraba.

Runge iba a enseñarle al maestro cómo provocaba la dilatación de los ojos de su gato a voluntad, aplicándole un extracto de belladona. Las implicaciones científicas del juego eran mayores y Runge impresionó al poeta. Cuando se despedían, el anciano Goethe le dio una cajita con unos granos de café árabe y lo animó a analizar su contenido. El joven se olvidó hasta del gato para coger el regalo y después, en su laboratorio, se abocó a extraer la sustancia activa de esas semillas: la cafeína. Esta historia aún tiene resonancias de los gabinetes de los magos hasídicos, del taller de alquimista y aun de los laboratorios de charlatanes que constituyeron el humus del método científico. No es casualidad que, al modo de los alquimistas, Runge y muchos de sus contemporáneos persiguieran el aislamiento de esencias (sustancias activas) como la quinina, para potenciar la medicina y la industria.

1917. “Había un emigrado ruso poco conocido, de apellido Trotsky, que durante la primera guerra mundial tenía el hábito de jugar ajedrez en el Café Central de Viena todas las tardes. Era un refugiado típico que hablaba  demasiado, pero parecía inofensivo. Una figura patética, desde el punto de vista de los vieneses. Un día cierto funcionario del Ministerio de Asuntos Extranjeros austríaco llegó corriendo a la oficina de su jefe, jadeante y descompuesto, y dijo: ‘Su Excelencia, ¡estalló la revolución en Rusia!’ El ministro replicó tranquilamente: ‘Rusia no es tierra donde pueda estallar una revolución. Además, ¿a quién diablos se le ocurriría hacer una revolución en Rusia? ¿Acaso a Herr Trotsky, del Café Central?” Lo cuenta Manfred Hamm en su libro Las casas de café en Europa (Thames and Hudson, Londres, 1980).

El rey Gustavo III de Suecia (1746-1792) estaba convencido de que el café era un veneno y condenó a un asesino a beber el negro líquido todos los días hasta que muriera. Para hacer las cosas “científicamente”, hizo que otro delincuente bebiera té diariamente, y encargó a dos médicos supervisar el experimento. Los facultativos murieron y el rey fue asesinado antes de que algún prisionero sucumbiera. El bebedor de té falleció antes que el de café, a los ochenta y tres años de edad.

De anécdotas como éstas, de resúmenes científicos sobre el efecto de la cafeína y las extensas ramificaciones culturales a que ha dado lugar el consumo del café, el té y el chocolate, está compuesto este libro que rápidamente se abre camino como una de las mejores fuentes populares para incrementar la conciencia de los consumidores de esta droga. Por el orden caprichoso de los subtemas, esta enciclopedia de un solo volumen tiene que leerse lentamente y regarse con alguna de las bebidas protagonistas.


Análisis científico de una época

Raúl Olvera Mijares


La sociedad cortesana,
Norbert Elias,
FCE,
México, 2012.

Presentada originalmente como su tesis de habilitación en la Universidad de Fráncfort bajo la asesoría de Karl Mannheim, Die höfische Gesellschaft (1933) corrió con suerte singular pues, a los pocos días de haber sido presentada y habiéndose aprobado, llegaron los nazis al poder y clausuraron el Instituto de Sociología. Publicada por primera vez en 1969 en una versión ampliada, la tradujo en 1982 al castellano Guillermo Hirata y ve la luz en su segunda edición treinta años después. Partiendo de un punto de vista realista, Elias considera que las realidades u objetos propios de la ciencia sociológica no son abstracciones de cuño nominalista como la sociedad o el individuo, sino más bien una configuración de seres humanos que en cierto momento histórico y cierto espacio geográfico interactúan entre sí.

La forma característica que la corte habría de adoptar durante el siglo XVIII, teniendo a Versalles como sede, constituiría un modelo a imitar para el resto de Europa. Preparado el terreno por Mazarino y la reina, cuando Luis XIV era aún un niño, los cargos para la nobleza de espada, los príncipes de sangre, se vieron cada vez más restringidos. Parte del éxito de la nueva política se basaba en el papel preponderante del oro. La abundancia del metal precioso colocó a la antigua nobleza en una posición difícil, pues las rentas de sus tierras, de acuerdo a contratos inmemoriales, seguían produciendo los mismos dividendos, siendo que el costo de la vida había aumentado tres veces. El rey, mediante los tributos, era quien poseía la mayor concentración de capital, que repartía sabiamente entre sus súbditos a cambio de que le sirvieran de criados. Los príncipes de sangre eran fundamentalmente pensionistas que ejercían funciones varias, todas importantes para la administración de la casa real y la pompa de la corte, pero inocuas en cuanto a su poder estratégico. En una configuración como Versalles ni siquiera el soberano estaba exento de ciertas interdependencias con los cortesanos, parte de ellos noblesse d’épée pero otra parte noblesse de robe, es decir funcionarios de toga, burgueses encumbrados quienes eran los que ejercían la administración. Jugando un grupo contra el otro, el monarca absoluto mantenía en equilibrio el poder.

Elias compara a sátrapas de la calaña de Hitler con Luis XIV, en el sentido que también el alemán permitía una gran oposición en el seno de su en apariencia monolítico Estado, concediéndole a las SS relativa autonomía pero no ilimitadas facultades, enfrentando a las diversas fuerzas que buscaban hacerse con el poder. Las disfuncionalidades son las que explican la caída de los regímenes totalitarios. En el caso de Luis XIV (hay que guardarse de usar términos históricos que no corresponden a su época como tampoco los de feudalismo ni sociedad industrial), la caída de su casta sobrevino cuando hordas de desposeídos decidieron armar la Revolución y decapitar a Luis XVI.



Filosofía ¿para qué? Desafíos de la filosofía en el siglo XXI,
Gabriel Vargas Lozano,
UAM iztapalapa/editorial Itaca,
México, 2012.

Profesor e investigador en los correspondientes departamento y facultad de filosofía, tanto en la Universidad Autónoma Metropolitana como en la UNAM, el autor ha presidido la Asociación Filosófica de México y fue jefe de la sección de filosofía latinoamericana del XVI Congreso Interamericano de Filosofía en 2010. Desde 2009 es coordinador del Observatorio Filosófico de México. Asimismo, fundó, dirigió y a la fecha codirige la revista Dialéctica, editada por la BUAP. Entre otras publicaciones suyas se cuentan Intervenciones filosóficas. ¿Qué hacer con la filosofía en América Latina?, y Esbozo histórico de la filosofía en México. Siglo XXI y otros ensayos. Con estas y otras credenciales, que dan cuenta de su notable trayectoria, Vargas Lozano se ha declarado abierta y enfáticamente en contra de la actual tendencia a hacer de la educación una mera transmisión de una lista de instrucciones sólo útil para liquidar “la concepción armónica e integral del ser humano y su relación con la naturaleza”. Frente al empobrecimiento educativo estructural y sus recientes reformas –mejor dicho, deformaciones– oficiales, este libro aporta ideas y argumentos a favor, precisamente, de lo contrario.