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Un fotógrafo siempre tiene una carga ideológica, afirma en entrevista con La Jornada

Rodrigo Moya protagoniza muestra en la Galería Throckmorton de NY

Siempre mantuve mi autonomía y jamás trabajé para el Estado o alguna institución pública, dice

La muestra Ojos bien abiertos reúne 35 imágenes del fotorreportero en ese recinto neoyorquino

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El garrotero, de la serie El Trenecito, Tren viejo México-Cuautla, estado de Morelos, 1966, fotografía de Rodrigo Moya incluida en la exposición que se presenta en Nueva York
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Niña sombra, Santa María del Mar, Oaxaca, 1960, otra de las fotografías de Rodrigo Moya que se exhiben en la galería Galería Throckmorton. La exposición Ojos bien abiertos (Eyes wide open) fue inaugurada el 10 de enero y terminará el 2 de marzo
 
Periódico La Jornada
Martes 29 de enero de 2013, p. 4

La fotografía sin carga ideológica es prácticamente imposible, según Rodrigo Moya, cuya singular y oportuna mirada es protagonista de la muestra Ojos bien abiertos (Eyes wide open), que desde el 10 de enero y hasta el 2 de marzo se presenta en la Galería Throckmorton de Nueva York, uno de los espacios más importantes dentro del ámbito fotográfico en Estados Unidos y el resto del mundo.

Ideología es ahora una palabra demonizada, maldita. Pero todos la tenemos; la comenzamos a formar desde que estamos en casa y nos enseñan a rezar o maldecir, y la desarrollamos cuando vamos a la escuela y comenzamos a leer, también por lo que vemos en la televisión o leemos, explica el reconocido fotógrafo mexicano de origen colombiano, quien este 2013 cumplirá 79 años.

La ideología es una cosa intrínseca a la naturaleza humana aunque ahora la tendencia de los medios es desideologizar. Un fotógrafo siempre tiene una carga ideológica, pues la ideología no es más que la suma de nuestras ideas y cada quien la tiene formada por diversas fuentes.

En su caso, no tiene empacho en definirse una persona y un fotógrafo de izquierda, ni que su trabajo sea asociado con tal postura política, si bien precisa que su campo de acción no se limitó a documentar la álgida realidad política y social de México, Cuba y otros países latinoamericanos durante la segunda mitad del siglo XX.

Represión y guerrillas

Tengo el sello de ser un fotógrafo de izquierda, y lo soy, pero mi trabajo es muy amplio. Cubrí teatro, danza e hice mucha foto submarina. Sin embargo, lo que ha destacado más es mi trabajo político, de la represión, porque es quizá lo más espectacular, o el trabajo de las guerrillas en Guatemala y Venezuela; la invasión a República Dominicana, donde fui el único fotógrafo latinoamericano, agrega en entrevista.

Me influyeron mucho personas absolutamente ideologizadas, como Antonio Rodríguez, quien fue mi maestro, así como los grandes periodistas de la época (los años 50 y 60 del siglo XX). Eso va formando una ideología que, se quiera o no, se refleja en la mirada y la manera de fotografiar. Mi formación política, ideológica, intelectual, corrió pareja con mi formación como fotógrafo; no se despegan en ningún momento.

Periodismo gráfico

Integrada por una selección de 35 imágenes, la exposición en el prestigiado recinto neoyorquino refleja las inquietudes de Rodrigo Moya por el terreno documental, en términos específicos el periodismo gráfico, actividad que ejerció entre 1955 y 1968 en diferentes revistas mexicanas.

“Siempre hice mi trabajo dentro del lado independiente. Aunque fui asalariado en revis-tas como Impacto, Sucesos y eventualmente Siempre!, mantuve mi autonomía política, que es muy importante para la foto. Nunca fui fotógrafo de Estado, jamás trabajé para alguna institución pública.”

Al igual que ocurre con los 40 mil negativos que integran su archivo, en las imágenes de Ojos bien abiertos pueden apreciarse las de naturaleza documental, pero también retratos, entre ellos uno del Che Guevara fumando, gráficas de arquitectura y de vida cotidiana.

Son todas fotografías de profunda plasticidad, aunque el autor rechaza considerarlas artísticas: El ojo de un documentalista, por más cotidiano y periodístico que sea el trabajo, termina por afinarse con el tiempo. Comienza a preocuparse por la composición, por el equilibrio, por la distribución de los sujetos en el área del papel; es algo muy particular de la foto.

Abunda Rodrigo Moya: Yo cubría dos terrenos, uno era netamente lo que me ordenaba mi periódico, pero, también, dentro de eso uno va afinando una forma de mirar, de acomodar los elementos. A eso, debe ligarse una educación plástica, de pintura y la lectura. El fotógrafo requiere una cultura bastante integral para que sus imágenes vayan tomando densidad y trasciendan la cosa meramente informativa.

Cuenta el maestro que, a pesar de las prisas de su trabajo de fotorreportero, siempre procuró hacer más, y fue así que captó cientos o miles de imágenes que van más allá de lo documental.

Sin embargo, esa faceta permanecía en su mayoría inédita y comenzó a aflorar a partir de que, desde 2000, se ha abocado –al lado de su esposa, Susana Flaherty– a arreglar y digitalizar su archivo.

Es un material en el que sobresale esta dimensión cuidadosa, plástica, no me gusta decir artística, porque Nacho López y yo siempre hablábamos pestes de los fotógrafos artistas. El arte que puede contener la foto se da como consecuencia de una mirada que va más allá de la realidad, sin rehuir de ella, finaliza.

Ahora está de moda denostar la realidad, al fotógrafo realista. Yo fui un fotógrafo absolutamente realista, pero humanista y me preocupó siempre transmitir esa realidad, aunque con una mirada propia.

Para tener una idea de las dimensiones y la relevancia de la Galería Throckmorton, basta saber que su nómina incluye fotos desde alto valor, como piezas únicas de Edward Weston, Tina Modotti, Ansel Adams y otros otros grandes, hasta de los más notables fotógrafos de la actualidad.

Entre los mexicanos figuran solamente Manuel Álvarez Bravo, Graciela Iturbide y Flor Garduño, y muy rara vez el recinto ha montado una exposición con un solo autor de la magnitud que ahora dedica a Rodrigo Moya.