Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 20 de enero de 2013 Num: 933

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Avida dollars:
Salvador Dali

Vilma Fuentes

Contratas de sangre
Marco Antonio Campos

La hija de Chava Flores
Paula Mónaco Felipe entrevista
con María Eugenia Flores

Elegía de la novela zombificada
Ignacio Padilla

En dos salas de espera
Juan Manuel Roca

Volver al pasado: melodrama y restauración
Gustavo Ogarrio

Enrique Florescano, historiador, humanista
y maestro

Juan Ortiz Escamilla

El sentido caduco
de la actualidad

José María Espinasa

Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
Galería
José Angel Leyva
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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Alonso Arreola
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David Bowie, partícula elemental

Aquí estamos, otra vez hablando de David Bowie. La diferencia es que hoy hablaremos de él mientras hablamos de él, y no mientras hablamos de otro artista. Nos explicaremos mejor: no le hemos dedicado un texto entero desde hace años porque no ha sido necesario, porque sería redundante, porque continuamente usufructuamos su legado, porque hemos esperado a que llegue este momento: el de su “regreso” (nunca se ha ido). Digamos que su influencia es mucha y su presencia permanente, como la de esas partículas recién descubiertas que nos contienen. Columna siempre a la vista en la arquitectura del rock y la cultura pop, muchas de nuestras palabras han surgido de él o han ido hacia él de múltiples formas, a veces sin que tengamos que pronunciar su nombre.

Nacido en Inglaterra hace sesenta y seis años, lo suyo fue escalar y aprender, madurar y, llegado al punto, callar (todo artista que se respete pasará por episodios de silencio, creemos). Allí está la pausa que tomó desde 2004 tras un serio ataque cardiaco, y discográficamente desde 2003, cuando lanzó el contundente Reality. A partir de ese momento han sido pocas las veces que se ha subido a un escenario. Sin embargo, de pronto, el día de su cumpleaños (8 de enero pasado) anuncia un nuevo disco: The Next Day. Así es Bowie.

¿Visitación a la trilogía berlinesa: Low, Heroes y Lodger? ¿Melancolía? ¿Revisión de daños y logros? No podemos saberlo pues apenas ha sonado un sencillo en el aire: “Where Are We Now?” Una confesión de intimidad insondable en la que se nombran calles, plazas y centros comerciales de la ciudad alemana, pergeñada en formato de power ballad, pero con una armonía compleja rayana en el jazz. Tony Visconti, antiguo aliado y productor del nuevo trabajo, asegura que no es representativa del álbum y que debemos esperar para comprender su sentido total. Lo cierto es que si a esta pieza unimos el arte de portada (el mismo de Heroes, pero con el nombre tachado y su imagen central bloqueada por un cuadro blanco en donde se lee el nuevo título), parece que el interés actual de Bowie es el contraste, tomar fuerza del pasado, calificarse. (Y empezó ganando puntos.)

Pero volvamos al inicio. Decíamos que nunca hemos dejado de hablar del de los ojos de gato, incluso sin hablar de él. Esto es porque… no se puede analizar la psicodelia en el rock sin mencionarlo: ¿qué sería del año sesenta y nueve sin “Space Oddity” y el llamado del Capitán Tom?…; no se puede enlistar a los más notables frontman sin señalarlo: no es gratuito su sobrenombre de camaleón. Verbigracia: Ziggy Stardust...; no se puede pensar en quienes superan las fronteras artísticas de su oficio principal sin citarlo: son innumerables sus aproximaciones al arte plástico, la fotografía y el diseño, celebradas en sitios como el Museo de Arte y Diseño de Nueva York (le hicieron retrospectiva en 2011)...; no se puede discutir sobre las voces más expresivas del rock sin incluir la suya: recordemos “Heroes” sonando en el estadio Wembley durante el Live Aid de 1985. De tesitura grave y timbre tembloroso, su canto parece continuamente el resultado de una revelación, súplica o premonición...; no se puede hablar de glamur en el rock sin atender a su carrera: éxitos como “Fashion” revelan su atenta observancia sobre lo que sucede en la moda. Y claro, está casado con la súper modelo Iman...; no se puede soslayar su trayectoria en el cine: podemos verlo actuando en El gran truco, como Nikola Tesla lo mismo que como Poncio Pilatos en La última tentación de Cristo, por no detallar sus apariciones en Basquiat, Laberinto y numerosas series televisivas (incluyendo Bob Esponja)...; no se pueden recordar grandes duetos sin que nos venga su nombre a la cabeza: “Under Pressure” con Queen; “Without You I’m Nothing” con Placebo; “Dancing in the Street” con Mick Jagger y muchas más con gente como Iggy Pop, Tina Turner, Bing Crosby, Pat Metheny o Lenny Kravitz. Nosotros nos quedamos con la versión en vivo de “Confortably Numb” de 2006, cuando fue invitado por David Gilmour al Royal Albert Hall de Londres; y claro, con “Fame” al lado de John Lennon.

En conclusión:  que David Bowie nos dé nuevos pretextos para hablar de él es casi irrelevante. No se puede dejar de hablar de David Bowie. Pronunciar el nombre David Bowie se siente bien. David Bowie es clásico. David Bowie son dos palabras que le pertenecen a todos y a nadie. Son dos partículas elementales.