Editorial
Ver día anteriorJueves 3 de enero de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Suicidio entre jóvenes y devaluación humana
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a académica Emilia Lucio, de la Facultad de Sicología de la Universidad Nacional Autónoma de México, indicó ayer que el suicidio se ubica actualmente como la tercera causa de muerte entre los jóvenes, sólo por detrás de los accidentes automovilísticos y el cáncer. La docente recuperó cifras del Instituto Nacional de Siquiatría que indican que entre 1990 y 2000 el número de suicidios entre niños y adolescentes de entre cinco y 14 años se disparó 150 por ciento, y entre jóvenes de 15 a 24 años, 74 por ciento. Otras cifras, como las difundidas por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía en septiembre pasado, indican que en las dos décadas recientes se duplicó el número total de suicidios en el país, al pasar de 2.3 a 4.5 por cada 100 mil habitantes, y que 41 por ciento de las víctimas fueron jóvenes entre 15 y 29 años.

Tan significativo como que las principales causas detrás de la decisión de atentar contra la propia vida sean la desesperanza y la pérdida de expectativas de una vida digna –según lo expuesto por la académica de la UNAM– es el hecho de que el incremento en esta causa de muerte coincide con el periodo de encumbramiento y consolidación del paradigma neoliberal en México, pues ello hace pensar que, antes de las consideraciones clínicas –o además de ellas–, hay razones sociales y económicas que permiten explicar semejante circunstancia entre los jóvenes del país: la desintegración y la ruptura de los tejidos sociales; la falta de empleo y educación o, en el mejor de los casos, las deplorables condiciones que prevalecen en uno y otros ámbitos; la aflicción generalizada ante la ausencia de horizontes de movilidad social; el incumplimiento sistemático de garantías constitucionales básicas y su vulneración recurrente por las autoridades de todos los ámbitos

Adicionalmente, durante las tres décadas pasadas y como componente ineludible del modelo político-económico que impera, la convivencia social y la solidaridad han sido suplantadas por una lógica tecnocrática, individualista y eficientista, que preconiza la supervivencia del fuerte y la liquidación del débil, y que postula la eliminación de todo aquello que pueda obstaculizar la búsqueda y maximización de ganancias inmediatas, incluyendo los escrúpulos morales, el espíritu cívico y la dignidad humana.

No resulta extraño, ante este panorama, que la desesperanza, la angustia ante el futuro y la tristeza que afectan a gran número de muchachos y muchachas se traduzca, en un número cada vez más elevado, en la decisión de terminar con la propia vida. El motivo central está a la vista: la persistencia de un proyecto gobernante concebido para beneficio de los capitales y no de las personas, y que en su afán privatizador y desregulador ha devastado las bases materiales mínimas para el ejercicio de los derechos y para la búsqueda de calidad de vida de un sector mayoritario de la población, y ha llevado a la condición humana a una devaluación sin precedente.