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Elogian colores y conceptos de Joy Laville

Desde que empezó a trabajar en México su pintura se refinó cada vez más: Manuel Felguérez

 
Periódico La Jornada
Jueves 3 de enero de 2013, p. a36

El colorido y el concepto del espacio son elementos que amigos y colegas señalan en la obra de la pintora Joy Laville, galardonada con el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2012, en la categoría de Bellas Artes, reconocimiento que comparte con el músico Arón Bitrán y el arquitecto Fernando González Gortázar.

Nacida en la Isla de Wight, Inglaterra, el 8 de septiembre de 1923, Laville llegó a México en 1956, acompañada de su hijo Trevor, de cinco años, y se radicó en San Miguel de Allende, donde estudió pintura dos años en el Instituto Allende. Desde temprana edad mostró interés por el dibujo. En 1973 se casó en segundas nupcias con el escritor Jorge Ibargüengoitia y adquirió la nacionalidad mexicana.

Posteriormente la pareja decidió vivir en Europa. Pasaron tiempo en Inglaterra, Grecia y España, antes de establecerse en París, en 1980. El autor de Estas ruinas que ves falleció en un accidente de aviación el 27 de noviembre de 1983, en España. Laville se encontraba en su casa en París, donde se quedó dos años más antes de regresar a México y radicarse en el estado de Morelos. Actualmente, la también grabadora y escultora vive en Jiutepec.

El pintor y escultor Manuel Felguérez entró en contacto con Laville por medio de Ibargüengoitia, amigo suyo desde la infancia. De allí que fue testigo del desarrollo de su trabajo y la seriedad con que lo hace. Apenas unos días antes de la muerte de su amigo se habían encontrado en París, donde hicieron una cena como esas muy sensacionales. Toda la noche tomamos champaña y comimos ostras. Fue una noche de recuerdos y recuerdos. Luego, quedamos de vernos en Colombia, ya que por diferentes razones cada uno fuimos invitados. Al día siguiente de llegar a Colombia leí en el periódico de la muerte de Jorge en el avión estrellado. Meche se había quedado en París y de inmediato se fue a ver a Joy. Esas circunstancias trágicas acercan mucho a las personas.

Respecto de la pintura de Laville, el entrevistado señala que ha sido una persona muy fiel a sí misma. Desde que empezó a trabajar en México su pintura se refinó cada vez más. Siempre la ha distinguido mucho su color, que utiliza muy matizado, vamos a decir, un poco apastelado. Su color tiene blanco y luego son figuras muy solitarias en grandes paisajes, muy sobrias: una palmera, una señora, cualquier cosa que le da como un ambiente, no es surrealismo, sino algo metafísico. Tiene un segundo aire. Aparte de que uno ve que son muy bonitos por el color, están muy bien compuestos; es el ambiente que logra por medio de estas figuras solas ante el paisaje que hace que uno encuentre un segundo mensaje en su obra.

El pintor Roger von Gunten conoció a Laville desde sus días en San Miguel de Allende, inclusive, vivió en su casa como año y medio. Había una retroalimentación en lo pictórico. Aunque se habla de una influencia de Von Gunten en la obra de Laville, éste lo ve más bien como afinidad. En los cuadros de Joy, expresa, siempre hay un gran espacio, hay un horizonte, quizá el mar está lejos. Siempre hay personas que fungen como referentes para el tamaño del espacio. La figura calibra el espacio y lo hace habitable en sus cuadros. Hace contrastes impresionantes de color. Por lo general, no son colores muy intensos. Trajo a la memoria sus muchos pasteles de flores. Joy era una gran dibujante de flores y trabaja de manera magistral el pastel.

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La pintora Joy Laville, con la medalla de Bellas Artes, el pasado 16 de octubreFoto Guillermo Sologuren

Sobre la obra escultórica de Laville, Von Gunten recuerda que formó parte del proyecto Libertad en bronce, de Isaac Masri, quien quiso que 11 pintores hiciéramos esculturas. Actualmente la escultura de un ciclista de Laville se puede ver sobre el camellón de Paseo de la Reforma, a la altura del Museo Nacional de Antropología.

El artista surrealista Alan Glass se refiere a la obra de Laville como algo marginal y único, es poseedora de una maravillosa frescura. Es algo poético. Acota que con medios muy limitados logra encantar a las personas y su trabajo siempre es misterioso. Algunas de sus obras me producen la misma alegría que ciertos cuadros de Matisse. Al mismo tiempo, su pintura es muy personal, tiene su propio mundo. Sus cuadros comunican una gran tranquilidad hacia las personas. En el mundo moderno resulta un gran alivio ver una pintora como Joy Laville. Coincide con Von Gunten en que Laville es merecedora del Premio Nacional de Ciencias y Artes.

La pintora y escultora Marysole Wörner Baz dice admirarla por su sensibilidad y sencillez. También por su colorido tan amable, tan lleno de alegría del sol, pero de un sol real. Además, sus espacios y su forma de transmitir. Apunta que la pintura de Laville es de “cualquier época, porque es ella. Sus paisajes pueden ser de ahora, ayer y siempre.

Helen Bickham, también pintora, siempre sintió fascinación por el colorido de Laville, “su manera sutil de jugar con los azules que se convertían en grises, inclusiv, plateados. No sabía de dónde provenían –los colores en el trópico son más vivos y fuertes–, pero al llegar a Aberdeen, Escocia, eché una mirada al mar, la arena, el cielo y pensé que Joy todavía cargaba con algunos de los colores de esa parte del mundo. En aquel entonces aun no había visto la Isla de Wight, pero la visité hace año y medio. De nuevo había esa maravillosa transgresión nebulosa de un tono a otro”. Agrega que el colorido de Laville también incluye los tonos más tropicales, como el verde.

Para Bickham, la obra de Laville refleja la personalidad callada, pero al mismo tiempo abierta, de la autora, ya que muchas veces parece capturar un simple momento y cuando lo hace es al mismo tiempo tranquilo y evocativo.