Opinión
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El Despertar

Caminar por la Reforma

¿Q

ué paso con la reforma del Distrito Federal? Los intentos de completarla en 2002 y en 2010 se han estrellado contra la resistencia de un segmento del PRI que quiere mantener las tutelas que subsisten para controlar la vida de la capital en favor de la Federación. Hoy parece que están alineándose los astros para que la reforma pueda fluir y permitir que los capitalinos gocemos de plenos derechos como los habitantes del resto de la República y que la ciudad pueda adquirir la categoría política y jurídica que le corresponde.

Las reticencias del PRI para liberar la capital en tiempos de su hegemonía se debía a que el sistema priísta descansaba en tres piezas: una presidencia monárquica, un partido perpetuo y el control de la ciudad de México. La capital era no sólo la ciudad más poderosa del país, sino también aquella que tenia la ciudadanía más activa y consciente. Aunque los capitalinos despertamos con el terremoto de 1985, fue necesario todo un colapso económico para que el último presidente del antiguo PRI, Ernesto Zedillo, autorizara en 1996 una importante reforma electoral y el cambio de régimen en la capital que pudo nombrar a su primer gobernador (jefe de Gobierno) y también elegir a nuestros delegados y diputados.

Estas reformas, aplicadas por primera vez en 1997, iniciaron la alternancia. El PRI perdió la capital y la ganó Cuauhtémoc Cárdenas, el más terco de los opositores, pero también perdieron el control de la Cámara de Diputados. De ahí que la alternancia empezó en 1997 y no con el triunfo de Fox tres años después.

El Distrito Federal se ha quedado medio crudo y medio cocido: no es un Estado soberano, no depende ya de la Presidencia, pero no tiene su propia Constitución y existen todavía mecanismos que permiten a la Presidencia intervenir abusivamente contra la capital, como lo demostró Vicente Fox, que los utilizó para frenar la transición a la democracia.

Hoy, parece que las resistencias contra la reforma están agotadas. El nuevo jefe de Gobierno se ha comprometido a impulsar una Constitución del Distrito Federal que han venido reclamando los capitalinos desde 1828. El PAN, el PRI y Peña Nieto parecen haber abierto la puerta. Sin embargo hay que estar muy atentos: Atrás de la aparente generosidad priísta puede haber el designio de una nueva repartición de recursos entre el Distrito Federal y el estado de México que favorezca injustamente a este último, que seguro tendrá bastante apetito financiero después de los fantásticos despilfarros del gobierno de Peña.