La constitución, el estado
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Marubai, mujer tupi-kawahib. Foto: Claude Lévi-Strauss |
La oposición de las cámaras empresariales no se enfocaba en la militarización de la seguridad —con la cual están de acuerdo por completo—, sino en los artículos referidos al tema fiscal, a la participación estatal en proyectos extractivos, y a los derechos colectivos de los pueblos indígenas (temas probablemente propuestos por el grupo de centro-izquierda, y hoy eliminados de la propuesta o modificados de forma aberrante).
Las diferentes acciones del gobierno no dejaron lugar a dudas. Por un lado, los grupos campesinos e indígenas que se oponían a las reformas jamás fueron recibidos por el presidente, y en ocasiones se les reprimió duramente, como en la masacre de nueve miembros de los 48 cantones de Totonicapán a inicios de octubre. Por otro lado, los dirigentes empresariales fueron recibidos de forma solemne por el gobernante, se realizaron numerosas reuniones así como comunicados conciliadores, y sin más trámite se retiraron las reformas que estos grupos cuestionaban.
De ese modo, la propuesta original de 55 cambios a la Constitución se redujo a 35 para el mes de septiembre. La mayor parte de los cambios que se conservan se refieren a la seguridad (21 de 35 artículos), mientras aquellos referidos a la participación estatal en proyectos extractivos y al tema fiscal desaparecieron por completo, y el tema de derechos colectivos de los pueblos indígenas, ha adquirido un tono totalmente coherente con el sistema hegemónico.
A mediados de octubre un terremoto provocó daños en varios departamentos, especialmente San Marcos y Sololá. A mediados de noviembre, el gobierno anuncia que suspenderá temporalmente las reformas para enfocarse en la reconstrucción de los lugares dañados (en realidad, se trata de la reconstrucción de su maltrecha imagen pública, luego de la masacre de Totonicapán).
A fines de noviembre, las reformas constitucionales aparentan haber sido abandonadas por el gobierno, pero su espíritu reaccionario aún se percibe. Un ejemplo de ello es la silenciosa pero inminente aprobación de las reformas a la Ley de Minería, las cuales sólo facilitan las cosas a las empresas mineras, ignorando por completo temas como la consulta previa a las comunidades, o la protección del ambiente.
También se ha reactivado el debate en torno a la Ley de Desarrollo Rural Integral, una lucha que las organizaciones indígenas y campesinas vienen haciendo desde 2000. Desde hace doce años, cada presidente promete que dicha Ley será aprobada, mientras las cámaras empresariales se oponen, temerosas de una “reforma agraria” y denuncian las “posiciones retrógradas” de las organizaciones campesinas e indígenas, sin darse cuenta de lo retrógrada de su propia posición.
También se ha reactivado el debate en torno a la Ley de Desarrollo Rural Integral, una lucha que las organizaciones indígenas y campesinas vienen haciendo desde 2000. Desde hace doce años, cada presidente promete que dicha Ley será aprobada, mientras las cámaras empresariales se oponen, temerosas de una “reforma agraria” y denuncian las “posiciones retrógradas” de las organizaciones campesinas e indígenas, sin darse cuenta de lo retrógrada de su propia posición.
* Del equipo picta-Avancso: Pueblos Indígenas y Campesinos, Capitalismo, Territorios y Ambiente /Asociación para el Avance de las Ciencias Sociales en Guatemala.