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El polvo y el calor corporal de la afluencia masiva causan severos daños a los frescos

Preservarán la Capilla Sixtina con uso de tecnología y reducción de visitantes

Las pinturas, que cumplen 500 años, corren peligro, alerta Antonio Paolocci, director de los Museos Vaticanos

Empresa especializada instalará un nuevo sistema de climatización, informa

Foto
Vista parcial de la Capilla Sixtina, obra del renacentista Miguel Ángel Buonarroti
 
Periódico La Jornada
Miércoles 31 de octubre de 2012, p. 7

Roma, 30 de octubre. Las partículas de polvo, el calor corporal y el aliento de 20 mil visitantes que acuden diariamente a visitar la Capilla Sixtina han provocado severos daños en los frescos plasmados por el genio renacentista Miguel Ángel Buonarroti y, para conservar esta obra, se prevé recurrir a nueva tecnología y en el último de los casos limitar el acceso del público.

Las pinturas que cumplen este miércoles 500 años de antigüedad corren peligro, según afirmó Antonio Paolocci, director de los Museos Vaticanos.

Las partículas dañinas que trae consigo cada visitante amenazan el microclima de este lugar, con una herencia cultural única, explicó Paolucci al diario La Repubblica, y dijo que por el delicado estado de los frescos más famosos del mundo es necesaria la instalación de un nuevo filtro en la capilla o reducir el número de visitantes.

Cada año quienes visitan el Vaticano –alrededor de 5 millones de turistas– pasan por la Capilla Sixtina y aprovechan también para ver el lugar en el que son elegidos los papas y donde Miguel Ángel dejó una de sus obras maestras.

Alteración del microclima

La presencia de tantos visitantes podría provocar daños, por el polvo, la presión antrópica, la humedad de los cuerpos, el anhídrido carbónico, la temperaturas altas, los cambios climáticos, la transpiración, elementos que que alteran el microclima de la capilla y que a largo plazo pueden afectar los frescos, explicó Paolucci.

Para evitar tomar una medida tan drástica como la reducción del número de visitantes, los responsables del Vaticano encargaron a una firma especializada la proyección de un sistema de climatización que proteja las pinturas.

Este nuevo dispositivo, dijo, es capaz de garantizar la eliminación del polvo y otros agentes contaminantes, con un recambio rápido y eficaz del aire y el control de la temperatura y la humedad, el cual deberá ser instalado el próximo año.

El proyecto fue detallado por el director de los Museos Vaticanos, la víspera de la ceremonia oficial que presidirá el miércoles el papa Benedicto XVI para conmemorar los cinco siglos de su inauguración, ocurrida el 31 de octubre de 1512.

Si no se instala inmediatamente un nuevo sistema de climatización, nos toca limitar las visitas para preservar tan valioso patrimonio artístico, advirtió Paolucci.

En 1994, tras haber sido por varios años sometida a una profunda limpieza, el Vaticano presentó la restauración de la Capilla Sixtina, la cual permitió descubrir los colores brillantes que Miguel Ángel empleaba y eliminar las capas de humo y la cera de las velas que por siglos opacaron las famosas pinturas, entre ellas el magnífico Juicio Final.

Antes, los frescos fueron restaurados en los años 80 del siglo pasado y tras su limpieza, muchos consideraron que los colores actuales resultan demasiado estridentes.

Enorme desafío

En 2010, Paolucci ya había alertado sobre esta problemática y había explicado que el filtro que provee de aire puro y temperaturas constantes a la conocida capilla era insuficiente, debido a la sobrecarga del sistema.

Los restauradores, detalló, remueven cantidades inimaginables de polvo y residuos de la capilla durante la limpieza que se realizó en las noches de verano, luego de un periodo de cuatro años, lo cual hizo visibles las primeras señales de deterioro en los frescos.

“Si queremos preservar la Capilla Sixtina en condiciones aceptables para futuras generaciones, este es el desafío que tenemos que ganar”, advirtió hace dos años el funcionario.

La célebre capilla, que se encuentra dentro del palacio apostólico, en el Vaticano, decorada con frescos de Miguel Ángel, Rafael y Botticelli, es uno de los monumentos más visitados del mundo.

El artista pintó a lo largo de cuatro años (1508-1512) para el papa Julio II los frescos de la bóveda y, después, el monumental mural de El juicio final para la pared del altar.