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Por primera vez, el pianista visita México para ofrecer un concierto en el Cervantino

La música no es una expresión acrobática sino un acto artístico: Murray Perahia

Jóvenes ejecutantes buscan más asombrar que conmover, manifiesta a La Jornada

La paz es un asunto de justicia, no de las artes, asevera el prestigiado atrilista estadunidense

Enviado y reportera
Periódico La Jornada
Miércoles 17 de octubre de 2012, p. 6

La música no es una disciplina acrobática, es una expresión artística y como tal hay que entenderla y hacerla desde lo más profundo del corazón, sostiene el pianista Murray Perahia, reconocido en el mundo como uno de los más notables especialistas en los repertorios clásico y romántico.

En la actualidad, opina, prevalece a escala internacional un excelente nivel entre los jóvenes pianistas, pero también una tendencia por buscar asombrar más que conmover, al enfocarse casi de manera exclusiva en el aspecto técnico y dejar en segundo plano lo expresivo.

En la que es su primera visita a México, el intérprete estadunidense de origen sefardí (Nueva York, 1947) se presentará la noche de este miércoles en el Teatro Juárez de la capital guanajuatense, como parte del festejo de la edición 40 del Festival Internacional Cervantino (FIC).

Para la ocasión preparó una sesión integrada por algunos de los más representativos autores del repertorio pianístico: Franz Joseph Haydn, Ludwig van Bee-thoven, Robert Schumann y Franz Schubert, además de Frederic Chopin.

Mis programas siempre reflejan mis amores y entusiasmos del momento. Por eso mismo los decido tardíamente. Siento que sólo puedo tocar la música que amo, describe el ejecutante, quien acepta su gusto por los compositores románticos.

“Amo las emociones en la música. Para mí, la música se trata de eso: expresar la emoción. Los sentimientos románticos son tan apasionados y cercanos a mí, no sólo en la música, sino en la literatura también, con los poetas románticos, en inglés están Byron y Shelly, mientras en alemán Heine, entre otros.

Los sentimientos hacen aflorar algo que todos podemos sentir: la pérdida del hombre en una sociedad mecanizada.

Solista y director

Murray Perahia comenzó a tocar desde los cuatro años; en la actualidad es solista y director principal invitado de la Academy of St. Martin in the Fields, además de que está en proceso de editar para Henley las 32 sonatas de Beethoven, lo que le ha implicado estudiar las primeras ediciones, los manuscritos, los borradores y también decidir cómo será la digitalización.

Entre sus grabaciones se encuentra la integral del repertorio para piano de Mozart y es considerado especialista en el repertorio de Bach. En su trayectoria destacan sus colaboraciones con Pablo Casals, Benjamin Britten, Mieczyslaw Horszowski y Vladimir Horowitz.

Hombre sencillo y cortés, de hablar pausado, rara vez hace gesticulaciones con las manos, sus herramientas, las cuales, a partir de los años 90 del siglo pasado, a raíz de una infección en un dedo, le han dado varios problemas de tipo médico. Por esa causa, incluso ha debido parar su carrera en diversas ocasiones, la más larga fue de poco más de dos años.

Foto
Murray PerahiaFoto Felix Broede

Pero hoy están muy bien, los problemas quedaron atrás. Han sido circunstancias difíciles, pero nunca amargas; no soy una persona depresiva y, por supuesto, nunca pensé ni he pensado en retirarme, enfatiza el pianista a La Jornada durante la entrevista.

Siempre estuve estudiando, leyendo, nunca he dejado de estar en la música, para mí es esencial. En esos momentos que he debido parar, fue muy importante la figura de Bach, en cuya música encontré consuelo.

Precisar si su manera de relacionarse con el piano es más emocional o intelectual resulta tarea complicada para Murray Perahia, aunque espera que su quehacer tenga la capacidad de reunir ese par de atributos, pues asume que son indispensables.

Hay dos cosas en la música: una es la expresividad y la otra es la cohesión. Quizá en ocasiones parezca que priva más lo intelectual, pero no es así. Finalmente, el fin de la música es hacernos sentir, y por ello debe ser expresiva, indica.

Cuando toco, agrega, trato de contar una historia, porque para mí la música es una narrativa. En ese sentido, uno primero tiene que saber qué significan las notas, cuál es disidente, hacia dónde lleva, si hay un clímax, dónde está la dirección armónica. Todo eso suena muy técnico, pero constituye la música debajo de las notas.

El pianista –quien, según aclara, no es partidario del repertorio contemporáneo, pero tampoco su enemigo– se muestra como una persona práctica y considera que la función del arte sonoro es propiciar el gozo del alma, no resolver problemas sociales.

Hay quienes la utilizan como una manera de tranquilizarse o relajarse, pero eso de pensar que pueda ayudar a lograr la paz entre las personas, para mí, desafortunadamente, no es algo posible, subraya.

La paz es un asunto de justicia, no de las artes. Cada uno de nosotros debemos luchar por lograr la justicia. La música contribuye sólo a lo emocional, que no es poca cosa, y por eso es de tanta ayuda para el desarrollo de los niños.

Murray Perahia habla sobre el alto nivel que priva en el mundo entre los jóvenes pianistas, si bien acota que hoy existe una manera diferente de interpretar.

Antes, en la época de Vladimir Horowitz o Arthur Rubinstein, la forma de tocar de alguna manera era más romántica, aunque éste no es el término correcto, digamos que lo más apropiado es decir rimbombante.

Para concluir, el ejecutante recalca que, en contraste con una práctica prevaleciente, la música no es una expresión acrobática, sino un acto artístico. Eso es algo que eventualmente irán entendiendo los jóvenes; la perspectiva acrobática no puede mantenerse de manera indefinida. El estudio musical es algo que debe ingresar profundamente al corazón y ser comprendido.