Opinión
Ver día anteriorDomingo 14 de octubre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿La Fiesta en Paz?

Más ridículos de mexhincados

Pandilleros eficaces

Prosigue Enrique Ponce la reconquista taurina de México

¿C

uál es el común denominador entre el añejo embeleso de los promotores de la Plaza México por Enrique Ponce, que los Bibliófilos Taurinos declararon triunfador de la pasada temporada al experimentado Juli y no al joven mexicano Arturo Saldívar, que un comité extasiado del serial taurino de Zacatecas hiciera triunfador de éste al ventajista Ponce y no a la promesa mexicana Juan Pablo Sánchez; en haber convertido en paisano a Pedro Gutiérrez Moya El Niño de la Capea y seguir solicitando las empresas la escasa tauromaquia de su hijo El Capea, olvidando la bochornosa tarde que ambos protagonizaron en el desacreditado coso de Insurgentes cuando uno le confirmó al otro con impresentables ratas de Teófilo Gómez, o que en la próxima temporada grande y en la feria de Tlaxcala no aparezca el tlaxcalteca Sergio Flores, triunfador de Europa, y sí varios españoles, incluido Ponce?

Ese común denominador es el mexhincadismo, nefasta tradición de postración del mexicano hacia lo extranjero, tara sicológica heredada hace siglos y reforzada en el transcurso del tiempo por factores ideológicos, religiosos y culturales, extraña mezcla de asombro y defensa, pues a las culturas mesoamericanas les fallaron sus dioses y al virreinato le falló su idea de educación de la nueva raza, dividida entre criollos ignorantes que se sueñan europeos y mestizos agraviados que ignoran el engaño de que son objeto, parapetados ambos en acomplejada actitud hasta nuestros días, con las graves consecuencias por todos padecidas, en los toros y en el resto de la fracturada vida nacional. A los indígenas, el católico sistema atinó a convertirlos en extranjeros en su propia tierra, luego de reconocer que sí tienen alma.

Esta falta de confianza en nosotros mismos, de seguridad en lo que somos y podemos ser, de autovaloración de lo que hemos sido ante las adversidades y de los logros alcanzados con nuestra creatividad, nos venda los ojos y cegados nos convence de la necesidad de recurrir a figuras tutelares que nos ordenen qué hacer y en qué creer, qué modelos imitar o rechazar, qué descalificar y qué admirar. Enemigos de lo propio, preferimos postrarnos ante lo ajeno e instalados en la simulación como defensa, nos mentimos y permitimos que nos mientan, los de dentro y los de fuera.

Primero ataurinos priístas, luego pasmados villamelones metidos a presidentes, aficionados de clóset que prefirieron fiestas privadas con diestros españoles que figuran a poner un mínimo de orden en la fiesta brava del país que intentaron gobernar; y en medio, mitoteros públicos mal informados y deformados que aceptan sin chistar una mezquina oferta de espectáculo, los millonarios de Forbes –exhibicionistas sin grandeza ni rigor de resultados taurinos– y sus operadores improvisados como empresarios, ganaderos confundidos, jueces de plaza sin ningún respaldo de la autoridad o con orden de repartir orejas, más una crítica aduladora y unos medios desentendidos, integran la pandilla de los eficaces enterradores de la tradición taurina de México.

Contra lo que afirmó la prensa especializada –sobre todo en mentir–, en el sentido de que la presentación del incorregible Ponce en la feria zacatecana fue todo un éxito, la primera tarde ante novillones descastados de Bernaldo de Quirós y al día siguiente con los de Marrón, la afición no se volcó en los tendidos y sí le pitó fuerte al valenciano por sus abusos y por la distancia que pone entre él y el toro. Sin embargo, la mexhincada empresa de Zacatecas no resistió otorgarle el premio al triunfador de la feria por el magnífico desempeño durante su participación en el serial taurino. De no creerse.

Animados con tamañas muestras de sometimiento, Ponce y su equipo se superaron en Querétaro, donde el público volvió a ser víctima de enésimo fraude, ahora con una novillada mansa de La Estancia. Y continuaron con su numerito en Pachuca y continuarán en la Plaza México, donde es el consentido de la empresa y de la gente bonitonta ocasional que no sabe exigir, pero aplaude a los consagrados europeos, mientras se desentiende del ninguneo a los jóvenes valores de su país.

Sobre el abusivo valenciano, el inquisidor de las cosas taurinas de la Nueva España, José Carlos Arévalo, escribió hace ya siete años en su revista 6toros6: “…ahora termina resultando que Enrique Ponce, el triunfador de México, de Colombia, de Venezuela, de Ecuador, el torero que está tirando del carro (sic), el que está haciendo Fiesta (resic), sólo torea ‘becerros’. ¿Qué les parece a ustedes? A mí me parece que con taurinos así no necesitamos antitaurinos”. Pues no, mi buen, con atracadores de luces y sus subordinados basta.