Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 23 de septiembre de 2012 Num: 916

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Chavela Vargas en la Residencia de Estudiantes
Marco Antonio Campos

El retorno del mito
Ricardo Venegas entrevista
con Víctor Toledo

El spanglish y la RAE
Ilan Stavans

Momentos estelares
Ricardo Bada

El sótano del
Ara militaris

Agustín Escobar Ledesma

El universo Piazzolla
Esther Andradi

Alfred schmidt
Stefan Gandler

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Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
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La Jornada Virtual
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Enrique López Aguilar
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El spanglish y la RAE

Ilan Stavans

Luego de muchísimo tiempo de ignorar el spanglish (son incontables las ocasiones en que su líder máximo, Víctor García de la Concha, anunció públicamente que “no existe”), la Real Academia Española de la Lengua (RAE), desde su sede en Madrid, ha incluido la palabra spanglish en su diccionario. Como su principal defensor (no por nada me llaman The Cheech and Chong Professor of Spanglish at Amherst College), la inclusión debería llenarme de júbilo.

En efecto, estamos ante un momento histórico. La primera palabra americana que, de forma oficial, viajó de regreso a la Península Ibérica después del arribo de Colón en 1492 fue canoa, que Antonio de Nebrija insertó en la edición de 1496 de su Gramática de la lengua castellana. Canoa, pues, es testimonio que las colonias no son sumisas, que terminan reconfigurando las entrañas del imperio que las dominó. Aunque esta no es la primera vez que una palabra en spanglish entra en el diccionario de la RAE, sí es la más significativa: ahora que García de la Concha felizmente ha sido reubicado por el gobierno español (tiene a su mando la dirección del evangelizador Instituto Cervantes), la Academia se ha animado a reconocer lo que el resto de nosotros ya sabía: que el spanglish es una realidad, necia e incómoda para algunos, pero realidad al fin y al cabo.


Ilustración de David Navascués

Sin embargo, no es alegría lo que siento sino frustración. Desafortunadamente, la definición que la RAE decidió insertar en su diccionario es ridícula: “Modalidad del habla de algunos grupos hispanos de los Estados Unidos, en la que se mezclan, deformándolos, elementos léxicos y gramaticales del español y del inglés.” ¿Deformándolos? ¿En qué siglo vive la Academia? ¿El dieciocho, cuando se fundó; el veintiuno, en el que vivimos? A estas alturas del conocimiento lingüístico, describir el contacto dinámico entre dos lenguas como una deformación es rechazar la base misma del desarrollo verbal. Toda lengua viva está en constante movimiento. Ese movimiento implica la reinvención constante de estrategias. Únicamente las lenguas muertas pueden ser consideradas puras porque la pureza no existe en los códigos que se actualizan a diario para estar al día en términos tecnológicos, científicos, de publicidad y cultura.

¿No es el español americano una deformación del español peninsular? Sí, pero describirlo así es negar su autenticidad. A más de quinientos años de la conquista de América, la ecuación se ha invertido, al menos si usamos el ámbito demográfico como fuerza censora. Somos más de cuatrocientos millones de hispanoparlantes en este continente. Las posibilidades del español entre nosotros son múltiples. El número de habitantes de España no llega a los cincuenta millones. ¿Quién está al mando? La lengua es de quien la usa, no de quien la legisla.

Algo similar ocurre con el spanglish. En vez de ser una deformación, su textura es evidencia del surgimiento de una nueva manera de concebir al universo. Es cierto que esa concepción deviene del inglés y el español pero la mezcolanza, la yuxtaposición no es ni de uno ni de otro. Tampoco es una deformación sino, más bien, una posibilidad nueva. El mismo español, en la época de Gonzalo de Berceo, en el siglo XIII, era un menjunje que conllevó a la gestación de lo que hoy es la tercera lengua más importante del mundo (después del mandarín y el inglés). La palabra “deformación” sigue denunciando una actitud colonialista. Ya es hora de que España se libre de sus propios fantasmas. 

Sí, el spanglish, como realidad, merece ser registrada en el diccionario de la RAE. No, este vehículo de comunicación –útil, hermoso y duradero– no es un monstruo.