Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 9 de septiembre de 2012 Num: 914

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

James Thurber, humorista
Ricardo Guzmán Wolffer

La antisolemnidad
según Tin Tan

Jaimeduardo García entrevista
con Rafael Aviña

Rousseau y la ciudadanía
Gabriel Pérez Pérez

Razón e imaginación
en Rousseau

Enrique G. Gallegos

Rousseau o la soberanía
de la autoconciencia

Bernardo Bolaños

Rousseau, tres siglos
de pensamiento

El andar de Juan Jacobo
Leandro Arellano

Enjeduana, ¿la primera poeta del mundo?
Yendi Ramos

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Enrique López Aguilar
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La ruta de la amistad

No es que todo deba permanecer igual, estático, inamovible, pero la manera como en Ciudad de México se destruye, derrumba y deshace “para mejorar”, parece la persistencia de la tradición náhuatl de demoler cada cincuenta y dos años para reedificar y recubrir lo pasado con utensilios y estructuras recientes: un fuego nuevo que incendia lo de antes, aunque deje inciertas las “mejorías” por venir, pues rara es la ocasión en la que el Fénix resurge de sus cenizas.

No comentaré la desaparición de la taquería El Aloa, inigualable proveedora de placeres gastronómicos en la calle de Amores, ni la paulatina desaparición del aspecto que tuvo San Pedro de los Pinos, en las cercanías de avenida San Antonio, hoy una colonia derruida entre segundos pisos, circuitos interiores y la invasión de locales comerciales. Más bien pretendo evocar (pareciera que sólo queda el tono de la elegía para hacerlo) lo que fue uno de los más visibles proyectos de las Olimpiadas Culturales en el no tan lejano México de 1968: la Ruta de la Amistad.

Quienes se han opuesto a la construcción de la llamada “supervía” y de la “autopista urbana sur” han ofrecido razones y argumentos de peso acerca del impacto ambiental que supone la edificación de esas obras de infraestructura urbana, así es que quisiera meditar acerca de la desaparición paulatina, ante los ojos de todos, del corredor escultórico mencionado, considerado el más extenso del mundo.


La torre de los vientos

La Ruta de la Amistad fue diseñada por Mathias Goeritz. En la Ruta se ubicarían diecinueve obras construidas en concreto a lo largo de 17 kilómetros, desde San Jerónimo hasta Cuemanco, a los lados de los carriles centrales y laterales de Periférico Sur. El proyecto suponía la participación de artistas de los cinco continentes y los resultados fueron obras diversas de arte contemporáneo con alturas que iban desde los 7 hasta los 22 metros de altura, ubicadas cada mil quinientos metros. Una gran parte de la Ruta coincidía con la zona pedregosa resultante de la erupción del Xitle, en un –hoy– irreconocible entorno de árboles y maleza verdes –en verano– y de color amarillo –en invierno. La idea era que el arte contemporáneo sumara sus colores a los de ese entorno natural pero, con los años, éste sufrió muchas modificaciones y la Ruta padeció diversas agresiones: desde grafitis, deterioro por la falta de un proyecto de conservación y siembra indiscriminada de árboles alrededor de cada escultura, hasta la incorporación de alguna de ellas a espacios privados, como la que hoy “forma parte” del colegio Olinka…

El catálogo es el siguiente: 19 esculturas, 19 estaciones, 19 autores: estación 1, Señales (México), de Ángela Gurría; 2, El ancla (Suiza), de Willy Guttman; 3, Las tres Gracias (Checoslovaquia), de Miloslav Chlupác; 4, Esferas (Japón), de Kioshi Takahashi; 5, El sol bípedo (Hungría), de Pierre Székeli; 6, La torre de los vientos (Uruguay), de Gonzalo Fonseca; 7, Sin título (Italia), de Constantino Nivola; 8, Disco solar (Bélgica), de Jacques Moeschal; 9, Sin título (Estados Unidos), de Todd Williams; 10, Reloj solar (Polonia), de Grzegorz Kowalski; 11, Sin título (España), de Josep Maria Subirachs; 12, Sin título (Australia), de Clement Meadmore; 13, Muro articulado (Austria-EU), de Herbert Bayer; 14, Tertulia de gigantes (Países Bajos), de Joop j. Beljon; 15, Sin título (Israel), de Itzhak Danziger; 16, Sin título (Francia), de Olivier Seguin; 17, Sin título (Marruecos), de Moahamed Melehi; 18, Puerta al viento (México), de Helen Escobedo; 19, Sin título (México), de Jorge Dubon.

Hay tres esculturas que no se encuentran en la Ruta: 1, El Sol Rojo, de Alexander Calder (Estados Unidos), en el Estadio Azteca; 2, La Osa Mayor, de Mathias Goeritz (México), en el Palacio de los Deportes; 3, Hombre corriendo, de Germán Cueto (México), en Ciudad Universitaria.

No todos saben que Señales (ubicada en la glorieta de San Jerónimo en sentido de norte a sur) es obra de la mexicana Ángela Gurría y que cierra la Ruta, en el otro extremo de Puerta al viento, de Helen Escobedo, que la abre. Todos la hemos visto al pasar por ahí: es una escultura de 18 metros de altura, con dos “cuernos” en blanco y negro. Se ha vuelto emblema de la entrada a San Jerónimo, aunque –no obstante sus dimensiones– cada vez resulta más invisible bajo el peso de la “autopista urbana sur”.

¿Y el resto de las esculturas? Han desaparecido ante las columnas de la mencionada autopista, que ahora reemplaza la Ruta de la Amistad. ¿Dónde están? ¿Dónde quedarán? Misterio.