Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 26 de agosto de 2012 Num: 912

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Dos poetas

Actualidad poética centroamericana:
el legado de Darío

Xabier F. Coronado

Escribir todas las tardes
Marcela Salas Cassani entrevista con Rodolfo Naró

Antonioni: la dialéctica
de los sentimientos

Andrés Vela

Manuel Gamio y la antropología del siglo XXI
Eduardo Matos Moctezuma

Manuel Gamio: el amor
de un mexicano

Ángeles González Gamio

Permanencia de Paul Klee
Antoni Tàpies

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


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Aurora, ascendencia y colapso de Batman (I DE II)

Contrapunto

Algo extraño y trágico le sucedió al filme El caballero de la noche asciende, la última parte de la trilogía sobre Batman, de Christopher Nolan, en el camino a volverse mega espectáculo veraniego. En un giro tan atroz como absurdo, la narrativa fílmica se dio de frente contra la realidad en la ciudad de Aurora, Colorado (localizada a unos 30 km de Columbine, sórdidamente famosa por la matanza del 20 de abril de 1999). Un hombre disfrazado con uniforme paramilitar (máscara de gas, chaleco antibalas, casco y protectores de piernas, ingles, manos y garganta) entró a la sala de proyección 9 del Century Movie Theater, del centro comercial local donde tenía lugar el estreno de media noche de la esperada cinta de Nolan. El público pensó que era un efecto especial, un fanático disfrazado o un acto promocional, hasta que lanzó una granada de humo y comenzó a disparar contra los asistentes. La correspondencia entre la violencia fílmica y la auténtica carnicería es tan grotesca, que parece un guión poco inspirado, evidente, pontificador y didáctico. Sin embargo, hasta las tramas más previsibles y monolíticas a veces tienden a sorprender. Los sucesos trágicos de la balacera del 20 de julio de 2012, donde perdieron la vida doce personas y cincuenta y ocho quedaron heridas, parecen sacados de la secuencia de un sueño dentro de otro sueño de la cinta Inception, sin duda la obra maestra de Nolan. El despertar de la pesadilla nos lleva a otra pesadilla, como si se tratara de un juego de matrioskas. Así, la narrativa enredada de The Dark Knight Rises adquiere un nivel más de complejidad al volverse parte y contrapunto de la aparentemente interminable historia de matanzas masivas conducidas por individuos armados legalmente en Estados Unidos, que no tienen demandas monetarias, políticas o sociales. James E. Holmes (no confundir con John C. Holmes, el actor porno mejor equipado de la historia) tiene veinticuatro años y hasta ahora es un misterio, como el Guasón (a quien supuestamente dijo emular), un asesino sin historia. Lo que han contado de él los medios es sólo especulación y un reflejo idealizado del genocida mediático: solitario, brillante (estudiante de neurociencias, experto en explosivos) y extravagante (llevaba el pelo pintado de naranja). Por el momento, el juez ha prohibido que se divulgue información sobre el caso, de tal manera que Holmes seguirá siendo por un rato un conveniente espacio en blanco, una fuerza maleable que puede servir para incorporar miedos dominantes del Zeitgeist. Pero los muertos y los heridos son simplemente reales.

Depresión

La obsesión armamentista de sectores del pueblo estadunidense no puede explicarse fácilmente. Por un lado, está la disponibilidad de las armas, por otro, la guerra sin fin (la obsesión armamentista del gobierno estadunidense), y podemos añadir muchos otros factores que van desde la mentalidad de conquista del viejo oeste hasta el empuje del National Rifle Association, pero un elemento particularmente relevante es la epidemia de consumo de antidepresivos. Un estudio del Servicio Secreto estadunidense realizado en 2002 determinó que el setenta y ocho por ciento de los responsables de tiroteos en escuelas desde 1974 han tenido pensamientos suicidas antes de cometer sus crímenes, y si bien es común imaginar al depresivo como alguien que solamente se hace daño a sí mismo, la realidad es otra, y los casos de violencia vinculados con el consumo de antidepresivos son numerosos, aun cuando muchas veces no reportados. En Estados Unidos los médicos escriben más de 120 millones de recetas anuales de drogas antidepresivas. Son niveles epidémicos de consumo y estas drogas están en camino de ser aún más populares, ya que están en proceso de volverse genéricas y por tanto de abaratarse. Los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina aumentan precisamente los niveles de serotonina, el neurotransmisor que se supone tiene un papel importante en la inhibición de la ira, la agresión, el humor y la sexualidad, entre otras cosas. Pero, al hacer esto, suprimen los niveles de dopamina, el neurotransmisor asociado con los compromisos sentimentales, el amor romántico, los impulsos sexuales y el orgasmo. Cuando un sector significativo de la población consume durante años estas poderosas drogas –concebidas originalmente para sacar a pacientes de crisis extremas– lo que se produce son sociedades de zombis, masas desensibilizadas que viven día a día combatiendo los “picos” emocionales y tratando de mantener exorcizado al espectro de la depresión.

(Continuará)