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Mi hijo murió intoxicado; yo lo cremé y guardo sus cenizas
Corresponsal
Periódico La Jornada
Sábado 25 de agosto de 2012, p. 27

Monterrey, NL, 24 de agosto. El 25 de agosto de 2011, a las 15 horas, Rubén René Morales Castillo inició su primer día de trabajo en el casino Royale; 40 minutos después un comando armado incendió la casa de apuestas. Ahí acabaron sus sueños de querer ganar más dinero para irse a estudiar la cultura del vino a España, pues el casino le ofrecía un poco más de sueldo que lo que ganaba como mesero en una sucursal de Papa Bill’s.

Originario de Querétaro, Morales Castillo había llegado dos años antes a Monterrey junto con su padre Alejandro. El muchacho, de 19 años al momento de la tragedia, estudiaba la preparatoria.

Como mi muchacho era alto y fuerte se ponía de banquito para que saliera la gente pasando sobre su espalda, dice Alejandro Morales, basado en lo que le relató una mujer que sobrevivió al incendio.

Yo encontré su cuerpo hasta las tres de la madrugada del día siguiente en el Hospital Universitario, todo lacerado de su cara y cuerpo, lo reconocí por el cinturón y la ropa, murió intoxicado por el humo, dijo el padre del joven fallecido.

Rapiña tras la matanza

Ya muerto lo robaron, se quedaron con su teléfono Blackberry, con su tarjeta de crédito, y cuatro días después de su muerte aparecieron cargos por 6 mil pesos que a la fecha le siguen haciendo a su tarjeta de Coppel.

“Ya mandé carta a la empresa pero insisten en cobrar, dice Alejandro, de 59 años, y quien a raíz de la muerte de su hijo enfermó de diabetes, ha sufrido tres infartos y por el estrés perdió varias piezas dentales.

Los abogados del casino nunca han reconocido a Rubén René como empleado del Royale, pues presuntamente se quemó toda la documentación y el contrato que firmó.

“Ante la falta de respuesta de la empresa, el DIF estatal me apoyó con los gastos del funeral, yo lo cremé y tengo las cenizas en Querétaro; “Alejandro no tiene trabajo ni pensión, sobrevive de los apoyos que le dan sus hermanos.

Arrecia el llanto y comenta: Rubén sostenía a su mamá, a su hermano menor Mauricio, que está en Querétaro, y a mí; lo que quiero es morir para estar con él.