Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 19 de agosto de 2012 Num: 911

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora bifronte
Jair Cortés

Paisajes del origen y
el vagabundeo de Yk

Lydia Stefanou

Máscara de falsa juventud
Rosa Nissán

La objetividad no existe
Alessandra Galimberti

Dos cuentos

El doble Chevalier d’Eon
Vilma Fuentes

Chavela Vargas,
la esencia y la existencia

Antonio Valle

La 20, cartografía
volumétrica
, de
Agnieszka Casas

Ingrid Suckaer

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Galería
Enrique Héctor González

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Verónica Murguía

Veo, veo y no lo creo

La semana pasada, en un letrero que cuelga de un arbusto marchito que languidece en medio de un camellón, leí este letrero: “Le arreglamos la nariz sin cirugía en cinco minutos; adelgace sin dietas ni ejercicio; aumento de glúteos y busto sin cirugía; feromonas naturales, resuelva sus problemas en el amor, amarres blancos, resultado garantizado.” Debajo, un teléfono.

Como todo el mundo sabe, la única forma de aumentar los glúteos en cinco minutos es, hasta ahora, inyectándoles plástico derretido. Incluso yo, que ignoro todo de la farándula, me he enterado de los problemas de salud de Alejandra Guzmán y de otras actrices que pagaron por arruinarse el trasero.

Adelgazar sin dietas ni ejercicio me sonó a comer tacos de maciza con solitaria o tomar anfetaminas. Lo de usar feromonas es una tontería. Lo de resolver problemas amorosos con un perfume o un hechizo, es, por lo menos, un planteamiento dudoso. Ojalá nadie llame.

A esas horas de la tarde ya había recibido mi dotación cotidiana de volantes, entre los cuales hay una gran cantidad de anuncios que ofrecen solucionar problemas emotivos o laborales por medio de filtros con vagos aires científicos, como las feromonas, o de hechizos, como los “amarres blancos”, término que, supongo, significa que no se matará a gallina, chivo o persona en la búsqueda de la felicidad. Superan, por mucho, a los que ofrecen bajar de peso o respingar la nariz.

Estos volantes también nos advierten acerca de los peligros de la envidia, del amigo que nos ha mandado hacer un “trabajo”, los celos de quien ama a la misma persona que nosotros, y las enfermedades, ya sean congénitas o adquiridas. Según lo que afirman las personas que mandan imprimir los volantes, quien sufre es porque quiere.

La salud, el bienestar físico, el amor y el trabajo son áreas de la vida sujetas a fuerzas sobrenaturales que actúan bajo las órdenes de Yesamín, la vidente; de Madame Layla; de Atenah, la astróloga de las estrellas y otras consejeras con nombres de origen árabe o cubano.

Vaya y pase. Pero como venía oyendo la radio me dio un ataque de fastidio al escuchar a una mujer que recomendaba “rituales de comienzo de mes”, lecturas de tarot, horóscopo y consultas de vidas pasadas (¡!) por teléfono. Encima, hablaba de Dios y del ángel de la guarda con un español en el que sobraban los diminutivos y faltaba el sentido común.

Del anuncio que colgaba del arbusto sólo la separaba la inyección. El batiburrillo restante es igualmente fraudulento. Lo malo es que, con las crisis, la violencia y el estrés, la cantidad de ofertas sobrenaturales con las que los pícaros tientan al afligido mexicano medio, aumenta cada día.

Recordé el caso, ocurrido en 1993, del programa Prime Time Live de la cadena televisiva ABC. ABC fue llevada a juicio ante la suprema corte de Estados Unidos por un grupo de astrólogos que tenían una hotline. Por cuatro dólares el minuto, uno podía llamar y hacer la consulta a un centro de telemarketing. La reportera Stacy Lescht trabajó allí y grabó las conversaciones de sus colegas, en las que se revelaba que dichos adivinos eran estafadores. Ellos se defendieron, pero ya estaban desacreditados y sin chamba.

En estos días, además, se publicó un libro de memorias de un exadivino en el que revela secretos de la profesión. El autor, Mark Edwards, llegó a ser famoso y revela muchos secretos del oficio. No le da pena explicar cómo le hacía para ganarse la confianza de un cliente; da listas de las ciudades donde los adivinos y psíquicos son más buscados; instruye al lector acerca de los mejores métodos para evitar problemas con la policía.

Tengo para mí que una de las razones por las que este libro es tan sincero, es la vergüenza de haberse aprovechado del dolor y la inseguridad de otros. Edwards, por lo menos, trataba de hacerse rico a costa de gentes a las que el dinero les sobra. En cambio, los psíquicos evidenciados por Stacy Lescht se aprovechaban de personas que no tenían dinero ni para pagar la lectura de cartas en un café. Gente pobre, desesperada, que llegaba a telefonear varias veces al día mientras, al otro lado de la línea, un tarugo se pitorreaba mirando el reloj.

A todos nos gustaría tener ayuda sobrenatural. O, siquiera, creer en el trasmundo. Pero creo que si tal cosa existiera, no estaría al servicio de un montón de farsantes.

Para mentiras, por favor: con los políticos tenemos.