Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 19 de agosto de 2012 Num: 911

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora bifronte
Jair Cortés

Paisajes del origen y
el vagabundeo de Yk

Lydia Stefanou

Máscara de falsa juventud
Rosa Nissán

La objetividad no existe
Alessandra Galimberti

Dos cuentos

El doble Chevalier d’Eon
Vilma Fuentes

Chavela Vargas,
la esencia y la existencia

Antonio Valle

La 20, cartografía
volumétrica
, de
Agnieszka Casas

Ingrid Suckaer

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Galería
Enrique Héctor González

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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Detrás del mugido el lector

Enrique Héctor González


Delante de un prado una vaca,
Fabio Morábito,
Ediciones Era,
México, 2011.

Delante de un prado una vaca es un conjunto de poemas que, se siente, hablan en voz baja. Gracias a tal reticencia de siglos, de la especie, los versos de Morábito susurran desde un tiempo muy atrás o muy adentro, como si fueran trazos en las cavernas más que frases, como si hablaran una lengua muerta antes de que hubiera habido vida articulada en la Tierra. Y no se distingue el ruido del sonido. El libro desparrama lenta furia porque es una poesía, antes que nutrida “del olvidado asombro de estar vivos”, como escribió Octavio Paz, aterrada del misterio respecto de todo lo que se mueve. No sería exagerado calificarla de telúrica.

El poeta talla cada palabra de madera y de manera que parezca fácil enceguecer la luz u oscurecer la nada. Labra las sílabas con lentitud, repite en diferentes contextos la misma voz para ver si en otra esquina del poema, desde algún rincón incómodo o enconado, suena de otra guisa. O tal vez lo hace para declararse como el poeta mexicano que usa menos palabras, que fatiga menos extensa y más intensamente la lengua.

Su discurso se permite, de cualquier modo, juguetear con el Vallejo de “Los heraldos negros” (“Hay aviones en la vida, yo no sé,/ aviones que al levantarse de la pista…/ ganan altura”), porque el humor es una lengua franca y “a nadie se le dio veneno en risa”, reza el sabio endecasílabo de Lope; así que, por mor de un hábito inveterado, Morábito aloja a cada tanto en su libro curiosas, triviales ocurrencias que le devuelven a la y a su poesía el aire natural que ha perdido entre tanta oscura solemnidad al uso.

Puede que el modo morábito de hacer poesía –si le puedo llamar así al favorable amasijo de voces que se envalentonan en el libro–, presidido por la idea de un ritmo empantanado en viejas métricas y nido de deleznables, si bien escasos accesos de cursilería (“Y como se hace un jardín/ de lo que alguna flor nos pide,/ de unas palabras a flor de labio/ hacer un libro.”) no sea el manjar que esperan de un poeta mayor los jóvenes versuadores vigentes; puede que su propensión narrativa deje pensando a más de uno en falta de rigor y facilismo; pero lo que hace entrañable a un libro como Delante de un prado una vaca es una incierta vocación implícita de devolverle a la lírica su gracia primigenia, la casi sagrada elementalidad de decirle a las cosas por su nombre que nos vuelve adictos a la verdadera poesía, ésa que llama llama a la llama en vez de incendiar con incesantes significados la página. Porque Morábito es un poeta que nos hace pensar, “por un instante al menos”, diría José Emilio –otro gran ventrílocuo de lectores–, que nosotros pudimos haber escrito alguno de sus textos. Y esa ingenua confusión es la fusión y la efusión que debe convocar la poesía para que siga siendo “la voz que nos reúne”


Poetas y traductores mexicanos

Raúl Olvera Mijares


Traslaciones. Poetas traductores 1939-1959,
Tedi López Mills,
FCE,
México, 2011.

Tedi López Mills (1959) fue la encargada, en su calidad de editora, poeta galardonada con el Premio Villaurrutia (2009), de cuidar y hacer la selección de los autores, incluidos en el volumen Traslaciones. Si la primera antología, El surco y la brasa (1974) abarcaba un período de cincuenta y ocho años desde Alfonso Reyes (1889) hasta Carlos Montemayor (1947), la segunda se propone un lapso bastante menor, veinte años, si bien excluyendo a narradores, autores de prosa, periodistas y dramaturgos, cerrando aún más el campo, restringiéndolo al exclusivo coto de los poetas. Si se trata de un enriquecimiento, o bien de lo contrario, toca al lector decidir. La antóloga, una vez realizada la selección de autores, se limitó a solicitarles que enviaran veinte cuartillas de lo más granado de su producción como traductores de otros poetas.

Ya el ingente tamaño del volumen vuelve imposible ofrecer los textos originales, a no ser que se hubiera reducido la cantidad de páginas por autor a diez, lo que en raros casos habría sido en detrimento de la calidad literaria y habría lamentado el lector, salvo con aquellos poetas cuyo trabajo como traductores es insuperable, como Elsa Cross (1946), José Vicente Anaya (1947), Marco Antonio Campos (1949), Efraín Bartolomé (1959), José Luis Rivas (1959), Fabio Morábito (1955), Verónica Volkow (1955) y Gerardo Beltrán (1958). A veces las repeticiones de un mismo poema, en varias versiones, resultan ilustrativas, como en el caso de Gérard de Nerval y “Artémis” que se ofrece en la versión de Homero Aridjis, Elsa Cross y Francisco Serrano, únicamente en menoscabo de la traducción efectuada por el primero y la competencia bastante justa entre Cross, de sentido rítmico más fino, y Serrano, que termina con una solución más eficiente y castiza. Resulta difícil nombrar a la totalidad de los poetas traductores antologados. Algunos, como Pacheco, Montemayor y David Huerta apenas necesitan comentario.

Verdaderas revelaciones y gratas sorpresas depara la lectura de este volumen. Volver a autores clásicos de Inglaterra como Shakespeare, Donne, Blake y Browning, o bien nuevas voces como Ian Duhig, Philip Larkin, Katherine Pierpoint. Trasladarse a Irlanda, con estas Traslaciones o más bien dicho translations, con Seamus Heaney, Paul Mauldoon, Eavan Boland, Eamon Grennan, Patrick Kavanagh, Thomas Kinsella, Matthew Sweeney, o bien Escocia, con Alastair Reid, Anne Crow, Carol Ann Duffy, Kenneth White y Robin Robertson. La nutrida tradición estadunidense queda bien representada con Emily Dickinson, Walt Whitman, T. S. Eliot, Ezra Pound, Hilda Doolittle, William Carlos Williams, Robert Frost, John Haines, John Montague, John Ashberry, Robert Bly, Allen Ginsberg, Howard Moss, Anne Sexton y, entre las voces recientes, Matthew Brogan, Robert Hass y Delmore Schwartz. Un poeta sudafricano, Breyten Breytenbach y dos caribeños como Derek Walcott y Jean Binta Breeze.


Pasar por el espejo

Ricardo Guzmán


Destino: Rúa Aurora,
Alfredo Fressia,
El memorial de hombres que me amaron,
Alfredo Fressia,
Edit. Mafia Rosa,
México, 2012.

Con estos delgados libros de gran contenido, Fressia regresa editorialmente a México para mostrar algunas razones para tener a este uruguayo perdido en Brasil como una buena pluma de eso que llaman el cruce de fronteras, al menos literarias.

En el poemario El memorial… estamos envueltos en una serie de textos que, literalmente, buscan en el propio cuerpo, incluso para despojarse de todo lo superfluo, aunque ello incluya la piel, músculos y, llegado el momento, hasta los huesos, aunque sea para hacerlos bola en posición fetal. Algunos poemas hacen relación a esa mafia rosa, donde se habla sin dificultad sobre la intimidad con los iguales, y las dotes poéticas están por encima de las preferencias sexuales. Lo mismo daría que tales poemas estuvieran dedicados a mujeres: igual funcionarían, pues la mirada inasible está ahí. La homosexualidad como una suave carga que por ratos resulta una tortura disfrutable, o un pretexto para hacer de la literatura una evocación del Eros genérico: vivir encerrado en el cuerpo condenado por los tiempos de los hombres, mientras él se muere en un verano de perla salvaje que se pierde, derrumbado castillo. Entre los hombres que lo aman, cuando el amor no es vicioso, entrega otra faz del deseo, ésa que se hace en la literatura, para afirmar sin modestia, pero con objetividad, que él es el poeta, aunque sus hombres no se lo perdonen. En su afán poético, no desdeña a las doncellas: “cuando quise ser mejor quise ser mujer”, pues dice comprender que, en el memorial de los hombres que lo amaron, sólo habita el rostro insomne, originario del deseo que se consume antes de la belleza, antes de los hombres. En su final “Diario de caza”, retoma lo clásico y, luego de que el centauro le afila los dientes y las uñas, se hunde en el viaje del recuerdo, en el dulce cantar de los marineros. Un poemario contundente, donde las preferencias sólo decantan en la poesía más íntima y convincente.

La eficacia de la poesía de Fressia no se pierde frente a la prosa de ese peculiar diario Destino: Rúa Aurora. Escrito como una salteada bitácora de su estancia en Sáo Paulo, Brasil, las calles tienen significados, los sentimientos están ahí. Incluso el quehacer cotidiano, donde la nota roja forma parte de la charla habitual. Vivir un Brasil interiorizado, con la mirada del extranjero que nunca deja su país natal y, con ojos renovados de fijo, no permite que las calles se apaguen, incluso para hablar de la Santa Trinidad y sus posibilidades literarias. Como pasajes cotidianos, narra algunos encuentros con sus hombres, pero los incorpora a su propio paisaje y, más que destacarlos, integra el horizonte y hace comprensible pedazos del rompecabezas de vivir en el no ser, para lograr afirmarse en su extranjería. Un pequeño libro de prosa con resabios poéticos que muestra a un autor eficaz y fresco.



Culturas de la memoria. Teoría, historia y praxis simbólica,
Friedehelm Schmidt-Welle (coordinador),
Siglo XXI Editores,
México, 2012.

Con ensayos de Hans Markowitsch, Carlos Pereda, Walther Bernecker, Sandra López Varela, Bertram Nickolay, Néstor Braunstein, Ute Seydel, Ana Rosa Domenella, Rolf Renner, Javier Gómez-Montero y el propio coordinador y prologuista, Schmidt-Welle, este volumen aborda desde ángulos diversos y complementarios uno de los temas más acuciantes del momento presente: la memoria y su importancia en la redefinición histórica tanto del individuo como de las sociedades o entidades sociopolíticas mundiales. Los trabajos de los autores mencionados abarcan disciplinas como las neurociencias, la filosofía, la antropología social, la historia, la psicología, e inclusive la ingeniería y la crítica literaria.



4 para Lulú,
Víctor Manuel Mendiola,
Alfaguara,
México, 2012.

Autor de una larga lista de poemarios –entre ellos Papel Revolución y Vuelo 294–, de libros de ensayo –como Breves ensayos largos y Sin cera–, así como constante antologador poético –de lo cual dan cuenta, entre otras, las antologías Poesía en segundos y Tigre la sed, antología de poesía mexicana–, amén de su participación frecuente en numerosas publicaciones de perfil literario y cultural; editor él mismo, el capitalino Mendiola ganó con esta novela el Segundo Certamen Internacional de Literatura Letras del Bicentenario Sor Juana Inés de la Cruz en 2010.



Punto de fuga,
Elizabeth Flores,
Ficticia,
México, 2012.

Con éste, su primer libro, la también traductora del inglés y capitalina nacida apenas hace poco más de dos décadas, entra con pie firme en la galería de los nuevos narradores mexicanos, felizmente poseedores de voces capaces de poner el acento en la iconoclastia formal y la pluralidad temática, antes que en el formalismo y lo “políticamente correcto”. Las diecinueve piezas cuentísticas arracimadas en este Punto de fuga dan cuenta de lo anterior y evidencian a una autora que no pareciera ser debutante en estas lides sino, por el contrario, lucir tras de sí ya larga singladura.