Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 29 de julio de 2012 Num: 908

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Entre el indio muerto
y el indio vivo

Ana Paula Pintado

Noticias desde Gutenberg
José María Espinasa

Una poeta que no
platica con el diablo

Yendi Ramos entrevista con
Dolores Castro

De Ruanda a Palestina
y viceversa

Ana Valdés

Conciencia personal
y colectiva

Ingrid Suckaer

Ramón Pérez de Ayala: literatura, oficio y experimento
Xabier F. Coronado

El Quijote,
las armas y las letras

Leandro Arellano

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Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Científicos porfiristas

Raúl Olvera Mijares


Alba y ocaso del Porfiriato,
Luis González y González,
FCE,
México, 2011.

En Alba y ocaso del Porfiriato, Luis González y González emprende una veloz aunque justa valoración de ciertos aspectos de la época porfírica. El autor se centra en el gobierno de los decrépitos (momiza) que ejercieron, a la sombra de la silla presidencial, los llamados científicos (o cientísicos). Un grupo de prohombres, cuya formación supuestamente positivista los capacitaba como asesores del tirano, a quienes éste usó para desplazar a los militares y gentes de armas que habían sido sus compañeros de lucha. Los científicos gozaron de fama de rancio abolengo y exquisita formación, lo que fue cierto en casos más bien contados.

A la cabeza del Ministerio de Hacienda se perpetuó José Yves Limantour, que supo salir con superávit en una buena parte de su gestión. Bernardo Reyes, primero como gobernador de Nuevo León y luego terminó como ministro de la Guerra, Justo Sierra fungió como ministro de Educación. Francisco Bulnes, Ramón Corral, Diego Casasús, Guillermo de Landa y Escandón, Enrique Creel, Alfredo Chavero y Emilio Rabasa son algunos de los nombres más conspicuos. “Los más de los científicos merecían el membrete de ricachones. Según uno de ellos, como eran inteligentes y profesionales notables ‘medraban naturalmente en el ejercicio de sus profesiones’. Siguiendo esa versión, aun los que ‘hicieron negocios que les acarrearon utilidades cuantiosas’, eran una punta de ladrones. Ralph Roeder asegura que ‘sirvieron de enlace entre el gobierno y el capital de fuera’, como satélites del Ministerio de Hacienda. En suma, infiltrados en el mundo de las finanzas, dueños de la fuente de prosperidad más copiosa, salieron bien pronto de pobres, y algunos amasaron fortunas que su despilfarrada descendencia aún no consigue agotar.”

Los compromisos del régimen porfírico con el capital extranjero eran firmes y francos, claro que también esclavizantes, así que, cuando don Porfirio comenzó a coquetear con el Japón, sus socios estadounidenses le retiraron el apoyo y le armaron una revuelta. “Los jóvenes acusan a Díaz de extranjerismo desmesurado; le achacan la venta a 28 favoritos de unos 50 millones de tierras maravillosamente fértiles para que fueran traspasadas a las compañías extranjeras; la entrega, por un plato de lentejas, de la mitad de Baja California a Louis Huller; la cesión a Hearst, ‘casi por nada’, de tres millones de hectáreas en Chihuahua; el casi regalo de terrenos cupríferos al coronel Greene en Cananea; la escandalosa concesión de la región del hule a Rockefeller y Aldrich; la venta absurda de los bosques de México y Morelos a los gringos papeleros de San Rafael; la venta a compañías norteamericanas de negociaciones mineras en Pachuca, Real del Monte y Santa Gertrudis; la modificación del código minero para favorecer las propiedades hulleras de Huntington; el monopolio metalúrgico de los Guggenheim.” Estos jóvenes eran nada menos y nada más que los hermanos Flores Magón, Juan Sarabia y Camilo Arriaga, entre otros.


La risa y su disección

Ricardo Guzmán Wolffer


Anatomía de la risa, Luis Beltrán Almería; La risa en los
cantares del pueblo ecuatoriano; Micromegas, Voltaire;
El humor y la risa en el discurso aforístico, Irma Murguía,

Zatarain y Gilda Rocha Romero,
Ediciones sin Nombre/Conacyt/Universidad de Sonora,
México, 2011.

El concepto de la colección Relámpago la risa, de la que aquí sólo se comentan cuatro títulos, es innovador y llena un hueco en la oferta editorial nacional. Pocos son los estudios sistemáticos que sobre el humor se pueden encontrar. Apenas habrá títulos de autores españoles (Poncela, Wenceslao Fernández y otros) y el reciente libro de Rafael Barajas o la clásica Fenomenología del relajo (trabajos especializados en el humor mexicano), pero con la citada colección, Ediciones Sin Nombre y coeditores se ponen en primera fila en este campo de análisis.

Los autores comparten puntos de vista sobre el humor (su peculiaridad como fuerza vital, su función individual y social, la aparición paralela del humor y lo sagrado, etcétera), pero como cada uno busca en campos distintos, se puede disfrutar cada texto por separado. Ni se diga de Voltaire y su Micromegas quien, a diferencia de los otros títulos, da nota del humor y su utilidad para la crítica social a través de la mofa; además, las aventuras de su peculiar personaje bien podrían acomodarse en los estantes de la ciencia ficción, pues se trata de un viajero intergaláctico de otro planeta que viene a la Tierra a divertirse, en ocasiones hasta conscientemente, a costa de los pequeños humanos (Megas mide varias decenas de metros de altura). Además, el bagaje cultural de Voltaire aparece en los diálogos y divagaciones del personaje, quien disimuladamente comenta sobre la filosofía de la época. Una obra poco conocida del autor de Cándido, pero no por ello menos eficaz.

El texto Anatomía de la risa puede ser el inicio para el recorrido conceptual sobre el humor. Beltrán se presenta como un cirujano de la historia para mostrar cómo desde el inicio las actividades humanas se dividieron entre el trabajo y el esparcimiento; lo que conllevó a lo serio y a lo festivo, sobre todo a nivel colectivo. Esto último se concentró en lo religioso y en lo político. Y como ambos casos no se caracterizan, en la actualidad, por la risa o el humor (a diferencia de festividades religiosas medievales, recuérdese la misa del burro, por dar un ejemplo), el sentido del humor y el esparcimiento comenzó a tomar caminos aislados a la cultura; hasta el siglo XVI, donde la literatura y el teatro recogen el ánimo popular. Empero, salvo algunos carnavales, donde deliberadamente se busca la risa de los participantes, la fiesta termina por apegarse más a los ritos que a esa alegría sonora. Entonces Beltrán plantea diversas figuras de la risa (la del niño, la del tonto, la del ahorcado –donde predomina lo grotesco–, la del loco, la del cínico, la del burgués, la del gigante y la del rebelde) y las desarrolla. El autor incluye la risa en los relatos orales, en contraposición a lo escrito: distingue ambas actividades y plantea la conexión entre tales manifestaciones y el teatro, especialmente en la figura de Aristófanes (donde también confluye lo oral y su recuperación escrita). Sobre el humor literario, distingue entre la comedia y la tragicomedia. El epílogo del libro es muy claro: todas las culturas aspiran a vivir en el mundo feliz, pero si no es posible ofrecer uno igualitario donde la libertad impere, o al menos la fraternidad, no es viable ofrecer un mundo de risa plena, ésa que da la vida.

La risa en los cantares del pueblo ecuatoriano es una pieza formada con partes de la Antología ecuatoriana: cantares del pueblo ecuatoriano (1780). Su importancia no sólo radica en establecer una afinidad conceptual con las creaciones mexicanas de distintos rumbos, sino en mostrar cómo se buscaba afirmar la identidad nacional a partir de las creaciones populares. A modo de otros países, Ecuador debió buscar un rumbo como nación después de la salida de la monarquía española. Como aquí sucedió, la respuesta a tal necesidad fue lo autóctono. Si bien en su momento los cantares fueron censurados por la conocidas razones de moral y “buenas costumbres”, los versos, las endechas y las rimas nos son cercanas. Hablan de temas universales: el amor, el matrimonio, la infidelidad, los viejos, los familiares políticos y otros temas conocidos. La selección presentada trasluce un humor suave y eficaz que nos recuerda la unión que el idioma nos impone con otras culturas del continente. El humor puede ser rastreable en prácticamente todos los versos antologados. Sobre el desdén de las mujeres: “Cariño de perro,/ toda la noche la paso/ Aunque la noche era fría,/ me debes tener,/ como garza en la laguna,/ esperándote pasé,/pues cuando te halago/ con el pescuezo extendido,/ y un cuscungo me decía:/ me quieres morder/ sin esperanza ninguna/ '¡qué gran zoquete es usté!'” Sobre el matrimonio: “En esto del casamiento/ Que el matrimonio es lazo,/ Cásate, cásate, hijita,/hay miles de renegados;/ cosa muy cierta:/ lo que es padecer:/mas como no hay escarmiento,/¡ay! las más de las veces/ marido, hijos y cuñados/ miles quieren ser casados/ qué duro aprieta/ el infierno te harán ver.”

Por último, el análisis del discurso aforístico da pie a un análisis conceptual sobre las máximas aforísticas, sobre esas sentencias lapidarias con paternidad expresa que, aunque suelen buscar la lección generalmente moral, Munguía logra hacer una serie de citas de varios autores para evidenciar cómo en tales oraciones son rastreables los valores culturales, las conductas desaprobadas socialmente, personajes célebres, la parodia, los juegos léxicos y sintácticos, entre otras formas y fondos de hacer muestra de ingenio.

Una colección que se ha vuelto un clásico instantáneo.


La dictadura imperfecta

Ricardo Venegas


El eje Wojtyla-Ratzinger ¿La dictadura del Papa?,
Carlos Fazio,
Católicas por el Derecho a Decidir,
México, 2012.

El eje Wojtyla-Ratzinger ¿La dictadura del Papa?, de Carlos Fazio (Montevideo, 1948), catedrático universitario en la UNAM y en la UACM, reconocido analista en asuntos político-estratégicos y religiosos y articulista de este diario, aborda en páginas altamente documentadas la doble moral de la Iglesia católica como institución todavía con tintes medievales: dogmática e impositiva, a manera de Estado totalitario.

A decir de Fazio, es claro el objetivo que el Papa Benedicto XVI cumplía con su visita a América Latina y particularmente a México: Ratzinger llegaba al país para apoyar la campaña panista de Calderón (amigo incondicional del gobernador de Morelos, a quien recientemente se le ha concedido protección especial –pagada por el pueblo– durante tres años tras dejar el cargo). Benedicto XVI, en su momento, fue la apuesta espiritual del gobierno panista para continuar en el poder.

Si Wojtyla fue un Papa carismático y el primero en superar a sus antecesores en número de vueltas al mundo (un “Papa peregrino”), un personaje que, además, era instruido en artes escénicas y gozaba de aquellos “baños de multitudes”, realizó más canonizaciones que otros Papas, escribió más encíclicas que nadie y con sus libros y discos se convirtió en auténtico bestseller (y a futuro, quizá, longseller), no podemos decir lo mismo de Joseph Ratzinger, de quien el diario británico Daily Mirror recibió su designación con una foto en portada coronada por un encabezado que rezaba: “De rottweiler de Dios a Benedicto XVI”.  

En un contexto en el que la Iglesia participa activa y abiertamente en la política, el libro de Fazio es una severa crítica al sistema patriarcal, machista y “gerontocrático” (Enrique Dussel dixit) que representa en nuestros días. Obispos legendarios como Sergio Méndez Arceo, Hans Kung, Pedro Casaldáliga y Samuel Ruiz, entre otros, sufrieron la persecución de Ratzinger por la fobia de éste hacia la “herejía” llamada “teología de la liberación”.

La “guerra de Calderón” es vista por el autor como el leit motiv que ha conducido al gobierno a crear una “diócesis militar”, es decir,  “llegar a la cabeza de los militares en la medida de que en México hay un proceso de militarización, paramilitarización y mercenarización del Estado, que puede desembocar en un gobierno policial, autoritario o militar como ocurrió en América del sur”.

Este volumen pone sobre la mesa la credibilidad de la Iglesia, su desprestigio y su complicada relación con los derechos humanos, El Vaticano funciona como un Estado y esa es la relación que guarda con los demás Estados, la dictadura del papado es la afirmación de un doble discurso, la Iglesia se erige como defensora de los derechos fundamentales del hombre pero nunca toma la decisión de preservarlos. Se trata, pues, de una mirada para la cual no todos los hombres son iguales.


Vivir pasando

Carlos Mapes


Casi nada,
Eduardo Hurtado,
Fondo de Cultura Económica,
México, 2011.

Versos breves pero con mucho peso, hinchados por la vida, como la panza del padre. Poemas que se hacen carne con el poeta como cuchillo. Agudos, sutiles e ingeniosos. Salvar todo, en Casi nada, con pocas palabras. La entidad de las cosas, aquello que no da aparentemente señales de vida, es el horizonte –como puede ser una mesa, que “preserva su lealtad/al suelo”–, la zona donde se juntan el cielo y la tierra en la obra de Eduardo Hurtado. Así, lo real es el único plan posible de vida. La realidad se vuelve más real con lo más preciado que tiene el poeta: su lenguaje. El mundo se instala en el “corazón deshabitado” de un pájaro; en la noche, espacio imaginario, la flor se convierte en una estrella y en los versos que buscan compañía. En ellos, en la raya, signo largo y estrecho, límite de la escritura, casi en su orilla, la voz lírica llama al lector: “Dice/ mar,/ sílaba entera.” En el vocablo mar, de tan corta extensión, todas las olas están contenidas, pero de tonalidad tan variada como el sonido de las campanas: “rosa de cuerdas”. En Casi nada las cosas tienen raíces y como casi nada crecen, son la casa por donde transita el poeta y el sostén para desecar todo lo que nos causa dolor en este mundo con un sonido hondo y retumbante, tallo de palabras donde se apoya la futura simiente. “Vivir pasando”, como una película cinematográfica en el ahora, es la única manera de alcanzar una existencia que se arraigue a la tierra. Por ello, Eduardo Hurtado llega a momentos intensos y de gran autenticidad, como “La memoria/es el tacto, el peso/ incalculable/de lo que/ya no está” o “Le destrozan el alma/los cambios atmosféricos;/en los días lluviosos/lo aqueja un miedo/inexplicable/a dormirse/y soñar/con mariposas negras.”

En Casi nada estamos ante un libro pleno y cabal, al que no le falta ni le sobra una palabra.