Opinión
Ver día anteriorMiércoles 18 de julio de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Jorge Legorreta
F

ue un pionero en el estudio del crecimiento de las áreas urbanas periféricas. En analizar las formas de organización y los mecanismos que hacen posible que miles de familias levanten sus viviendas sin el apoyo gubernamental ni de las instancias financieras privadas o públicas. En mostrarnos los liderazgos e intereses políticos y económicos que facilitan esa urbanización, que muchas veces va de la mano de la invasión de tierras agrícolas y de reserva ecológica.

Esos estudios los realizó en las zonas metropolitana de la capital del país, Guadalajara, Monterrey, Tijuana y en las ciudades petroleras del Golfo y sureste de México. Los tres libros que resumen esos trabajos son de consulta obligada para conocer más sobre la autoconstrucción de vivienda y los procesos de ocupación del espacio urbano.

El primero en mostrarnos globalmente los efectos negativos que la expansión de la zona metropolitana de la ciudad de México ocasiona en el medio ambiente y la salud pública.

Entre otras cosas, reveló la forma de operar del PRI para hacerse de votos en las áreas marginadas a cambio de regularizar terrenos invadidos. Y cómo toda esa operación crea cacicazgos en el Distrito Federal y en los municipios conurbados. Cacicazgos que van de la mano de funcionarios corruptos o con aspiraciones políticas y son fuente de enriquecimiento a costa de los que tienen necesidad de contar con una vivienda.

Hace 30 años también advirtió que, si no se tomaban medidas urgentes, la expansión de la mancha de asfalto daría cuenta de áreas agrícolas y de recarga de los acuíferos afectando la calidad de vida de millones de familias. Igualmente, que las instancias oficiales carecían, y carecen, de políticas que permitan el crecimiento sostenible de las ciudades mexicanas.

Clásicos son sus dos libros sobre el transporte y la contaminación en la zona metropolitana de la ciudad de México. Y cómo desde el poder público hace 70 años se estableció la ciudad del automóvil, expresión  de un modelo nocivo de urbanización y modernidad. Olvidando el establecimiento de un sistema eficiente de transporte público. Nos mostró los costos de todo tipo que ello ocasiona a millones de personas. En esos libros describe la forma de funcionar de los pulpos camioneros y sus ligas con el poder económico y político.

Uno de los mayores estudiosos del tema del agua en la zona metropolitana de la capital, de su zona lacustre. Y el que mejor ejemplificó por diversos medios los problemas que trae aparejados la explotación desmedida del manto freático; la política absurda de traer agua de fuera, a un alto costo, y luego presumir de sacarla, también a un alto costo con obras faraónicas, hacia el mar. Sin reutilizarla. Ya no digamos el desaprovechar la abundante agua de lluvia para recargar el sobrexplotado acuífero.

Su último libro, sobre los 43 ríos que por siglos embellecieron el Valle de México, es una muestra más de cómo los fueron cubriendo de asfalto para que por encima de ellos se desplacen miles de vehículos. Los visitó uno a uno en su nacimiento y en su trayecto antes de desaparecer bajo toneladas de cemento y asfalto.

 Arquitecto especializado en asuntos urbanos, maestro respetado, conocedor como pocos de la ciudad y sus sitios emblemáticos; divulgador de la cultura urbana y lo popular en la radio, la televisión y los medios impresos, se dio tiempo para ser ejemplar funcionario público.

El ingeniero Cárdenas tuvo el acierto de nombrarlo delegado en Cuauhtémoc. Ejerció el cargo con eficiencia, sin enriquecerse. Lo aceptó porque deseaba conocer al monstruo desde dentro. Quisieron enlodar su nombre con la tragedia de la discoteca Lobohombo, pero se demostró que todo había sido una intriga, una forma de eludir responsabilidades de quienes lo sucedieron en el puesto.

En tiempos en que el país necesita del conocimiento, el consejo de personas apasionadas con su trabajo y sus ideas, competentes, honradas, cómo no lamentar la muerte de Jorge Legorreta.

En mi caso mucho más porque me acompañó por años como investigador en el Centro de Ecodesarrollo y en tantas otras batallas en favor de un México más rico en términos ambientales. Menos injusto. Más democrático.