“Nadie siembra solo”

Dice Zenón Antonio Sanantonio, de la comunidad otomí de Micua: “La siembra de maíz es importante. Es para juntar ran tzaki (la fuerza) de la tierra, con la del maíz y con la de la comunidad. Nadie siembra solo. Si no se junta el grupo a sembrar, la tierra y el maíz pierden su fuerza y el hombre otomí también. No lo sembramos para vender, sino para nosotros mismos. Nadie dice no voy a sembrar porque sale caro. No hay que hacer cuentas. Y no sólo el maíz sino el frijol. Y nosotros guardamos nuestro maíz año con año para que de allí mismo escojamos. Primero deshojamos el maíz y de allí se van sacando las mazorcas más buenas. No podemos tener confianza en semillas que vienen de otro lado, de otro país, porque no conocemos cómo están preparadas. Nuestra semilla que tenemos es nuestra, porque ya sabemos de dónde nació, de dónde vino. Cada año sembramos para que tengamos semilla, para el año que viene. Y si uno no tiene semilla, sabemos que otro de por acá sí tendrá”.

No se puede despreciar ese pensamiento, aduciendo que es un frágil trance cultural. Que en tiempo de necesidad hay que poner por delante la rentabilidad. No vale argüir que hay miedo a los avances tecnológicos y que no hay tiempo para el consentimiento libre, previo e informado que dicen la Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos Indígenas y el espíritu de la Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos firmada en Argelia.

(Alfredo Zepeda)