Opinión
Ver día anteriorSábado 7 de julio de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La política y la ciudad: novedades
L

a capital es la capital, es la cabeza, volvió a estar al frente, a la vanguardia del cambio. Aquí no se pueden comprar tantos votos ni se puede manipular tan fácilmente la voluntad popular como en otras latitudes de nuestro amplio y complejo país, que vuelve a caer en manos de sus depredadores. La capital no, aquí ganó el pueblo. Todo, los pobres de GAM, de Iztapalapa, de Iztacalco, de la Venustiano Carranza, de las barrancas de Álvaro Obregón; pero también las clases medias, hartas ya del engaño, votaron por AMLO.

En mi casilla, en la colonia Villa de Cortés, la votación mayoritaria fue para el Movimiento Progresista con una clara ventaja por el candidato a la Presidencia, también con ventaja por la joven que jugó para la jefatura delegacional. Hubo voto diferenciado, los candidatos a legisladores federales obtuvieron menos sufragios y más alta votación, otra joven, para representarnos en la Asamblea.

¿Por qué la diferencia entre el DF y otras zonas del país? La respuesta es compleja, pero todos la sabemos. No funcionó la democracia auténtica en todas partes, sino una simulación democrática, en la que la voluntad popular se expresa parcialmente, acotada, acorralada.

Además de la capital del país, otras zonas se salvan. La mayoría no; actuaron a fondo los gobernadores, los caciques, el sindicato de la Sra. Gordillo para comprar, manipular, corromper, pero en especial hubo una campaña para aturdir y desorientar a los votantes de la que los capitalinos mayoritariamente salimos indemnes.

Para las formulas antiguas de fraude electoral, antes de la era del IFE, del TEPJF y de Televisa, los partidos de oposición improvisábamos defensas y contravenenos; de ahí la complejidad de las elecciones mexicanas, han evolucionado al ritmo en que los mapaches, los operadores electorales sin vergüenza, inventan triquiñuelas para alterar o falsificar la voluntad popular.

Hoy la forma de alterar el resultado es muy sofisticada, perversa y difícil de ser explicada; básicamente consiste en engañar masivamente por medio de un plan general cumplido escrupulosamente para crear la ficción de un triunfo decidido de antemano y para el caso de que esta manipulación masiva no responda a lo planeado, el último recurso es aprovechar la necesidad de los pobres para cohecharlos con dinero para que vendan muy barato su voto. La necesidad tiene cara de hereje.

El por qué la ciudad de México fue impenetrable a esta estrategia es sencilla: aquí hay más información, más percepción y, por tanto, más conciencia ciudadana. También, gracias a los programas sociales, encontramos menos pobreza, lo que significa menos vulnerabilidad a la coacción por hambre.

La elección federal debe ser anulada por el gasto exorbitante del candidato oficialmente triunfador, por los elaborados juegos de mentiras programadas para impedir que la gente tomara una decisión informada y libre, por la compra masiva de votos y por la violación a la equidad en las campañas. Pero pienso que los analistas políticos deben de reflexionar en lo que significa la excepción que constituye la capital del país.

No solo obtuvo aquí AMLO una votación mayoritaria indiscutible, sino que aquí también aparecieron dos hechos sociológicos que han dado al actual proceso electoral características que lo distinguen de otros anteriores. El boom de las redes sociales irrumpió para impedir la manipulación de la televisión y su expresión más significativa es capitalina; aquí también, a partir de la Ibero, pero en todas las escuelas de educación superior, apareció espontáneo el grito de #YoSoy132. En ambos casos, más allá de favorecer a un candidato o denostar a otro, se trata de evitar el engaño. Es la rebelión de la inteligencia lúcida de los jóvenes en contra del sistema que los quiere objetos moldeables de la manipulación y la mentira adormecedora. Pero no, resultó que tienen su propio juicio.

Votos más libres en la capital, redes sociales desbordando la desinformación de la televisión y jóvenes asumiendo su papel de protagonistas. Eso es lo nuevo y surge aquí, en el Distrito Federal; su síntesis la encuentro en una foto de la revista Trabajadores, de la Universidad Obrera, de un joven con un cartel que dice Apaga la TV y abre los ojos.