Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 24 de junio de 2012 Num: 903

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora bifronte
Jair Cortés

Dos poemas
Yorguís Pavlópoulos

Leer y escribir:
nuevas tecnologías

Sergio Gómez Montero

Apuntes sobre la grafofobia
Rocío García Rey

La palabra escrita:
usos, abusos y nuevas tecnologías

Xabier F. Coronado

¿Escribir?
Rodolfo Alonso

Prisas y tardanzas
del poder

Vilma Fuentes

De la palabra escrita a
la palabra asalariada

Fabrizio Andreella

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Galería
Enrique Héctor González

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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Leer y escribir: nuevas tecnologías


Ilustración de Huidobro

Sergio Gómez Montero

En memoria de Antonio Alatorre,
un maestro inolvidable

El acto de sentir tiene al menos dos acepciones. Una, la que lo liga con los sentimientos emocionales que se generan como una parte, aún oscura –sobre todo porque no se han estudiado suficientemente, se cree– del quehacer humano. No en balde Goleman, en su Inteligencia emocional, habla de la inteligencia sentimental, algo que a la escuela le hace falta prestar mucho más atención. Pero es la otra acepción la que ahora interesa, dado que tiene que ver con el conocimiento que surge de los reflejos, es decir de los sentidos (los cinco, sí), tema que tampoco ha sido estudiado suficientemente.

¿En qué consiste ese conocimiento? ¿Conocemos realmente a través de los sentidos o sólo actuamos de manera refleja a través de ellos? ¿Sólo conocemos a través de la lectura? ¿Y qué sabemos del papel que juegan ahí, tanto platónica como realmente, los procesos mentales? Las preguntas anteriores no son capciosas o inútiles, menos hoy, en la medida en que la aceleración de los procesos humanos y los cambios sociales producidos por el postfordismo le han abierto paso al campo del conocimiento o episteme toda una serie de nuevas interrogantes, toda vez que la concepción clásica de la segunda ya no funciona hoy. Como escribe Paolo Virno en Gramática de las multitudes: “Hoy no es difícil ampliar la noción de general intellect mucho más allá del conocimiento que se materializa en el capital fijo, incluyendo también las formas de saber que estructuran las comunicaciones sociales e inervan la actividad del trabajo intelectual de masas.” Lo dice, claro, tomando en cuenta los Grundrisse de Marx. Y esto, siguiendo a Virno y a Marx, entre otras cosas, conduce a ampliar la noción de lectura (que tanto, por estos días, ha sido objeto de polémica en la vida política nacional).

¿Se puede hoy reducir el acto de leer a entender sólo el significado de la letra escrita; una letra escrita que nace, además, de muchas fuentes: libros, carteles, películas, computadoras? Desde luego que no, pues vale afirmar que no sólo existe una lectura correspondiente para cada acto reflejo, es decir sensorial, sino que aun para cada acto sensorial (olfato, tacto, oído, visión, gusto) se pueden dar diferentes tipos de lectura dependiendo, claro, del sentido usado: ¿es lo mismo ver y leer una pintura que una fotografía; gustar una comida cocida que la verdura cruda? Podrían mencionarse muchos otros ejemplos, y más aún: se puede leer el pasado (los palimpsestos múltiples que existen), el presente y el futuro con diferentes grados de certeza. De hecho, existen múltiples tipos de lectura y de cada uno de ellos se desprende la posibilidad de conocer.

Es decir, hoy, leer es conocer; pero no sólo eso, sino que, en la medida en que se amplía la posibilidad de leer, se amplía la posibilidad de conocer. Así, no le falta razón a Sloterdijk cuando en Venir al mundo, venir al lenguaje afirma que la lectura (entendida sólo gutenberianamente), entre los occidentales ha sido un ejercicio limitante, pues le ha impedido al hombre conocer totalmente el mundo que lo rodea.

Conviene preguntarse: ¿no será hora de que la escuela comience a pensar en la necesidad de ampliar el mundo de la lectura? Quizá también a nosotros corresponde hacernos esa pregunta. Aunque, se reconoce, leer de manera tradicional, gutenberianamente, también nos hace mucha falta.

Las nuevas formas de lectura

La lectura gutenberiana o de los libros impresos tiene varias implicaciones en la época actual. El tema, en su aparente planteamiento sencillo, conforma interrogantes diversas que comienzan preguntándose si esa lectura gutenberiana no forma ya parte del pasado y se vuelve obligatorio entrar al territorio de las Kindle y del futuro por venir, pues en la época actual hablar del presente es estar ya en el pasado. Cabe imaginar, entonces, el significado periclitado que tiene hoy hablar de lectura referida sólo a libros impresos en hojas de papel. Una especie de Fahrenheit 451, de Bradbury, pero cocinado de manera diferente.

Si bien ese tema ya fue abordado desde épocas relativamente remotas –Emilia Ferreiro lo ha tratado en diversos libros–, es evidente que en la actualidad pareciera haber quedado fuera de la realidad contemporánea (incluyendo la educativa), porque si bien es cierto, según estimaciones propias, que si uno hoy se sube al Metro en el DF, la relación entre libros y Kindles es de 100 a 1 aproximadamente; en Nueva York la cifra puede que sea actualmente de 50 a 1, y en San Francisco disminuye a 40 a 1. ¿Qué repercusiones tiene ello hoy en la escuela? ¿La educación como proceso formativo y de socialización lo ha tomado en cuenta entre nosotros?

Ese paso meteórico de la lectura de gutenberiana a tableta (o “kindleana”), recorriendo en poco más de quince años todas las experiencias del ciberespacio, también afecta a otros territorios de la misma manera que lo hizo, en su tiempo, la revolución gutemberiana; comenzando, claro, por la escritura. Con la imprenta de Gutenberg no sólo se multiplicó, entre otras cosas, el número de lectores, sino que, a la vez, el arte de escribir –una herencia de las primeras escrituras, pero particularmente de la alfabética–, que era el arte de los copistas (no hay que olvidar la novela de Eco, El nombre de la rosa), se multiplicó, es decir se masificó, de tal forma que todo aquel que leía también podía escribir, dándose la multiplicación de los lectores-escritores.

Sin duda hoy, cuando la lectura está pasando de ser puramente gutenberiana a kindleana, lo mismo está pasando con la escritura, que de ser puramente manuscrita se convierte cada vez más aceleradamente en tecleada manualmente o tecleada a través del touch.

Los cambios registrados en torno a la lecto-escritura hoy, ¿se refieren también a si ha cambiado lo que se lee y lo que se escribe en la actualidad? ¿Es lo mismo lo que se lee hoy a lo que se leía hace veinte o cien años? ¿Cómo opera el mercado al respecto? ¿Sigue predominando la política del bestseller? ¿Cuáles son los cambios que en esos terrenos –la lectura y la escritura contemporáneas– se han dado? ¿Qué tanto las “nuevas” lectura y escritura rozan más la diversión y escapan al conocimiento? ¿O será que el conocimiento está atravesando nuevos caminos que ya no tienen que ver ni con lectura ni con escritura tradicionales? ¿Ha estudiado hoy la escuela los cambios aquí apenas esbozados? ¿Está tomando alguna medida al respecto? ¿Alguien tiene respuestas para las preguntas anteriores?

Lectura vs. lectura total

Respecto de estos temas, hay dos textos que conviene tener en cuenta: uno es de Paul Auster, que en su novela Un hombre en la oscuridad, dice: “No hay una sola realidad, cabo. Existen múltiples realidades. No hay un único mundo. Sino muchos mundos, y todos discurren en paralelo… Cada mundo es la creación de un individuo.” El otro es de Paolo Virno (el ya citado autor de Gramática de la multitud), que parafrasea al Heidegger de El ser y el tiempo, donde se lee: “La permanente transformación de las formas de vida, y el adiestramiento en transformar lo aleatorio sin ninguna forma de contención comportan una relación directa y continua con el mundo en cuanto tal, con el contexto indeterminado de nuestra existencia.”

En ambos textos, desde luego, la temática común es la diversidad de realidades y su impermanencia, así como el predominio de lo subjetivo, que parecieran ser características de las sociedades contemporáneas, las que, se insiste, son leídas, y por ende comprendidas, de manera diversa, según la forma en que sean leídas hoy. Esas características no fueron, en las sociedades en las que se comienza a dar la lectura gutenberiana, las que hoy existen. De allí entonces la pregunta: ¿enseñar a seguir leyendo (o alfabetizando) gutenberianamente, o inclinarnos a cambiar las formas de lectura (y se insiste mucho en comprensión) por una lectura total (y por una comprensión total del mundo, por ende), en donde todos tengamos las mismas oportunidades de leer, y en donde la lectura no implique para nada discriminación? Lo mismo sería válido para el caso de la escritura. Más allá, claro, de lo puramente tecnológico. Lo tecnológico no es el dilema; el dilema, si lo hubiera, estaría centrado en qué leer y cómo hacerlo: ¿de manera total o aún gutenberianamente?

La pregunta no es gratuita de ningún modo, pues si bien conlleva implicaciones múltiples, una de éstas tiene que ver directamente con el conocimiento de lo científico-tecnológico: ¿es la lectura gutenberiana hoy la base que nos permite adquirir ese conocimiento o esa adquisición requiere de otro tipo de lectura como base? ¿Cómo leen hoy los alumnos de la escuela básica en India o cómo han leído los años últimos los alumnos de esa escuela en Corea del Sur, para permitir que este último país esté hoy ubicado en los primeros lugares de las pruebas escolares estandarizadas a nivel internacional y, sobre todo, hayan desarrollado una base científico-tecnológica tan avanzada (India avanza hoy en tal sentido aceleradamente)?

Desde luego, lo importante es no sólo el cómo leer y comprender, sino cómo lograr que leer y comprender ayuden a concretar sociedades más justas y libres; pero, en la búsqueda de esa concreción –mientras toman vida en las diferentes sociedades contemporáneas los modos de producción avanzados que van a seguir al capitalismo–, tenemos el dilema de la lectura y todo lo que ello conlleva. Por ejemplo: ¿las escuelas básicas actuales (me refiero a nuestras escuelas, a las de los países en donde la pobreza se concentra debido a múltiples causas) son las que realmente necesitamos, y los docentes que allí laboran, dado el caso, están capacitados para enseñar lectura total? ¿Qué sentido tendrían allí los avances de lectura no gutenberiana; o se debe agotar necesariamente primero lo gutenberiano?

Las sociedades contemporáneas, dominadas aún por el capitalismo, son sociedades en las cuales los dilemas son cosas cotidianas que conducen a poner en duda si lo que hacemos o dejamos de hacer es lo correcto; pero de que en ese torbellino está envuelta hoy la lectura, no tiene caso ponerlo en duda.