Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 24 de junio de 2012 Num: 903

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora bifronte
Jair Cortés

Dos poemas
Yorguís Pavlópoulos

Leer y escribir:
nuevas tecnologías

Sergio Gómez Montero

Apuntes sobre la grafofobia
Rocío García Rey

La palabra escrita:
usos, abusos y nuevas tecnologías

Xabier F. Coronado

¿Escribir?
Rodolfo Alonso

Prisas y tardanzas
del poder

Vilma Fuentes

De la palabra escrita a
la palabra asalariada

Fabrizio Andreella

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Galería
Enrique Héctor González

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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Hugo Gutiérrez Vega

Notas sobre la novela de la Revolución (V DE VI)

Frías apoyó a Madero y fundó en 1910 el periódico El Constitucional de México. Después hizo lo mismo con el periódico La Convención, de 1914 a 1915. En este período convencionalista hay tres presidentes: primero Eulalio Gutiérrez, del 6 de noviembre de 1914 al 16 de enero de 1915; luego Roque González Garza, del 16 de enero de 1915 al 10 de junio del mismo año, y Francisco Lagos Cházaro, del 10 de junio de 1915 al 10 de octubre de ese año. En este período se nombró a Vasconcelos secretario de Educación y a Heriberto Frías subsecretario. Con la victoria de Carranza, Frías se exilió en Estados Unidos y regresó al triunfar Obregón; fue cónsul de México en Cádiz, España, donde dijo haber pasado los mejores años de su vida. Es ahí donde escribió ¿Águila o sol? (1923), Naufragio y El triunfo de Sancho Panza. Regresa a México y muere en 1925.

Otros momentos estelares

Uno de ellos es Al filo del agua, de Agustín Yáñez, cuyo título proviene de un dicho campesino de Jalisco, “estamos al filo del agua”, que significa que está a punto de caer la lluvia, la tormenta. Esa es la metáfora de la Revolución poco antes de iniciar el movimiento. Es una novela con gran influencia de Joyce. Agustín Yáñez tiene uno de los mejores textos sobre la moral social alteña, que es Acto preparatorio, prólogo de Al filo del agua, donde brilla toda la fuerza de su prosa. Don Agustín fue además el mejor gobernandor de Jalisco: su proyecto cultural fue extenso, eficaz e innovador; abrió la costa, que estaba totalmente aislada; en una época en que Jalisco estaba lleno de pistoleros, quemó armas y fusiles que habían quedado de la Cristiada y que portaban aquellos que se quedaron con “el dedo inquieto”.

Escribió La tierra pródiga, la gran novela de la costa de Jalisco, del aventurerismo en la costa, en La Huerta, La Resolana, Tenacatita. También Las tierras flacas, en referencia a las de Los Altos de Jalisco, donde los refranes forman la columna vertebral de la obra. Aquí reaparece el personaje central de Al filo del agua, el músico Gabriel, el organista de la iglesia, con sus deliriros. En estos textos están presentes, además de Joyce, Gabriel Miró (1879-1930), escritor alicantino, autor de Nuestro padre San Daniel y El obispo leproso y, sobre todo, Leopoldo Alas, Clarín (1852-1901), autor de La regenta.

Rafael Felipe Muñoz, Chihuahua (1899-1972), escribió las novelas Vámonos con Pancho Villa (1931) y Se llevaron al cañón para Bachimba (1941). Es testigo de la revolución orozquista y lo manifiesta con prosa de acción pura, sin imponer puntos de vista, como Mariano Azuela. En su colección Cuentos del norte, describe muy bien la personalidad de Francisco Villa. Un ejemplo: terminada una de las batallas, ordena Villa que allí ejecuten a los prisioneros del ejército huertista; al día siguiente una mujer vestida de negro se dirige a Villa y le dice: “¡Canalla, criminal, asesino!” Junto a Villa estaba Fierro, y Villa le pregunta: “¿Quién es esa señora?” Fierro le respode: “Es la esposa del coronel fulano”, y entonces la señora se acerca y comienza a increparlo de nuevo y Villa le vuelve a preguntar a Fierro: “¿Ayer lo fusilamos, verdad?” y Fierro le responde: “No, todavía no lo fusilamos, mi general.” Entonces Villa le ordena: “Pues fusílenlo, que no gaste en vano sus lágrimas esta señora.”

(Continuará)

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