Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 3 de junio de 2012 Num: 900

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Letras adolescentes
Textos desde la Comunidad
de Diagnóstico Integral
para Adolescentes del DF

La poesía y el
poeta en Hidalgo

Ricardo Yáñez entrevista
con Omar Roldán Rubio

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


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Sexo (virtual), mentiras y guerra: el caso Scott Ritter (I DE II)


De inspector a activista

Durante la campaña bélica conducida por el régimen de George W. Bush para atacar a Irak, pocas veces los medios estadunidenses expresaron su desconfianza y su escepticismo. Así, mientras los medios ignoraban su deber, uno de los críticos más radicales de la guerra resultó ser un personaje paradójico, Scott Ritter, un exmayor de los Marines que fue inspector (y en algunas misiones inspector en jefe) de la comisión especial de la ONU para armas de destrucción masiva. Entre 1991 y 1998, Ritter realizó numerosas inspecciones a los búnkers, “palacios”, bodegas y fábricas donde supuestamente Saddam Hussein producía y almacenaba su arsenal. Ritter era considerado el “perro alfa“ de los inspectores; era una especie de misionero implacable que cuestionaba ferozmente las políticas de Bagdad. Pero también era un hombre decidido y testarudo que llegó a ser acusado de espiar para Israel; una ocasión el general Norman Schwarzkopf ordenó que lo detuvieran. En 1998 Ritter renunció a la ONU por varias razones, pero principalmente tras descubrir que la CIA estaba utilizando a la comisión para espiar a Irak. Ritter pasó de una posición provocadora e intolerante hacia Bagdad a manifestarse en contra de la inminente guerra y así se convirtió en el villano favorito de los neocones y en un héroe incómodo del muy desarticulado movimiento antibélico. El activismo de Ritter, cargado de retórica promilitar y nacionalismo exacerbado, desencajaba entre los pacifistas, liberales y radicales de izquierda que intentaba detener la marcha hacia la guerra. Sin embargo, era uno de los expertos mejor informado en materia de armas de destrucción masiva y con la mayor experiencia en el terreno. Ritter tomó tan en serio su campaña antiguerra que viajó en 2002 a Bagdad para hablar frente al Parlamento, como ciudadano, con la intención de advertir lo que estaba fraguándose y para asegurar que no todos los estadunidenses apoyaban ese proyecto criminal. Sus argumentos fueron por supuesto acertados, su análisis del arsenal iraquí fue justo y su predicción de las consecuencias catastróficas de la guerra fue precisa. No fue el único en anticipar el fiasco y la carnicería bestial que Bush y los neocones estaban a punto de lanzar, pero su prestigio y su integridad lo convirtieron en una amenaza potencial para la administración… hasta que Ritter comenzó a autodestruirse.

Crímenes inmorales

Al dejar la onu, Ritter comenzó a trabajar como analista, realizó un documental e imaginaba que no tardarían en llegarle contratos para escribir reportajes y ensayos para diarios o revistas e invitaciones para ofrecer conferencias, además de que esperaba ser contratado como especialista en alguna cadena televisiva. Quizás esto hubiera sucedido, pero en 2001 tuvo dos desafortunados encuentros con la policía, uno de los cuales resultó en su arresto. Ritter pasaba mucho tiempo en foros en línea buscando jóvenes a las cuales proponía reunirse para que lo vieran masturbarse. Esas dos ocasiones, en vez de chatear con adolescentes menores de dieciocho años, lo hizo con policías cuarentones. Así que coqueteó, trató de seducir y eventualmente se masturbó frente a su webcam para ofrecerles un show, luego les dio cita en el estacionamiento de un Burger King, donde se encontró con sus verdaderos interlocutores. El juez decidió enviarlo a terapia y no fue condenado. A partir de 2004 reincidió y tuvo numerosos encuentros con mujeres, mayores de edad, en estacionamientos, hoteles y carreteras (según su propio recuento casi a diario buscaba compañía en foros de chat). Ritter, quien tiene dos hijas gemelas de diecinueve años, asegura que esto se debió a que estaba hundido en una severa depresión. En febrero de 2009, Ritter volvió a caer en la trampa; en un foro de Yahoo se encontró con una supuesta joven que le aseguró que tenía quince años. Se trataba de Ryan Venneman, uno de los cinco policías de la diminuta localidad de Barrett Township, Pennsylvania, quien decidió lanzarse a la cacería de pedófilos. Tras chatear por cerca de una hora, Ritter le ofreció una dirección web donde podía verlo masturbarse. Cuando terminó, el policía le reveló su verdadera identidad y le anunció que se acababa de meter en un lío serio.

Vergüenza

Este último incidente sí tuvo consecuencias desastrosas. Perdió su empleo y se convirtió en un paria. El hombre que predijo que Estados Unidos se iría a la ruina y se convertiría en el hazmerreír del mundo por su desquiciada ambición y su ineptitud para juzgar una situación delicada, fue víctima de su propio mal juicio y se colapsó de manera trágica y vergonzosa. Como en la película Shame, de Steve McQueen, Ritter se vio arrastrado por una desesperada urgencia que obviamente no pudo controlar. Ritter señala con tino, en su entrevista con Matt Bai en la revista del New York Times (“Scott Ritter’s Other War”,  22 de febrero de 2012), que nadie murió por culpa de sus crímenes; en cambio, cientos de miles perecieron inútilmente en la guerra de Irak. Sin embargo, es él quien es enviado a la cárcel. Muchos quisieron creer que Ritter había sido víctima de una conspiración, pero es claro que el exinspector es un reincidente de este tipo de “crimen mental”, uno en el que se castiga el deseo aunque nadie salga lastimado.

(Continuará)