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A la mitad del foro

A puñaladas iguales

C

on la alternancia, con el retorno de los conservadores decimonónicos vueltos heraldos de una revolución como la cristera, la casa de doña Carlotita dejó de ser museo y volvieron las vajillas y copas de cristal a engalanar las mesas del Alcázar de Chapultepec. Y ahora, la que fue sede de encuentros internacionales para firmar la paz entre contendientes de feroces guerras centroamericanas, sirvió para el encuentro de Felipe Calderón y del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. El Presidente en guerra recibió un beso y un escapulario de manos del vicario de las víctimas.

Los cuatro candidatos a la Presidencia asistieron al Castillo, escucharon la voz del vicario y aceptaron la penitencia impuesta y acatada porque el dolor de las víctimas sustenta el rito. Josefina Vázquez Mota pidió perdón; Enrique Peña Nieto escuchó los cargos en voz del liderazgo de Atenco y añadió a la responsabilidad asumida de aplicar la ley, el reconocimiento de los cargos de violencia excesiva, ilegal, de policías sometidos a juicio, así como la acción misma llegó a la Suprema Corte. Andrés Manuel López Obrador evitó el beso ritual y después de escuchar las cargos del vicario, desde el de su soberbia y su intolerancia, hasta el mesianismo y un vago, amargo, cargo de inclinaciones fascistas, le respondió: A mí no me metas en el mismo costal.

Los adversarios, los contrincantes, los enemigos (con o sin complot a la vista, ya que según Woody Allen hasta los paranoicos pueden tener enemigos de verdad), dijeron que la respuesta confirmaba la intolerancia de López. Los partidarios, los seguidores, la feligresía y no pocos izquierdistas remisos, cortaron de tajo el escudo del dolor de las víctimas. Y alguno hubo que dijera al vicario que también Judas se valió de un beso. La retórica de la república amorosa se guardó para mejor ocasión, junto con la vajilla de doña Carlotita y las ilusiones del tercer imperio para el tercer milenio. Aunque Felipe Calderón se niega a decir adiós a las armas y no hay candidato capaz de comprometerse a devolver al cuartel a las fuerzas armadas. Si acaso, Peña Nieto y López Obrador declaran ineficiente y fallida la estrategia calderoniana y ofrecen sustituir al Ejército y Marina en cuanto se disponga de una policía nacional capacitada.

Aparecieron los jóvenes universitarios en el último acto del largo y tedioso proceso de campañas políticas. Pero vino el remolino y nos alevantó. La policía del gobierno defeño, baluarte de la izquierda, usó el garrote en Gobernación contra los manifestantes de la CNTE; y los vientos derribaron el campamento de los maestros de la Coordinadora en el Zócalo. Hora de portentos. En Oaxaca ponen en jaque a Gabino Cué. El buen hombre que sumó a los opuestos y llego a gobernador bajo la tutela del converso Diódoro Carrasco, cancela la evaluación decretada por la SEP; anuncia la renuncia del director del Instituto Estatal de Educación Pública, pero la sección 22 califica de insuficiente la respuesta a sus demandas: siguen en paro y bloquean los accesos a la capital del estado.

En Ciudad Universitaria los jóvenes de la primavera mexicana acordaron apoyar a la CNTE; juicio político a Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto; defenestrar a Elba Ester Gordillo. Bienvenidos a la política, que no es asunto evangélico, decía Charles De Gaulle. A la sombra de las muchachas en flor, activistas otoñales aprovechan el movimiento engendrado en la Ibero. El 10 de junio, por distracción o mórbida inclinación del IFE por las efemérides de escándalo, los cuatro aspirantes participarán en el segundo debate. Uno, Gabriel Quadri, ni siquiera aspiró a una milagrosa victoria. Josefina Vázquez Mota, candidata del partido en el poder, primera mujer con opción de alcanzar la Presidencia. Los vientos de mayo dieron un vuelco tal que los jóvenes gritan: Si hay imposición habrá revolución. Y el PRI no gobierna, mal puede imponer sucesor a quien despacha en Los Pinos.

El debate del 10 de junio podría definir si Enrique Peña Nieto o Andrés Manuel López Obrador llegan al 1º de julio con ventaja para superar la volatilidad del voto de quienes deciden al llegar a la urnas. Ambos se han adaptado a los cambios que no resultaron de sus respectivas propuestas, sino del inesperado brote de fiebre primaveral y la renovada influencia de los augures que no se conforman con presentar los resultados de sus encuestas, sino pretenden alterar el vuelo de las aves, el signo de la opinión del momento. Vieron en el movimiento estudiantil la oportunidad de presentarlo y aprovecharlo como se hizo en tiempos de la cruzada de los niños.

Dos disputan la mayoría del sufragio de decenas de millones de mexicanos. Enrique Peña adaptó su discurso a la exigencia del rechazo manifiesto de los jóvenes para quienes la alternancia, la separación de poderes, el espacio de poder real en manos de los gobernadores, el accionar político de la Iglesia católica y los dueños del dinero que apostaron en favor de un gobierno gerencial, no despojaron del poder al PRI, al imaginario instrumento de la dictadura perfecta de Vargas Llosa. Ajuste sencillo en el pragmatismo impuesto por las variables sexenales que daban cabida a todos. El partido de clases postulado por Rodolfo González Guevara, en oposición al partido de trabajadores propuesto por Enrique Ramírez y Ramírez. Si López Obrador se hubiera mantenido firme en el postulado social expreso en la frase: Por el bien de todos, primero los pobres, estaríamos ante la redición contemporánea de aquel debate.

Mal harían los feligreses de Morena en subestimar la capacidad de operador político de quien llegaron a convencerse de que es un producto mediático, personaje creado por Televisa. Peña Nieto dispone de un aparato eficaz y lo favorecen los vientos del capitalismo financiero en crisis; del dogma del mercado como fetiche de la austeridad impuesta a la alternativa de la rectoría del Estado, a la inversión que permita recuperar la capacidad de compra, el consumo que lleve a producir, a recuperar el crecimiento económico. Hoy hace falta la heterodoxia omnivalente, si se es capaz de sumar sin ceder todo a los dueños del dinero; sin conceder que la justicia social es nostalgia del pasado.

Ahí se cruzan los caminos propuestos por los dos en pugna. Andrés Manuel López Obrador ha postulado el combate a la pobreza de la mayoría de los mexicanos y a la concentración brutal de la riqueza en unos cuantos. Llegó a reducir el poder de la oligarquía a una mafia de 30 individuos. Y les tendió la mano; un candidato de izquierda que ofrece no aumentar impuestos, dice que no hace falta quitar a los ricos para dar a los pobres, que basta la honradez al mando del gobierno.

Vinieron los vientos de mayo y las encuestas ajustables dieron vuelo a la ilusión de victoria y a la ambición desaforada. El Universal informa de una solicitud de seis millones de dólares para la campaña de López Obrador: grabación de una cena privada, con Luis Creel como anfitrión, Luis Mandoki y Adolfo Hellmund como invitados de piedra, y Luis Cota Bonino como promotor de lo que dice nunca se dijo. Al cuarto para las 12, la guerra sucia y el absurdo de negar lo incontestable.

Por lo pronto, López Obrador pareció recuperar en Michoacán el aliento impositivo: Que los de arriba paguen. Pero se van a negar. Y si se oponen voy a consultar a la gente.

A puñaladas iguales, ni quien se raje, decían los rijosos. Los de abajo. Los del pueblo.