Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 6 de mayo de 2012 Num: 896

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Estudio fotográfico…
Leticia Martínez Gallegos

El poeta es sólo otro
Ricardo Venegas entrevista
con Jeremías Marquines

Bruno Traven,
cuentística y humor

Edgar Aguilar

La ley del deseo en la sociedad de consumo
Fabrizio Andreella

Gilberto Bosques, diplomacia y humanismo
José M. Murià

Puebla, Haciendo Historia
Lourdes Galaz

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Jeremías Marquines Castillo nació el 15 de agosto de 1968 en Villahermosa, Tabasco. Hizo estudios de filosofía y letras hispanoamericanas. Radica en Acapulco, Guerrero, donde ejerce el periodismo. Tiene publicados, entre otros, los siguientes libros: El ojo es una alcándara de luz en los espejos (poesía, 1996); Los frutos de la voz, ensayos sobre la obra de Carlos Pellicer, en el cual es coautor (1997) y La palabra infinita, ensayos sobre la obra de José Gorostiza, coautor, (2001). Obtuvo el Premio Clemencia Isaura 2003 de Mazatlán, Sinaloa, y el Premio José Carlos Becerra 2000, de Villahermosa, Tabasco. Este año Marquines fue el ganador del Premio Aguascalientes de Poesía.

El poeta es sólo otro

entrevista con Jeremías Marquines

Ricardo Venegas

–Naciste en un año crucial de la vida política, económica y social de México, 1968, ¿qué significa esto para ti?

–Derrumbe y expectativa, son dos palabras que me llegan a la mente cuando se menciona el ʼ68. Pero más que nacer en una fecha tan simbólica, soy producto de sus consecuencias, de sus crisis y ésas son las que me marcaron. Los años posteriores son de corrupción, abusos y una profunda desconfianza social. La infancia la viví entre los gobiernos sinvergüenzas de Echeverría y López Portillo, así que aprendí desde pequeño a ser desconfiado y pesimista, y por supuesto son conceptos que están presentes en mi obra.

–Acabas de ganar el premio más prestigiado de poesía de este país, el Aguascalientes, ¿cómo recibiste la noticia?

–La noticia no la recibí yo, sino mi esposa Citlali y mis hijas Zoe y Zyanya; yo lo supe después porque no practico el uso del teléfono celular; ellas me dijeron primero y estaban más contentas que yo. Sin embargo, sí mantenía la expectativa y la duda; confiaba en que el libro que había enviado tenía la fuerza suficiente como para defenderse solo, y pensaba en que si había un buen jurado imparcial, como así sucedió, el libro tenía amplias posibilidades de ganar. En realidad, estoy más feliz porque, de algún modo, el premio recupera parte de la credibilidad que había perdido y que tantas polémicas generó en el pasado.

–Perteneces a una generación de poetas mexicanos valiosos y destacados: María Baranda, Mario Bojórquez, Jorge Fernández Granados y Raquel Huerta-Nava, entre otros, ¿cómo te sientes con tu generación?

–Pienso que la idea de generación literaria donde se mete a todos por igual no me gusta mucho; me agrada más la idea de coincidencias y aproximaciones poéticas, en ese sentido me siento más cómodo, quizá más colindante con las poéticas de Jorge Fernández, Armando Alanís, Ernesto Lumbreras, Francisco Magaña, Mario Bojórquez, Juan Carlos Bautista y, aunque no son de “mi generación”, pero me llegan por su aproximación, las obras de Coral Bracho y Tedi López Mills. Considero que hay en las obras de estos poetas que menciono, “el sentimiento de ser todo y, a la vez, la evidencia de ser nada”. Hay incertidumbre y expectativa, pesimismo y desconfianza, y esas ambivalencias son las que me atraen.

–Vivimos una era de violencia e impunidad agudizadas, ¿el mundo necesita al poeta o viceversa?

–El mundo no necesita a los poetas, sólo necesita a mejores seres humanos. Incluso el mundo no nos necesita como especie, con los animales le basta para estar bien. El poeta es sólo otro individuo más, demasiado herido, demasiado enfermo, demasiado bárbaro como para que encima el mundo necesite de nosotros. Lo indicado sería entonces que el poeta necesite del mundo y a veces eso nos disgusta, porque, al igual que los peces, lo que nos hastía es que todo ocurre en la misma pecera. La violencia es hija de la impunidad agudizada; todos somos responsables de esa violencia que hoy nos sitia. La complacencia, las complicidades y la indolencia de una sociedad cínica le dio forma al terror criminal y como siempre, tratamos de culpar a otros de lo que hemos hecho. Hay que aprender a vivir también con lo detestable.

–Dices en un poema: “Como la catástrofe/ La ilusión siempre necesita dos: el abismo y la intuición.” ¿Le falta arriesgar más a la poesía mexicana?

–Lo que entiendo es que la poesía mexicana nunca ha arriesgado nada. Es una poesía comodina que se conforma con glosar su propia tradición, o a veces haciendo buenas glosas de otras tradiciones, como decía Cuesta. En México casi nunca se premia la experimentación, el riesgo, la diferencia; por el contrario, se premia y se celebra la tradición y la cursilería; por eso lo que tenemos es una poesía endogámica, con múltiples achaques que la hacen cada vez más aletargada, sin sorpresas y alejada de los lectores. Y sí, la poesía necesita de dos: la catástrofe y la ilusión.

–¿Cuál es tu diagnóstico de la poesía mexicana actual?

–Pienso que la poesía mexicana actual está muy alejada de las necesidades de sus lectores; no ha logrado encontrar su lugar en la realidad actual y una consecuencia de este errar es la proliferación de textos vacíos que tratan de llenar recurriendo a las exploraciones temáticas de hospital. Es una poesía de temas más que de esplendores.