Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 15 de abril de 2012 Num: 893

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Tres días en bagdad
Ana Luisa Valdés

Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova

Todos los hijos son poesía
Ricardo Venegas entrevista
con Rocato Bablot

De la saga chiapaneca
de Eraclio Zepeda

Marco Antonio Campos

Habermas y la crítica
de clases

Agustín Ramos

Una mujer de la tierra
Dimas Lidio Pitty

El alma rusa en Latinoamérica: breve historia de una seducción
Jorge Bustamante García

Poema del pensamiento
Andréi Platónov

Platónov, fundamental
y desconocido

Cabrera Infante y el cine
Raúl Olvera Mijares

Columnas:
Galería
Rodolfo Alonso

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Perfiles
Miguel Ángel Muñoz

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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Poema del pensamiento

Andréi Platónov

Es tanto el silencio sobre la tierra, que las estrellas se apagan poco a poco.

En nuestro corazón llevamos nuestra nostalgia y una gran sed por lo imposible. El corazón es una raíz de la que crece y crece el hombre, una morada de la esperanza infinita y el enamoramiento.

El más grande milagro es que todos estemos vivos, vivos todavía en un abismo frío, en un hoyo negro desierto, en medio de las estrellas y la luz. En el caos, donde retumban los planetas unos contra otros, como tambores, donde estallan soles, donde la vorágine ardiente gira como torbellino, vivimos aún muy alegremente. Pero todo cambia, todo se entrega a un trabajo poderoso. Aquí estamos y pensamos.

Si ustedes fueran felices, no habrían llegado hasta acá. El viento frío del desierto abraza la tierra, y los hombres se apiñan uno contra otro; cada uno susurra al otro su desesperación y su esperanza, sus dudas, y el otro lo escucha como escucha un muerto. Cada uno reconoce en otro su propio corazón, y escucha y escucha.

Si el mundo es tal como es, eso es algo bueno. Y vivimos y nos alegramos, porque el alma humana siempre es como el novio que busca a la novia. Nuestra vida es siempre un enamoramiento, un intenso color ardiente, al que no le basta la humedad de todo el universo.

Pero hay un pensamiento secreto y recóndito, existe en nosotros un pozo profundo. En él podemos ver que esta vida, este mundo, podrían ser otros, mejores y más maravillosos de lo que son. Hay una infinitud de caminos, y vamos solamente por uno. Otros caminos son desérticos y espaciosos, pero no hay nadie en ellos. Vamos con una muchedumbre a la que le gusta reír, por un camino casual. Y hay otros caminos, rectos y largos. Y podríamos ir por ellos. El mundo podría ser otro, y el hombre podría hacerlo girar en una órbita mejor.

Pero esto es algo que no existe y que, tal vez, no existirá. Ante esta idea se cierra bruscamente el corazón y se congela la vida.

Todo podría ser diferente, mejor y superior, pero no será nunca.

¿Por qué no puede salvarse el mundo, es decir pasar a otro camino? ¿Por qué se agita así, cambia, no se detiene? Porque no puede venir el Salvador y, cuando venga, si es que viene, no podrá vivir en este mundo para salvarlo.

¿Pero acaso quiere el mundo su salvación? Puede que no necesite nada, excepto a sí mismo, y está contento, contento, como si yaciera en el ata úd.

Pero fíjense. Somos seres humanos, somos parte de esta luz blanca y fíjense cómo nos consumimos. Comemos y tenemos hambre de nuevo. Amamos, olvidamos y de nuevo nos enamoramos con ardiente pasión. Crece y se consume el tallo de la hierba, se enciende y se apaga la estrella, nace, ríe y muere el hombre. Pero todo esto es una apariencia, una humareda engañosa de la vida.

Mas cuando la vida forcejea hasta lo máximo, cuando se llena hasta los bordes, cuando llega hasta su límite, entonces no se quiere a sí misma. Por las tardes el silencio es mortal. La canción de la muchacha y el peregrino es inexpresable, el alma humana no se soporta a sí misma. El cielo en el día es gris, pero en la noche luce como el fondo de un pozo y es imposible mirarlo.

Una gran vida no puede ser más larga que un instante. La vida es una ráfaga de arrebatamiento, y de nuevo una vorágine, donde los caminos enmarañados y abiertos en todas partes son infinitos.

El universo es inquietante, agotador e iracundo, porque explotó y no se apagó después de un instante, después de la luz, que iluminó todas las profundidades, y crepita y crepita, arde y no arde y se enfriará por toda la eternidad.

En ello radica su crimen y su pecado. Después de la altura mortal de la vida, del amor y de la clarividencia del pensamiento, la vida se colma y su vaso debe ser volcado. El hombre así todo lo ha amado y conocido hasta el último arrebatamiento, y su cuerpo se rompe por la fuerza ardiente de la embriaguez. No tiene nada más que hacer.

El mundo no vive, se descompone. En ello consiste su crimen y su pecado irredimible. Pues la vida no debe ser más larga que un instante, entre más larga sea, más penosa. Ahora el universo se encamina sin desvío hacia el infierno. Por la hierba y en el hombre cada vez se expande más espesa la locura. Se multiplican los misterios y ya no los abre el ariete del pensamiento. El tormento es más puro y hermoso por el rostro del universo, más sigiloso el silencio en las tardes; no basta en el corazón el amor por esas tardes.

Para qué enrojeció el sol, si arde y arde. Debería hacerse azul por las llamas y no sobrevivir al instante.

El universo es un instante ardiente que el caos ha roto y reconstruido. Pero la fuerza del universo es poder, cuando se concentra en un golpe. 1920.

Traducción del ruso de Jorge Bustamante García.