Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 8 de abril de 2012 Num: 892

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Alfredo Larrauri, arquitecto
Guillermo García Oropeza

Bárbara Jacobs entre libros
Juan Domingo Argüelles

Clase 1952
Leandro Arellano

Dos poetas

Julián, por Herbert,
a solicitud expresa

Ricardo Yáñez entrevista con Julián Herbert

Dickens y la esperanza
Ricardo Guzmán Wolffer

Para volver a dante
José María Espinasa

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Luis Tovar
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Des-motivos para celebrar

Es bien sabido que la realidad en exhibición fílmica, tan legal como antiética, propone una semana sí y otra también el cotidiano apabullamiento estadunidense, por lo que no deja de ser notable que un día como hoy que esto es pergeñado, la cartelera incluya siete películas mexicanas, entre el total de las treinta y tres que integran el todo; es decir, poco más de la quinta parte o dos de cada diez, como se quiera estimar. Por otro lado, si bien desde sus inicios este espacio ha manifestado beneplácito ante el hecho –todavía demasiado infrecuente– de que la oferta cinematográfica contenga una cantidad de filmes nacionales que por lo menos impida hablar de raquitismo, eso no significa ceguera chovinista ni mucho menos festín irreflexivo.

De los siete largometrajes mexicanos actualmente en exhibición tanto en salas comerciales como en Cineteca, Cinemanía y Casa del Cine, cuatro son de ficción y tres documentales, como sigue, comenzando por los docus: el politizado  –aunque sus realizadores quisieran negar lo evidente– De panzazo, del que ya se ha hablado aquí; el extraordinario El lugar más pequeño (2011), que le ha merecido a su realizadora, Tatiana Huezo, un sinfín de reconocimientos nacionales e internacionales, y  Tijuana: sonidos del Nortec (2011), del experimentado Alberto Cortés, que con esta producción retoma  un sitio que, desde hace años, tiene bien ganado en su calidad de documentalista.


El quinto mandamiernto

Los de ficción: Z-Baw: mejores amigos (2009), animación puerilizante cuya perpetrada es atribuible a Ricardo Gómez Villanueva; El cielo en tu mirada (2010), cometida por Pitipol Ybarra, que tuvo la osadía por nadie solicitada –salvo, claro, por él mismo– de chutarse algo así como la versión Región Cuatro, retorcida y disminuida, de la bien recordada Heaven Can Wait (1978), nomás que sin Warren Beatty, con un músico como personaje principal en vez de un quarterback de futbol americano, y sin la menor cercanía con El cielo puede... en términos de calidad formal y eficiencia narrativa; claro, para no hablar de originalidad.

No matarás (de nuevo)

Otro largometraje de ficción se titula El quinto mandamiento (2010), fue dirigido por Rafael Lara y lleva en los roles principales a Guillermo Iván, Ernesto Gómez Cruz, Alejandro Tomassi y Angélica Aragón. Partiendo del profundo desconocimiento que tienen –y del cual Unoqueotro inclusive hace absurdo alarde, como tristemente le consta a este sumaverbos–, a las generaciones más recientes quizá no les diga nada el nombre de José Estrada ni, por ende, un título como El profeta Mimí, que hace la friolera de cuarenta años abordó, con resultados memorables, el mismo tema-base que este quinto mandamiento: sujeto solitario y evidentemente perturbado, asesino serial de mujeres. No paran ahí las similitudes, por cierto, pues tanto en el filme del extrañado Perro como en la de Lara hay puntuales referencias de tipo religioso –católico, para más especificidad–, así como un trasfondo de culpa, perdón y castigo, bastante ad hoc por cierto con la mentalidad judeocristiana que todo lo hace pasar por el filtro del “bien” y el “mal”, claro está, de acuerdo con su propia versión de tales conceptos.

A favor de El quinto mandamiento puede aducirse que incluye en su trama algo que hace cuatro décadas no era siquiera imaginable plantear en cine y que no era, como hoy sí lo es, una realidad que escuece: la pederastia sacerdotal y sus nefastas, devastadoras consecuencias tanto colectivas como, lógicamente, para los afectados. En ese sentido, y si bien se trata de un personaje con peso y volumen casi nada más de estereotipo, es valiosa la inclusión de la subtrama a cargo del sacerdote interpretado por Ernesto Gómez Cruz.

Empero, al protagonista de El quinto..., profeta Mimí del nuevo siglo, se le hace ir y venir, dramáticamente hablando, de su alienación al principio sin fisuras a una suerte de acto de contrición y reconocimiento de su propio mal, que no se avienen del todo con el planteamiento básico; es decir, precisamente el de un individuo perturbado a un nivel tal que cualquier expiación le resultaría imposible. La solución argumental que se desprende de lo anterior es, por lo tanto, ineficaz por inverosímil: he ahí a un violado-violador-asesino que, cuando tiene ya a la víctima a su total merced, sea por las “voces” que escucha, sea porque la víctima saca de la nada una engañifa burda pero increíblemente eficaz, acaba por soltarla... Un poco como Lara soltó, a saber por qué razones, los hilos de una película que, en ausencia de ciertos tics efectistas de fondo y de forma, habría podido ser en verdad buena.