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Hace 30 años un golpe de Estado impuso una dictadura que dejó 30 mil víctimas

Recuerdan exiliados argentinos tiempos de horror y represión, para no olvidar

No perseguimos venganza, sólo verdad, justicia y memoria: embajadora Patricia Vaca Narvaja

 
Periódico La Jornada
Domingo 25 de marzo de 2012, p. 21

El 24 de marzo de 1976 un golpe de Estado impuso en Argentina una dictadura militar que dejó un saldo 30 mil víctimas, entre muertos y desaparecidos. En ese momento, el régimen utilizó todos sus recursos para desaparecer, matar, encarcelar y empobrecer a millones de argentinos; 36 años después, en el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, ocurre todo lo contrario: Se garantiza el respeto a los derechos humanos y se trabaja fuertemente por la memoria, la libertad y la justicia.

La embajadora de Argentina en México, Patricia Vaca Narvaja, encabezó la noche del viernes la conmemoración de la fecha que en 2003 el entonces presidente Néstor Kirchner instituyó como Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia.

La presidenta Cristina Fernández ha dado continuidad a la decisión de Kirchner y los tres poderes –Legislativo, Judicial y Ejecutivo– avanzan en la misma dirección, porque un pueblo que renuncia a su memoria, que permite la impunidad de los crímenes más terribles, como los de lesa humanidad, no tiene futuro.

Todos los que perdieron a familiares y amigos o padecieron en carne propia la represión, llevan cicatrices imborrables, pero –expresó la embajadora– no perseguimos revancha ni venganza, simplemente verdad, justicia y memoria para que estas situaciones no se repitan.

Este año, la conmemoración –a la que asistió el embajador de Cuba en México, Manuel Aguilera de la Paz– incluyó una mesa redonda sobre los exiliados que desde la sicología y el sicoanálisis jugaron un papel de primera importancia para hacer más llevadera la vida a quienes se vieron obligados a abandonar su país.

Organizada por la embajada argentina, en colaboración con la cátedra Abuelas de la Plaza de Mayo (que se imparte en la Universidad del Claustro de Sor Juana), la mesa redonda contó con la participación de Beatriz Aguad, Enrique Guinsberg e Ignacio Maldonado, con quienes compartieron aspectos diversos de su estrujante experiencia, moderados por la escritora argenmex Sandra Lorenzano.

Los exiliados argentinos que llegaron a México cargados de dolor y muerte encontraron aquí calor de hogar; cada 24 de marzo sentimos un dolor de panza, no hay duda de que el cuerpo tiene memoria, dijo Lorenzano, vicerrectora académica del Claustro de Sor Juana.

Guinsberg detalló las circunstancias en que fue creado el Grupo argentino de trabajadores de la salud mental, en el que especialistas de la siquiatría, la sicología y distintas corrientes sicoanalíticas unieron esfuerzos y conocimientos para atender y aliviar en la medida de lo posible los sufrimientos de los exiliados.

La labor –aclaró Guinsberg– no sólo era médica, también tenía un componente esencialmente político: denunciábamos la persecución y la represión a que estaban sometidos los trabajadores de la salud mental en Argentina.

Fue conmovedor el testimonio de Beatriz Aguad, quién llegó a México en 1977 con dos hijos, el menor de tres años y el mayor de nueve; yo trabajaba en el policlínico Gregorio Alfaro Araujo, donde fuimos prácticamente diezmados; a mi jefe, el doctor Woldenberg, le mataron dos hijos y le pusieron una bomba en su casa.

Al llegar a México entró en contacto con Ignacio Maldonado y Enrique Guinsberg. Su propuesta fue que hiciéramos un trabajo solidario, lo que me gustó y me impulsó, pero no era sólo atender el aspecto emocional o mental, sino hacer frente a otras necesidades que se presentaban: de pronto alguien necesitaba una casa o un trabajo o localizar a un niño.

La mesa redonda concluyó con la entrega de diplomas a los médicos exiliados que contribuyeron a aliviar las penurias de sus compatriotas.

Sandra Lorenzano puntualizó: En este Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia vale la pena que recuperemos todas estas voces, que recuperemos el recuerdo de esos años en que nuestra única casa estaba en México; el trabajo sobre derechos humanos que ahora lleva a cabo Cristina Fernández de Kirchner, en Argentina, no lo hubiéramos imaginado ni en nuestros sueños más fantasiosos y voluntariosos.