Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 11 de marzo de 2012 Num: 888

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Atelier Bramsen,
museo vivo

Vilma Fuentes

Tomóchic o la victoria
de la realidad

Ignacio Padilla

¡Qué darían por se
tan sólo un árbol!

José Pascual Buxó

El abecedario Mafalda
Ricardo Bada

Casi medio siglo
de Mafalda

Antonio Soria

Pistorius y el sprint vital
Norma Ávila Jiménez

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Enrique López Aguilar
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Fastidio preelectoral

De nuevo los días, las vísperas ominosas donde el dinero de los contribuyentes se vuelve contra ellos convertido en basura multiplicada por la radio, la televisión, los espacios cinematográficos, los espams telefónicos, los pegotes en paredes, las pintas en bardas, los letreros de plástico, los llamados “espectaculares”, el volanteo, las encuestas y entrevistas que, con la venia del IFE, no dejan en paz a nadie. El cometido: persuadir a la resignada ciudadanía de que no es posible carecer de credencial de elector, de que no es posible renunciar al derecho de votar, de que hay que votar por Fulano o Perengano, por el Partido X o el Partido Y, como si no hubiéramos visto ya el desfile de corruptelas, mapacherías, fraudes y compadrazgos pintados de tricolor, de blanco y azul, de amarillo, de verde y de todas las gamas cromáticas imaginables.

Antes del escepticismo: Uno escucha la antes invulnerada Radio Universidad en el coche; son las 6 de la mañana. De pronto, una voz cavernosa no exenta de estulticia repite: “te lo dije” y, claro, lo que viene es el regaño para quienes no han cambiado su credencial de elector. Cambio a Opus, donde fatalmente se escucha:  “en este país ya no hay soluciones”. Nuevo cambio a Radio Universidad, a cualquier estación y, como si se tratara de un proyecto ideado para imbecilizar a la gente entre las 6:15 y las 6:30, todas las estaciones que Uno escucha con agrado repiten y barajan (porque también repiten el mismo anuncio con tres minutos de diferencia) la misma retahíla propagandística.

Uno apaga la radio con la esperanza de que en diez minutos más volverá la música, o los comentarios sensatos de alguien sensato. Tira la mirada por la ventanilla en busca de algo que rescate el tedio de la hora. Desde las azoteas de los edificios varias sonrisas babosas de personas que parecen la mar de confiables y amistosas tienden manos y miradas para persuadirnos de que ellos no son los mismos que ayer nomás, en los periódicos, aparecían echando mierda sobre todos sus contrincantes, sospechosos de trampas y alianzas nunca confesadas con tal de llegar a la jefatura delegacional, a la diputación, a la senaduría, a la Grande. “ Yo prometo acabar con el Mal”,  “conmigo tendrán trabajo”,  “soy respetuoso de las leyes”,  “tengo las manos limpias”,  “yo sí sé”.  Y todos esos graznidos silenciosos desde los “espectaculares” hacen suponer que cada promesa se cumplirá de manera inversamente proporcional en cuanto la persona de la fotografía alcance la silla (siempre hay una) y Uno ve al candidato acudiendo a sólo dos de cada doscientas sesiones de su trabajo en cualquiera de las Cámaras.

Sigue un alto. Ha regresado la música en la radio. La pared de la esquina está pintada de blanco y sobre ella hay un lema de campaña que ya se ha leído en los “espectaculares” que repiten lo cacareado en los anuncios radiofónicos y televisivos que se sintetizan en volantes recibidos en la calle. Cada poste de luz se encuentra tapizado con papeles que no anuncian peleas de box sino campañas políticas. De lado a lado de la calle, como si papel picado de las ferias y las fiestas, cruzan plásticos impresos atados en las alturas con las mismas sonrisas de los mismos personajes que ya se han visto en los “espectaculares”, en los volantes, en la tele y cuyas voces aburren en la radio. Uno no ha llegado ni a la mitad de su recorrido y ya le da urticaria la cantidad de basura propagandística que lo rodea y lo cubre, sin tregua.

No faltará la “suerte” de que alguna empresa encuestadora telefonee a casa para conocer la autorizada opinión de Uno en torno a cuestion  arios sesgados, o irrumpan grabaciones que llaman a toda hora para, ¿por qué no?, conocer de viva voz y en el teléfono de la sala las grandes ideas con que cada candidato –que sólo aspira al poder y a no quedar fuera del presupuesto– pretende convencernos de que él es el preciso, quien luchará personalmente por ti cuando sea delegado, diputado, senador, presidente. Hoy por mí, mañana por ti: vota y mandaré pavimentar tu calle.

Nada que hacer. En temporada preelectoral (que ya es todo el tiempo transcurrido entre elección y elección) mejor apagar la radio y la tele, atender el identificador de llamadas telefónicas, no mirar la propaganda ni la publicidad en las calles y conservar las ideas personales hasta la llegada de las elecciones. Al cabo de tanto dispendio Uno votará, pero sobrevendrán nuevos fraudes, “haiga sido como haiga sido”.

Y falta la campaña postelectoral, donde el IFE se felicitará a sí mismo por su enorme labor altruista