Dos cantos paraguayos


fotos: HERIBERTO RODRÍGUEZ. Descenso a Real de Catorce, SLP, 8 de febrero de 2012

Augusto Roa Bastos

Canta el urutaú,
conozco bien su queja solitaria
que hace entre las maderas su aposento
en el tímpano denso de la noche,
detrás del tiempo, de espaldas
a la luz.

Pero desde el nocturno campanario
del monte,
no dobla por los muertos
sino por los ausentes en lejanos países,
por los vivos que mueren poco a poco
bajo el madero negro de la ausencia.

Porque en la zona roja del tanino,
o en las comarcas del yerbal profundo,
o entre los cocoteros sepulcrales,
suena el sonido puro
de la guerra.

Desde el silencio atado a tantos huesos
que errabundas centellas
agitan por la casa dormida de la noche,
crece el fragor, el vasto son de fuego,
su redoble triunfal.

Más fuerte que el penacho de humo,
más alta que el recuerdo y las palabras,
la fogata natal centellea a lo lejos
y en la noche sagrada dibuja
su reino melodioso.

Un hálito ancestral anda y recoge labios,
anda y recoge pulsos hundidos en la arena,
cose entre las cortezas meteoros caídos
y sobre el terciopelo de la noche
junta estas joyas,
estos eslabones sagrados
que arman la cegadora certeza del triunfo.

La Cruz del Sur está en su sitio,
sube y decora el cielo
desde su empuñadura de miradas y manos;
la sangre combatiente está en su sitio,
el tiempo está en su sitio
y el espacio que falta a nuestros hombros
se llena ya de nuevas frentes
y claridades.

Porque la patria vive
como una gigantesca mano color de tierra;
porque la tierra vive
como una gigantesca llama color de aurora.

Y en esta luz un pueblo lázaro
se levanta y camina.

(De Nocturno paraguayo)

 

NACIMIENTO DE KUÑA

Vestida de agua, con su anillo de agua,
con su pecho de arena pero adornada de agua
la tierra en su soporte
de cuatro grandes vientos estelares
comenzando a girar se fue embutiendo
en su pellejo trémulo
de nubes y vapores y celajes.

Todo ya estaba hecho pero aún
el Gran Padre Brillante deformaba y formaba
estambres y plumajes, direcciones, semillas,
con el zumbido musical
de sus gestos profundos.

Alzando más la voz:

–Ahora hemos de encontrar a la mujer,
Jajuhu vaerâ, kuña

–¿Cómo hemos de encontrar a la mujer?
Dijo Ñanderu-Mba’e-Kuaa.

Ñanderuvusu formó una vasija de barro
y la cubrió con el tenue
tatatiná de su aliento

Después dijo a Nanderu-Mba’e-Kuaa
–Vete a ver a la mujer en la vasija.

Ñanderu-Mba’e-Kuaa,
el conocedor de todas las cosas
fue a mirar en la vasija
y la mujer estaba allí
y él la trajo a la presencia
de Ñanderuvusu.

Y el Gran Padre de nuevo:
–Vete a probar a la mujer,
la abrazarás, la enredarás ardiendo
en tus caricias, hasta hacer que despierte
por la hendidura de su vientre roto y florido.

Ñanderu-Mbaé-Kuaa
llevó a la mujer color de tierra y agua,
medialuna morena,
la apretó entre sus brazos,
yació con ella, la penetró despacio,
pero no quiso mezclar su semen
con el semen de Nanderuvusu.
Lo puso aparte en el óvulo
de la mujer, la fecundó como un gran río
que entra cantando en una selva gorjeante
hasta que poco a poco
ella quedó despierta y solitaria,
y él inmóvil, al lado, con su inútil carbón
del hombre quemado en su llama
olorosa.

(De Yñipyrú, colección poética inspirada en
cantos y leyendas de los apapokuva-guaraní)

Augusto Roa Bastos (Asunción, 1917-2005), sin duda el escritor más conocido de Paraguay, en particular por sus novelas Hijo de hombre y Yo el supremo, fue autor de varios libros de poesía, los cuales ocupan un sitio singular en su producción literaria: entre otros El ruiseñor de la aurora, El naranjal ardiente-Nocturno paraguayo y Silenciario