Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 4 de marzo de 2012 Num: 887

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Jair Cortés

Con qué cara
Yorgos Yeralis

Julio Torri: la sutil elegancia de la brevedad
Enrique Héctor González

Ladridos en la Torre
de Babel

Agustín Escobar Ledesma

Karel Svenk, esteticismo
y esperanza

Irena Chytrá

Las huellas de la memoria
Miguel Ángel Muñoz entrevista con Antoni Tàpies

París d’Antoni Tàpies
Pere Gimferrer

Egon Schiele y las expresiones del cuerpo
Anitzel Díaz

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Galería
Rodolfo Alonso

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 


Tàpies observa a Tàpies Foto: la brujulazularte

entrevista con Antoni Tàpies

Miguel Ángel Muñoz

Entrar en el estudio de Antoni Tàpies (Barcelona, España, 1923-2012) era adentrarse en un universo inédito, deslumbrante, para entender la vida y obra de uno de los artistas más importantes de la segunda mitad del siglo XX. El espacio siempre estuvo lleno de obras recientes, de cuadros aún no terminados, pero que ya tenían la marca indiscutible del artista catalán. Tàpies fue un maestro del orden, un alquimista del diálogo poético-pictórico. Fue también, ante todo, un pensador que se manifestó a través de obras de arte. No es un narrador ni un poeta, aunque, como decía el crítico español Juan Eduardo Cirlot, tenía una pequeña parte de lo primero y una mayor de lo segundo. Reconocido con el Gran Premio de la Bienal de Sao Paulo en 1955, el Premio Unesco de la XXIX Bienal de Venecia en 1963 y el León de Oro de dicha bienal en su XLV edición, en 1993; Premio Rembrandt en 1983, Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1990, Miembro de Honor de la Royal Academy of Arts de Londres en 1992, obtuvo la medalla Picasso de la Unesco en 1994. Ha expuesto de forma individual en el Museo Solomon R. Guggenheim de Nueva York en 1962 y 1995, así como en el Museo de Arte Moderno de dicha ciudad en 1992; en el Museo de Arte Contemporáneo de Montreal en 1977; en el Museo de Arte Contemporáneo de Chicago en 1977; en el Museo de Arte Moderno de París en 1987; en la Fundación Serralves, Oporto, 1991; en la Galería Nacional del Juego de Pelota de París en 1994 y en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid en 1990, 2000 y 2005. Destacan sus contribuciones a la teoría estética a través de los libros La práctica del arte, El arte contra la estética, En blanco y negro y Memoria personal.

–Siempre has dicho que has hecho el mismo cuadro en los últimos años. ¿Lo sigues creyendo cuando estás por cumplir noventa años?

–Hace un tiempo Umberto Eco recordaba que el intelectual, el artista, por más cosas variadas que haga, en el fondo siempre está escribiendo el mismo libro y desarrollando unos ideales casi únicos. Pero, quizá, tanto como unos ideales, se trata también de una posición, de una manera de ser. Y se podría precisar que esa manera de ser tampoco es muy variable. Además, tiene mucho de producto obligado de los tiempos históricos que nos ha tocado vivir.

–Hablas de hacer un mismo cuadro, pero quien conozca tu obra en retrospectiva verá una “contradicción”, pues si hay alguien en el arte contemporáneo que ha cambiado y evolucionado eres tú, ¿no lo crees?

–Voy haciendo combinaciones de materiales, mezclo colores, enfrento formas, pruebo a ver qué ocurre. Como el boticario que realiza pruebas con los específicos hasta obtener la fórmula del remedio. Sí, yo hago algo parecido; hasta que me doy cuenta de lo que aparece, ¿para qué negarlo? Me sorprende de pronto, ¡caray! Me produce una especie de sobresalto, una emoción que me detiene, que me sugiere una pausa.

–¿Sigues estando seguro de tus ideas sobre el arte, de tu forma de entender el mundo, o hay cambios importantes en tu vida?

–Siempre he dicho que soy un poco como esos autores que se dice que sólo han escrito un libro en su vida. Yo he pintado un cuadro con muy pequeños cambios; en mi camino, con todas las matizaciones necesarias, pero siempre con una constante muy particular en mi carrera, que es guiarme siempre por la filosofía de Oriente. Si sigo trabajando es por mejorar lo que hago, aunque el cuadro ideal, perfecto, todavía no ha llegado.

–Has hablado de una “realidad auténtica”, o simplemente, de la realidad que está más allá de nosotros mismos. ¿Crees que este concepto tiene un límite?

–Después de mucho vivir, leer y estudiar te encuentras que la realidad sigue siendo un misterio. El concepto “misterio” persiste, por lo menos en los temperamentos que no tenemos creencias definidas. Hay ciertas religiones que han dado respuestas, no definidas, pero las dan. No es que no creas que debemos mantener una ilusión, pero sí hay que entender que hay un misterio más allá de la vida: la muerte. Aunque soy bastante optimista. En momentos gana la vida.

–En casi toda tu obra se percibe esa búsqueda mística del mundo. ¿Consideras que esos instantes pictóricos tienen algo de religioso?

–Busco más bien algo divino (lo pongo entre comillas), pero lo busco en las cosas materiales o en mi vida cotidiana. Soy un “espiritualista materialista”. Y en este sentido me siento próximo a ciertas ideas de la ciencia y me intereso por libros de divulgación científica. Me acompañan lecturas –que en realidad son relecturas– de este tipo. La ciencia tiene algo de espiritual y algunos científicos coinciden con una visión del mundo que también me interesó y me sigue interesando: Oriente y su filosofía. Bertrand Russel ya decía que la ciencia es más espiritual y la materia menos material de lo que comúnmente se piensa. En mí existe una especie de gusto o sentimiento por lo trascendente, pero en el sentido de buscar la trascendencia en lo inmanente. La realidad material es extremadamente profunda y refinada, tan bella que uno experimenta un gozo religioso cada vez que se atiende a lo más pequeño: una piedra, una hojita…

–La materia es otro tema clave para entender tu obra. ¿Cómo la sigues entendiendo en tu proceso de creación?

–La materia es un soporte que permite dibujar y hacer grafismos de forma diferente al papel o la tela. Desde finales de los años cuarenta, la materia fue una reacción a la pintura académica, una agresión al soporte, y al mismo tiempo forma parte del mensaje de la obra. Mi gran preocupación era buscar explicaciones de tipo material a la vida y las explicaciones que daban los científicos me parecen discutibles, pero me interesaron las referencias que hacían a la cultura hindú y budista. Me dediqué a este divinismo que sigue siendo una sabiduría muy moderna, sin dogmas ni Papas.