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Las personas ricas violan las señales de tráfico, hacen trampa y mienten más que los pobres

La riqueza favorece conductas inmorales, refiere estudio

La gente de estratos sociales altos valora positivamente la avaricia; así explica su proceder

La búsqueda del interés personal es una motivación importante para la elite, y la codicia puede llevar a algunos a portarse mal, explicaron los autores de la investigación en EU y Canadá

 
Periódico La Jornada
Martes 28 de febrero de 2012, p. 2

Washington, 27 de febrero. Las personas de clase alta son más propensas a violar las leyes de tránsito, a comer un caramelo destinado a otros o a mentir para enriquecerse aún más, según un estudio realizado en Estados Unidos y Canadá.

La investigación, publicada este lunes en la revista de la Academia Nacional de Ciencias (PNAS), fue realizada por investigadores de la Universidad de California,en Berkeley, y la de Toronto, en Canadá, que constó de siete experimentos con un centenar de personas en cada prueba.

Uno de estos experimentos mostró que los propietarios de automóviles de mayor cilindraje o de vehículos lujosos son más propensos a cometer infracciones y permitían menos el paso de los peatones.

Otra prueba, realizada con un juego de dados y una recompensa, señaló que la gente de un estatus social más elevado tenía más tendencia a mentir sobre su puntuación.

Incluso en personas para quienes 50 dólares es poco dinero, las trampas eran tres veces más altas, indicó el principal autor de la investigación, Paul Piff, de la Universidad de Berkeley.

Muestra los extremos en los que la riqueza puede fomentar pautas de interés personal y falta de ética, dijo Piff. Durante una entrevista de trabajo simulada, las personas de mayor estatus se mostraron menos reacias a mentir a la supuesta aspirante al no decirle que el puesto que le ofrecían se eliminaría rápidamente.

Y cuando se les dio un paquete de caramelos y se les dijo que era para los niños que estaban en una habitación contigua, las personas de clase más acomodada comieron más que los menos favorecidos.

La proporción de caramelos que tomaron, dos veces más que otras personas, sorprendió incluso a Piff, quien ha estudiado el impacto de la moral de la gente rica en las donaciones de caridad y encontró que tiende a dar menos que los pobres.

También en este estudio los investigadores condicionaron a algunos de los sujetos a pensar primero más de sí mismos como parte de un rango social superior al compararse con otros que tenían menos. El ejercicio mostró que se podía entrenar a las personas a pensar más de sí mismas, y que actuarían a su vez con mayor avaricia y menor honradez y ética, lo cual demostró que el estatus condiciona la avaricia.

La búsqueda del interés personal es una motivación más importante para la élite, y la codicia, que aumenta con la riqueza y el estatus social, puede llevar a algunos a portarse mal, explicaron los autores del estudio.

El estudio plantea que hay una serie de factores que podrían dar lugar a normas compartidas culturalmente entre individuos de clases altas.

Los investigadores destacaron que las clases altas son más independientes, por tanto, les preocupa menos lo que digan los demás.

Desconectados de la sociedad

Según Piff, la gente con más dinero tiende a valorar positivamente la avaricia y confía menos en la familia y los amigos para apoyarse en tiempos de necesidad; este elevado estatus tiende a hacer que se desconecten de la sociedad.

Los más ricos son más propensos a la cultura del rendimiento, lo que puede volverlos menos atentos a las consecuencias de sus acciones, señalaron los investigadores.

Hay excepciones, afirma el estudio, el cual señala a famosos integrantes de clases altas que denunciaron escándalos financieros, como los de Worldcom o Enron, y ricos filántropos como Bill Gates o Warren Buffett.

También apuntaron a investigaciones previas que vinculan pobreza y violencia, las cuales contradicen la noción de que toda la gente pobre es más honesta que la rica, añadieron.