18 de febrero de 2012     Número 53

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

La producción de agave azul en el sur de Jalisco

La maldición del oro azul

Peter R.W. Gerritsen* y Jaime Morales Hernández**
*Universidad de Guadalajara
**Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente

Hablar del tequila es hablar del agave pero no de cualquier variedad, es hablar del agave azul, y si bien el tequila ha logrado posicionarse como bebida a nivel internacional, en el entorno local el panorama se vuelve sombrío cuando nos detenemos en las formas de producción de su materia prima y los efectos que tiene sobre el medio ambiente y las sociedades rurales. Ilustraremos esta situación con el ejemplo del sur de Jalisco.

La esperanza del oro azul. El cultivo del agave azul es nuevo en el sur de Jalisco y apareció por primera vez a principios de los 90s. Desde entonces, ha presentado un crecimiento acelerado, motivado por varios factores: la demanda nacional e internacional, el alto valor de la materia prima para la elaboración del tequila, los constantes ciclos de déficit y demanda del producto, la apertura de apoyos financieros privados y gubernamentales y la aparente rentabilidad del cultivo.

Con su llegada, el agave azul despertó grandes sueños y promesas entre los productores de esta región, en un periodo de crisis económica y precios bajos de los cultivos tradicionales, y muchos de los agricultores hablaban entusiasmados de la llegada del “oro azul”. Un caso representativo es el ejido Modelo, donde dos o tres personas recibieron millones de pesos por su agave, ya que en ese momento sólo eran ellos los que tenían este cultivo. A raíz de este hecho, y dado que no había materia prima para el tequila, se inició el boom de las plantaciones de agave con el objetivo de hacerse ricos.

Al principio hubo campesinos, paisanos en el extranjero y personas que vendieron infinidad de bienes con tal de entrar al negocio del agave. Compraron la planta a 16 pesos, y con una densidad de tres mil a tres mil 500 plantas por hectárea, hicieron un gasto de 48 mil a 56 mil pesos por hectárea sólo en la plantación. Ahí empezaron siete a ocho años de mantenimiento y manejo del cultivo que generaron muchos gastos más. Cabe resaltar las grandes cantidades de agroquímicos que se emplearon durante estos años del cuidado de la planta (pesticidas, fungicidas, selladores para la tierra, abonos de todo tipo). En aquel tiempo, bastaba con que alguien llegara a ofrecer un agroquímico para el agave y ya tenía vendido todo su producto, y se despedía con encargos para regresar después. Pero al final de cuentas en el ejido Zapata un incendio bastó para quemar las ilusiones de la gente y hubo campesinos que no cosecharon ni siquiera una bola de toda una parcela.

Otra maldición será. Ahora, después de más de diez años, con paisaje azules dominando muchas regiones, queda claro que no se cumplieron estas esperanzas campesinas. El oro azul se ha convertido en una maldición conocida, ya que el agave azul ha seguido el mismo camino que otros cultivos agroindustriales.

Igual que en varios cultivos representativos de la agricultura agroindustrial, la expansión acelerada del cultivo de agave azul ha tenido efectos negativos en los ámbitos ecológico, económico y social y se ha convertido en fuente de fuerte preocupación para los campesinos y otros actores regionales. Entre los efectos negativos que actualmente se observan, se cuentan: erosión de suelo, contaminación de suelo y agua por el uso de agroquímicos (altamente tóxicos y prohibidos en otros países) y destrucción de los bosques nativos de los ejidos.

Además, como es el caso del ejido Modelo, el cambio de cultivo ha causado consecuencias en la vida campesina. Allí 80 por ciento de los parcelas se convirtieron en plantaciones de agave y dejaron de lado las siembras de maíz y frijol, que habían sido el sustento de todas las familias hasta la llegada de este engaño fatal. Se ha ocasionado la escasez de maíz y frijol, la compra-venta de tortilla de fuera y la pérdida del amor y respeto por la tierra. Además, las únicas beneficiadas del boom del agave fueron las empresas tequileras (ya que tienen bastante materia prima, y no bajaron el precio del tequila a pesar de que se abarató la materia prima); el Grupo Maseca (con la falta de siembra de maíz, ahora esta compañía vende más), y el gobierno (con la descampesinización del campo, tiene el camino libre para hacer lo que le venga en gana).

En este momento, el agave azul en la sur de Jalisco representa una maldición más fomentada por la agroindustria. Es una triste realidad, pero es la nuestra.

A manera de conclusión. El libro Agave azul, sociedad y medio ambiente, editado por Peter Gerritsen y Luis Manuel Martínez Rivera, de la Universidad de Guadalajara, describe la problemática del agave azul en el sur de Jalisco. El libro muestra que no es posible continuar cultivándolo con los paquetes tecnológicos que sólo buscan una dependencia económica de recursos externos, y deberán implementarse nuevas formas de cultivar esta especie con métodos más amigables con el ambiente y con las especies que han vivido en forma silvestre en estos espacios, donde el agave azul es una especie extraña que en muchos de los casos reemplaza la flora y la fauna nativa.

Los mezcales del sur de Jalisco:
tradición milenaria y diversidad en riesgo

Zizumbo V.* y Miguel Partida Rivera**
*Profesores-Investigadores de la Unidad de Recursos Naturales, Centro de Investigación Científi ca de Yucatán (CICY)
** Productor de mezcales artesanales tradicionales de Zapotitlán, Jalisco

¿Mezcales de Jalisco? ¿Qué no Jalisco es la tierra del tequila? Sí, pero el tequila, que antes se llamaba vino-mezcal de Tequila, es sólo uno de los mezcales cuya cuna es Jalisco, tierra con gran tradición de mezcales. Sin embargo, y de forma muy extraña, Jalisco se encuentra en su totalidad dentro de la Denominación de Origen Tequila (DOT), pero no en la Denominación de Origen Mezcal (DOM). Esto significa que legalmente ninguno de los productores de mezcales artesanales tradicionales que producen en ese estado con especies diferentes del clon Agave tequilana Weber variedad azul puede comercializar su bebida con el nombre que por derecho histórico les pertenece: mezcal. En esta situación están ellos y todos los productores de los 19 estados de la República que producen tradicionalmente mezcales y no están en la DOM.

El caso del sur de Jalisco es emblemático. Se trata de una región, en los alrededores de los volcanes de Colima, donde se ha encontrado evidencia arqueológica del uso y la importancia continua de los magueyes desde hace cuando menos dos mil 500 años. A partir de este uso continuo, los pobladores han seleccionado más de 20 variedades tradicionales de Agave angustifolia Haw, la misma especie de la que se originó la variedad azul con la que se elabora el tequila, de acuerdo con todas las evidencias científicas. Junto a estas variedades, también cultivan otra especie: A. rhodacantha Trel.

Todas sus variedades de maguey son parte del sistema agrícola milenario llamado milpa –el cultivo simultáneo de maíz, frijol, calabaza y chile, que es la base de la cultura agrícola y alimentaria tradicional de nuestro país, cuyo rasgo distintivo es la diversidad biológica y cultural–. Las cultivan como cercas vivas para proteger la milpa del ganado, y dentro de la milpa, a manera de bordos en sentido contrario a la pendiente, para proteger el suelo de la erosión y ayudar a la captación de agua. La estrategia de los productores ha sido crear y mantener no sólo muchas variedades de una misma especie que se puedan cultivar junto con los alimentos básicos, sino también variedades que en sí mismas contienen alta diversidad genética, muchísimo mayor, en 73 por ciento, que la del tequila. Esta alta diversidad y su cultivo bajo asociación son un seguro contra del ataque de plagas y enfermedades y contra los efectos del cambio climático. Pero también significa una gran variedad de aromas y sabores, muchísimo mayor que la monotonía del sabor del tequila, que sólo se produce con la variedad azul.

Las características del hoy sur de Jalisco fueron descritas por los españoles en la Relación de Zapotitlán en 1579: “Hay en esta provincia un árbol llamado MEXCATL, que llaman los españoles ‘maguey’, que dél se hace vino, vinagre, miel, sogas, ropa, madera para casas, agujas, clavos, hilo, bálsamo para heridas muy aprobado”.

Más de 430 años produciendo vino de mexcatl y estos artesanos tradicionales no pueden llamar comercialmente a su bebida mezcal.

Las amenazas para el mantenimiento de esta cultura milenaria, de la gran diversidad de plantas y de esta fuente de ingresos de decenas de campesinos de esta región, con altos índices de marginación y emigración a Estados Unidos, han ido multiplicándose y agravándose hasta volverse fatales. Las amenazas vienen principalmente de la industria tequilera, y esto es paradójico, ya que su desaparición representará el desvanecimiento de la cultura y la diversidad de plantas ¡de las que el mismísimo tequila se originó!

El crecimiento de la industria tequilera ha llevado a la expansión del monocultivo de la variedad azul a esta zona, en donde se le renta a los campesinos la tierra con el compromiso de no cultivar variedades tradicionales, evitando así que en la cosecha se vayan cabezas que no sean de la variedad azul. Para economizar mano de obra, lo siembran en el sentido de la pendiente, causando erosión del suelo. Su cultivo requiere del uso de plaguicidas y herbicidas, porque, como dicen los campesinos “hasta los pollos se las comen”. Esto obliga a que sea un monocultivo que desplaza no sólo a las variedades tradicionales de mezcal, sino también a los cultivos alimenticios. Muchos campesinos, sin embargo, se han resistido a sembrar tequila en sus tierras y continúan con variedades tradicionales y produciendo mezcales artesanales.

Pero la industria tequilera está dispuesta a desaparecerlos completamente del mercado. Con la NOM 186 que propone la Secretaría de Economía, no sólo no podrían llamar a sus bebidas mezcales, como ya los restringe la DOM, sino que tendrían que llamarlas “aguardiente” o “destilado de agavácea” (nombre de la familia botánica a la que pertenecen los agaves), evitándoles transmitir al consumidor, con la palabra mezcal y con la palabra Agave, toda la tradición y la especificidad biológica que hay detrás de sus bebidas. De prosperar esa NOM, definitivamente desaparecerían esta tradición milenaria y la diversidad biológica en la que se sustenta, privando a los productores del derecho de dedicarse a una labor lícita, derecho consagrado por el artículo 5 de nuestra Carta Magna, y profundizando lo que para ellos ya es una cruel realidad actual: la marginación en su patria y la necesidad de la emigración.