Opinión
Ver día anteriorLunes 13 de febrero de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Toros
¿La fiesta en Paz?

Vergüenza torera

E

n la exitosa temporada de 1944 en la Plaza Monumental de Barcelona, donde además de Carlos Arruza, que toreó 10 tardes, actuaron otros matadores mexicanos como Luis Castro El Soldado, Fermín Rivera y Carlos Vera Cañitas, en el mano a mano de Pepe Bienvenida y Arruza, celebrado el 9 de agosto de ese año en la ciudad condal, los toros de Terrones, además de carecer de respeto, resultaron mansos, blandos y escasos de poder, y Pepote (José Mejías Jiménez, hermano de Antonio y de Ángel Luis Bienvenida), velando por los legítimos intereses de la afición que había acudido en masa y mostrando su vergüenza torera, escribió esa misma noche al empresario una carta, publicada al día siguiente en el periódico La Prensa, en estos términos:

“Señor don Pedro Balañá. Mi querido amigo: …Ante el soberbio espectáculo ofrecido por este público, tan bueno y tan efusivo, acudiendo en masa a presenciar el mano a mano de este modesto artista con Carlos Arruza, espectáculo que se ha visto defraudado ante la insignificancia del ganado –circunstancia de la que no somos culpables ni mi compañero Arruza ni yo–, me dirijo a usted para ofrecerme total y definitivamente para que organice, si lo cree oportuno, a base de una corrida de absoluta garantía y del mejor trapío, otra corrida análoga a la de ayer, en la que podamos corresponder como merece a la bondad de este público, que de manera tan delicada y tan emotiva se expresó en favor nuestro, en la que tanto Arruza como yo, pese a la falta de toros, pusimos todo nuestro mejor empeño.

Este espontáneo ofrecimiento mío, sin consulta, por falta de tiempo, con el torero que hoy ocupa merecidamente el primer plano de la actualidad, no tiene más finalidad que la expresada: saldar una deuda con este gran público. En sus manos, querido Pedro, dejo mi sincera y leal iniciativa. Le saluda cordialmente, Pepe Bienvenida. Barcelona, 9 de agosto de 1944.

Dos días después, en respuesta no de la empresa sino de un aficionado pensante, Juan García Pujada le sugería al cronista taurino de La Prensa: “Bienvenido sea el mano a mano reparador… repítase la combinación y volvamos a pagar a buen precio nuestras localidades pero, ¡por Dios santo!, que el producto de tal corrida no vaya a parar a las arcas del desaprensivo empresario, sino que se destine a cualquier obra benéfica, con lo cual entiendo yo que se hará justicia”.

Hoy, por acá, orejas aldeanas matan dignidad.