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Más de 18 mil personas han visitado la magna retrospectiva del artista en Tlatelolco

Dr. Atl convierte al público en ave que mira los valles de sus paisajes

Su quehacer nos cuenta la grandeza del paisaje nacional, dice Andrés Blaisten, curador de la muestra

México tiene una deuda muy grande con él: difundir su arte a escala mundial, señala

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Entre 30 y 40 por ciento de las obras que conforman la retrospectiva nunca se habían exhibido, y quizá pase un par de décadas para que una exposición así se repitaFoto José Carlo González
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Volcanes, 1952. Óleo y Atl color sobre masonite
 
Periódico La Jornada
Lunes 13 de febrero de 2012, p. 9

Y de repente, la naturaleza puso a la puerta de mi casa un volcán nuevo. Así describió el pintor Gerardo Murillo (1875-1964), mejor conocido como Dr. Atl, el extraordinario momento de su vida cuando, luego de años de escalar y estudiar con pasión las montañas y volcanes de México, tuvo la oportunidad de ver nacer el Paricutín, en Michoacán.

Era 1943, y ni un segundo dudó en acudir a mirar tal prodigio. Mientras la tierra expresaba toda su violencia, él se sentaba frente al volcán durante horas, a un lado de su caballete, con sus lienzos, pinceles y colores. Sin temor ante las exhalaciones de ceniza o el estruendo de las erupciones de lava, el artista pintaba sus cuadros y bocetos.

Hoy esas obras, reunidas en la magna exposición retrospectiva que presenta el Museo Colección Blaisten del Centro Cultural Universitario Tlatelolco, tienen al público impactado por la fuerza de los paisajes. Se trata de pinturas que transmiten, ante todo, la emoción de estar frente a los valles de México o Tepoztlán, el Popocatépetl o el Iztaccíhuatl, rodeados por la bruma, acariciados por el sol, con imponentes nubes ante los ojos.

Desde su apertura, el 3 de diciembre, y en mayor parte gracias a las recomendaciones de boca en boca, la muestra lleva ya más de 18 mil visitantes. Hace 27 años que el público de la ciudad de México no tenía oportunidad de apreciar una reunión tal de obras maestras del Dr. Atl.

Son 189 en total: 104 óleos de mediano y gran formato, así como 85 dibujos y bocetos. Entre 30 y 40 por ciento de éstas nunca se habían exhibido, y quizá pase un par de décadas para que una exposición así se repita, debido a la dificultad que significó conseguir algunos cuadros provenientes de colecciones privadas.

“La obra del Dr. Atl nos muestra la grandeza del paisaje mexicano, nos hace sentir orgullosos de él. Las personas, al salir de la exposición, se van felices, es lo que nos han dicho. Una foto es un instante, pero una obra de arte es una suma de muchos momentos y emociones que el artista sintió y nos transmite”, explica a La Jornada el curador Andrés Blaisten.

Una gran fotografía del Dr. Atl a la edad de 77 años abre la muestra. En ella se le observa en silla de ruedas, pintando el valle de Pihuamo, al que llamaba el paraíso, varios años después de que le amputaron una pierna. Uno de los mitos en torno a ese acontecimiento es que perdió la extremidad debido a la inhalación de los gases del Paricutín, pero se ha documentado que fue por una trombosis múltiple ocasionada por la diabetes que padecía.

El Dr. Atl murió a los 88 años y pintó hasta el último día de su vida. Incluso, su mejor obra es la de su madurez, la que hizo a partir de los 50 años. A los 80 pintaba obras de cuatro metros de altura; su vejez y las enfermedades nunca lo detuvieron, añade Blaisten.

Desde los primeros cuadros que integran la exposición se aprecia el uso de los llamados Atl colors, técnica y materiales que inventó y utilizó por primera vez al decorar los muros del Salón de la Escuela Nacional de Bellas Artes, en 1908.

A Murillo “le gustaba el pastel, se sentía muy cómodo con ese material; incluso en 1900, en el Salón de París, ganó un premio con una obra hecha en pastel; era un autorretrato. Pero el pastel tiene el inconveniente de ser muy inestable, hay que poner las obras bajo vidrio, porque el material se cae como gis. El Dr. Atl buscó desarrollar una técnica similar, pero estable; entonces hizo barras de color con pigmentos, resinas, ceras y copal. Lo aplicaba a la manera del pastel, pero le salió esa línea intermitente, como punteada, que recuerda los trazos de crayola, sin ser grasosa. Es un material perfectamente estable y con una dureza extraodinaria; a eso llamamos ahora Atl color”, explica el curador.

El artista contaba que durante un viaje a Francia presenció una terrible tormenta, la cual le dio la idea de cambiarse el nombre a Atl, que significa agua en náhuatl. Al comentarlo con su amigo el poeta Leopoldo Lugones, éste le dijo: Atl solo está muy feo, y decidió bautizarlo como Dr. Atl.

Años más tarde, al pintor le correspondería poner un nuevo nombre a su colega, la pintora y poeta Carmen Mondragón, con quien sostuvo una relación amorosa, y la llamó Nahui Ollin, palabras que, también en náhuatl, hacen referencia a la fecha en el calendario azteca consagrada a la renovación de los ciclos del cosmos.

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Autorretrato, 1899

Testimonio de ese gran amor es uno de los más bellos cuadros que conforman la muestra: un retrato de la musa con sus enormes y nostálgicos ojos azules, que hechizan al espectador.

Encantamiento

Con sus obras, en las cuales desarrolló la teoría de la perspectiva curvilínea propuesta por el pintor Luis Serrano, el Dr. Atl logra convertir al público en un ave que vuela por las montañas y mira los valles. Lograr esa sensación, es decir, que las personas entren al paisaje, algo que muy pocos artistas consiguen a través de la pintura. Eso cautiva sobre todo a los jóvenes. Por eso el Dr. Atl no se parece a nadie, ningún paisajista del siglo XX hizo esto, detalla Blaisten.

No obstante, añade el especialista, México aún tiene una deuda muy grande con Gerardo Murillo: darlo a conocer en el mundo, pues ha sido poco difundido en el extranjero. En Europa sería un éxito, sorprendería, pues no se trata de un autor clásico, sino vanguardista, fresco, del que todavía hay mucho que aprender. Tenía un conocimiento pictórico extraordinario, con una aplicación del impresionismo muy avanzado, moderno, con toda la influencia de Cezanne, pero iba con la evolución que tuvo la pintura del siglo XX.

El curador considera que, si bien no se conoce a ciencia cierta el número de obras que pintó el Dr. Atl, la mayoría se encuentra en el país, pues fue muy poco lo que vendió fuera. El artista no tuvo hijos, y al morir, el 15 de agosto de 1964, su obra pasó al resguardo del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). Los restos mortales del Dr. Atl descansan en la Rotonda de los Hombres Ilustres de su ciudad natal, Guadalajara, Jalisco.

En un ensayo publicado en 1933, el artista escribió: “No nací pintor. Pero nací caminante. Y el caminar me ha conducido al amor por la naturaleza y al deseo por representarla. Mirándolas de lejos, las obras que he producido durante largos años son más bien la flor del dilettantismo (del italiano, afición muy grande a un arte) de un hombre a quien la vida le ha sonreído siempre, que el resultado de una labor profunda, divagaciones de quien tiene su pensamiento fijo en otras cosas. Pero con el vivir, el amor por la naturaleza se ha acrecentado en mí, los conocimientos han crecido, y el deseo de devenir un excelente pintor se ha impuesto ineludiblemente”.

Los fines de semana, el Museo Colección Blaisten, donde se presenta la exposición Dr. Atl: obras maestras recibe hasta mil visitantes: abuelos que muestran a sus nietos, con nostalgia, esos paisajes de un lejano y limpio valle de México; niños que captan de inmediato el concepto de perspectiva curvilínea y que juegan a acercarse y alejarse de los cuadros para sentir el vértigo de las alturas; muchachas que contemplan las estrellas y la Luna, mientras estalla el Paricutín; jóvenes que fijan la mirada en el sol, durante varios minutos, sin lastimarse la vista y sonríen.

Al final del recorrido, los visitantes leen las máximas del Dr. Atl: Se necesitan nuestros ojos para abarcar la amplitud del mundo y convertirla en belleza. Y se marchan queriendo compartir con todo el mundo esa suerte de excursión por el mismísimo paraíso.

Dr. Atl: obras maestras se exhibe en el salón Juárez del Museo Colección Blaisten, ubicado en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco (avenida Ricardo Flores Magón 1, colonia Nonoalco-Tlatelolco). Admisión general: 20 pesos; 50 por ciento de descuento a estudiantes, maestros, jubilados, INAPAM, trabajadores y ex alumnos de la UNAM con credencial vigente. Entrada libre a niños menores de 12 años, personas con discapacidad, y todos los domingos.

El horario es de martes a domingo de 10 a 18 horas. Se ofrecen visitas guiadas gratuitas. Más informes en la página web del recinto www.museoblaisten.com y en los teléfonos 5583-3086 y 5202-7389.