Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 12 de febrero de 2012 Num: 884

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Casanova, libertad
y transgresión

Vilma Fuentes

Reflexiones de un
crítico creador

Ricardo Yáñez entrevista con Sergio Cordero

Efraín Bartolomé canta
Juan Domingo Argüelles

Los usos del lenguaje: nombrar para dominar
Clemente Valdés S.

Ígneo
Raquel Huerta-Nava

Musil, El hombre sin atributos y el filisteo burgués
Annunziata Rossi

Pasolini, pasión de poeta
Rodolfo Alonso

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Foto: cortesía del auto

Sergio Cordero (1961) asistió al taller de literatura coordinado por el doctor Elías Nandino y patrocinado por el Departamento de Bellas Artes del Gobierno de Jalisco. Es licenciado en Letras Españolas por la Universidad Autónoma de Nuevo León y cuenta con un postgrado en Docencia por la Universidad de Monterrey. Ha sido becario de inba/Fonapas en poesía, del Centro de Escritores de Nuevo León en narrativa (1987-1988) y de El Colegio de México para el doctorado en Literatura Hispánica. Vive en Monterrey desde 1984. En esa ciudad y en Saltillo ha coordinado talleres de creación, crítica y traducción para diversas instituciones. Fue ocho años colaborador del suplemento cultural Aquí Vamos, de El Porvenir. Se ha desempeñado como profesor en las universidades de Monterrey y Autónoma de Coahuila. Ha fundado y editado varias revistas independientes y forma parte del equipo de La humildad premiada, publicación literaria de la Facultad de Ciencia, Educación y Humanidades de la uadec. Poemas suyos han sido traducidos al francés y al inglés. Escribe poesía, ensayo, narrativa y teatro. Aproximadamente una quincena de títulos dan cuenta de su trabajo escritural.

Reflexiones de un crítico creador

entrevista con Sergio Cordero

Ricardo Yáñez

–¿Cómo ves, Sergio, el panorama actual de la literatura en Monterrey?

–Haces la pregunta correcta a la persona indicada en el momento menos adecuado. Con todo, haré lo posible por satisfacer tu curiosidad. Ahora estoy escribiendo una historia de la crítica literaria en Nuevo León por encargo del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes. No estoy autorizado todavía para revelar los resultados de mi investigación, así que me limitaré a exponer algunas reflexiones generales acerca de una paradoja que, estoy seguro, no es privativa de la literatura de esta región. Creo que lo mismo ocurre en otras partes del país. Hay evidencia del ejercicio de la crítica en Monterrey por lo menos desde la segunda mitad del siglo XIX pero, también desde entonces, se ha ejercido una simultánea negación de su existencia. No hace falta decir que el conflicto prosigue hasta la fecha: después de dedicar más de la mitad de mi vida a escribir ensayos y reseñas en periódicos y revistas locales, mi trabajo empieza a ser negado por una nueva generación de investigadores literarios quienes, parapetados detrás de sus títulos de maestría y doctorado, no disimulan su olímpico desprecio hacia aquellos críticos que, como tú y yo, se formaron “sobre la marcha” en las mesas de redacción.

–¿Podrías abundar?

–He seguido el trabajo de algunos críticos más jóvenes que yo y veo una tendencia que me preocupa: rehúyen el análisis detallado de textos (lingüístico, gramatical, retórico, etcétera). El abordaje de las obras es subjetivo y carente de bases o, por el contrario, lo más distanciado y abstracto posible: sociología de la literatura o especulaciones sobre la metafísica de la escritura. Leer esto resulta tan interesante como escuchar a una madre elogiar a sus hijos. Mejor cambiemos de tema.

–De acuerdo.

–En Guadalajara, me tocó ver con tristeza la extinción del “coloquialismo exteriorista”, ese movimiento de poesía urbana o suburbana (como gustes) que iniciaste tú y que secundaron de inmediato Ricardo Castillo y muchos otros. Todavía más doloroso fue para mí presenciar el ocaso del boom de la narrativa norteña, el cual quedó rebajado a una especie de “bestsellerismo” de tercera categoría que glosa las noticias de las páginas policíacas y las letras de los corridos fronterizos. Tal evidente superficialidad alcanzó su punto más alto el año pasado cuando, por las celebraciones del centenario y del bicentenario, hubo un auge de la novela histórica con muchos productos hechos al vapor. Los actuales líderes del mercado editorial –el grupo de novelistas autonombrado el “Crack” y sus equivalentes locales, los integrantes de El Panteón de la Novela– aprovecharon dicho auge con mucha habilidad. A mi juicio, el fracaso de ambos movimientos tiene el mismo origen y se puede sintetizar en esta frase del cuentista Samuel Walter Medina: “Todo el pedo está en no creérsela.” Ellos se la creyeron.

–¿Y qué me dices de la poesía regia?

–El panorama de la poesía regiomontana lo conoces tan bien como yo y hasta debieras admitir algo de responsabilidad en su desarrollo. Durante aproximadamente diez años impartiste por estos rumbos unos talleres de “sensibilización a la creatividad”. No sé cuántos creadores formaste, pero sensibles dejaste a muchos. Hablaré en términos muy generales, sin mencionar nombres: no veo grandes cambios en la poesía que se ha escrito en Monterrey de la década del noventa a la fecha. Los autores de importancia siguen siendo los mismos. Aún no ha surgido ningún poeta nuevo, ninguna voz propia o reveladora. Los poetas más jóvenes, los nacidos de 1980 en delante, caen en vicios de escritura que he visto repetirse generación tras generación hasta el hartazgo; por ejemplo, el abuso de palabrejas como soledad, sueño, silencio, ausencia, vacío, eternidad, alma, nostalgia y otras solemnes vaguedades. No hace mucho, un joven y altísimo poeta (mide más de dos metros) me obsequió su breve poemario. Al terminar de leerlo, confirmé que la palabra silencio se repetía unas cincuenta veces. Adivina cómo se titula el librito.

–Y entonces...

–¿Tienen talento los jóvenes poetas? Sí, para obtener becas, premios y viajes a todas partes de México y del extranjero. En sus textos, la poesía deslumbra por su ausencia. Perpetran lo que llamo “escritura onanista”, ésa que proporciona mucho placer al autor. Y a nadie más. El lector, pudoroso, mejor desvía la mirada. Mi conclusión: mientras exista esa guardería para escribanos ineptos llamada “literatura subvencionada”, la poesía se quedará en escritura onanista, la narrativa proseguirá su épica de las balas y los muertos y la crítica –serpiente que se devora a sí misma– perpetuará su dinastía enemiga y consolará su impotencia convirtiendo reseñas y ensayos en panegíricos para halagar a escritores vacíos pero bien colocados.