jornada


letraese

Número 187
Jueves 2 de Febrero
de 2012



Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus


pruebate


reseña

Todos contra Léo
Siempre juntos (Tout contre Léo)
Francia / 2002
Director: Christophe Honore


A treinta años del inicio de la epidemia del sida, el tema ha sido abordado por el cine occidental de maneras muy diversas. En Estados Unidos, el país con mayor número de ficciones y documentales en torno al tema, ha prevalecido el tono dramático de los efectos del padecimiento en el entorno familiar de la persona portadora del VIH y las condiciones penosas (hospitalización y agonía, discriminación y vergüenza) que de modo casi invariable lo acompañan en un desenlace trágico.
En el cine francés el tratamiento ha sido distinto. La mirada a la sexualidad está menos cargada de culpas y estigmas, y en ocasiones el relato se sirve, para mayor contundencia expresiva, de la primera persona (Las noches salvajes, de Cyril Collard) o de una novedosa afirmación de la libertad sexual en medio de la catástrofe (Los testigos, de André Téchiné). Por ello no sorprende la apuesta de un director talentoso, Christophe Honoré (Mi madre, Las canciones de París), quien en Siempre juntos (Tout contre Léo, 2002, disponible en DVD) propone para la televisión francesa la adaptación de una novela homónima suya, cuyo tema aparente es el sida y sus devastaciones morales, pero que en realidad contempla la relación armoniosa entre Léo, un seropositivo de 21 años, y la familia que a toda costa intenta ayudarlo. También habla la cinta de Marcel, el hermano menor que al lado suyo inicia una sólida educación sentimental.
Con un toque de realismo e incorrección política, el realizador muestra la complejidad en el comportamiento de Léo. El joven elige tirar al río sus medicinas, como si tuviera que vivir hoy el padecimiento como en la época más negra de la epidemia. En una relación sexual con otro hombre, parece preferir el contacto desprotegido, agravando así su salud y poniendo en riesgo la ajena. El adolescente Marcel extrae del pesimismo de Léo la lección definitiva para iniciar de modo muy distinto una nueva vida –la vida después del sida y sus terrores, la reconciliación final con una nueva realidad más generosa. (Carlos Bonfil)

 


reseña

Protagonistas queer en la era soviética
Lovetown
Michal Witkowski
Anagrama / 2011

¿Se puede sentir añoranza por los duros y grises años vividos bajo la férula del poder soviético? Más allá de los privilegiados burócratas estalinistas, resulta impensable que alguien pueda suspirar de nostalgia por la vida experimentada en la Polonia antes de la caída del Muro de Berlín. Pero ahí están, siempre desentonando y contraviniendo toda lógica, orden e ideología, Patrycja y Lukrecja, avejentadas locas polacas empecinadas en cantar las glorias de los años lúgubres bajo el régimen comunista. Entrevistadas por un joven periodista, el propio autor de la novela Lovetown, Michael Witkowski, las dos extrovertidas locas rememoran regocijadas sus locuaces andanzas sexuales con los luys (bugas) polacos y con los jóvenes soldados soviéticos en parques, cines, urinarios de estación de tren y barracas de Wroclaw. “Ligar con un cadete en el tren, ¡eso con el comunismo era coser y cantar!”, recuerda aún emocionada Patrycja, uno de los personajes centrales de esta novela queer de éxito inmediato en Europa.
Con tintes autobiográficos, Witkowski pinta el “Gran Atlas de las maricas de Polonia”, país en donde “nadie ha escrito nunca la historia del mundo homosexual, a no ser con la orina en la pared”. Realiza un retrato jocoso, justo, vívido, descarnado y patético a la vez de una vieja especie en extinción: las locas o maricas de la pre emancipación gay y del sida, llamadas en la novela las “Históricas”. Y a la imagen estrafalaria y en performance perpetuo de las Históricas y su mundo desbocado y desprovisto de todo propósito, opone el nuevo estereotipo del gay globalizado con su ascético y estilizado modo de vida que aspira a la asimilación social.
Historia tras historia, el autor es fiel a las maneras expresivas de las maricas y reinonas polacas, con quienes se identifica y de donde extrae su estilo directo, jocoso, perruno y provocador de escritura: “Porque ya se sabe: cuanto peor el país, tanto mejores las mamadas. Cuanto más se violan los derechos humanos, tanto menos se viola el derecho a la mamada. Y el mejor sitio de todos es Cuba.” (Alejandro Brito)

S U B I R