Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 15 de enero de 2012 Num: 880

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Reseña de un emigrante
Ricardo Bada

El medio milenio de Vasari
Alejandra Ortiz

Avatar o el regreso
de Gonzalo Guerrero

Luis Enrique Flores

La fe perversa
Ricardo Venegas entrevista
con Tedi López Mills

Smollett, el llorón
Ricardo Guzmán Wolffer

Senilidad y Postmodernidad
Fabrizio Andreella

La dama del armiño
de Da Vinci

Anitzel Díaz

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Hugo Gutiérrez Vega

Palabras para un doctorado (I DE II)

No para cumplir las viejas formas protocolarias sino porque así lo siento, debo empezar diciendo que este nombramiento es para mí un honor y una responsabilidad, pues me lo otorga la Universidad Autónoma Metropolitana, una universidad crítica que, desde su fundación, ha estado abierta a su tiempo histórico, ha fomentado los proyectos humanísticos y ha analizado todas las corrientes del pensamiento. Lo agradezco profundamente y lo tomo como un estímulo para seguir cumpliendo, en los años que me queden, mis obligaciones para con la poesía, el ensayo y el oficio del periodismo que, en los tiempos trágicos que vive nuestra nación, es una tarea peligrosa y, a la vez, indispensable para hacer que resplandezca la verdad en un país asfixiado por la mentira, la manipulación, la violencia patológicamente cruel, la pobreza de las mayorías y el crecimiento, propiciado por el modelo neoliberal, de la extrema miseria, ésa que tiene como panorama futuro la propia miseria.

Vivimos momentos de zozobra y desasosiego. La falta de credibilidad en el gobierno y sus propagandistas tiene un fundamento indiscutible en el hecho de que la mentira ha sido entronizada en la vida pública como una forma natural y cotidiana de comunicación. El hombre actual está saturado de información y, al mismo tiempo, la falta de calidad moral de esas informaciones le impide normar sus criterios y lo entrega inerme y perplejo en las manos sucias de la desinformación y de las instancias manipuladoras. De esta manera, nuestra libertad se ve nulificada, pues ahora más que nunca debería ser una realidad el apotegma que puede abrir la puerta a la esperanza en la regeneración de la raza humana: “La verdad os hará libres.”

Al recibir este honor que me otorga la Universidad Autónoma Metropolitana, tengo el deber de entregar el sincero fruto de mis reflexiones sobre el estado de nuestro país y sobre los problemas que agobian a las universidades públicas y, en general, a la educación pública, laica y gratuita. Me preocupa, en primer lugar, las persistencia de los gobiernos, tanto priístas como panistas, en mantener el modelo neoliberal y en erosionar lo poco que queda del Estado de bienestar en el que creyó y echó a andar, en varios aspectos, nuestro estadista mayor en el siglo XX, el presidente Lázaro Cárdenas. El neoliberalismo gestiona el beneficio del pequeño grupo de miembros del que Gramsci llamaba el aparato de coherencia interna del sistema capitalista: los grandes empresarios que han destrozado al capitalismo competitivo para entronizar al monopolístico, los medios de comunicación de masas que actúan como manipuladores de la cada vez más debilitada opinión pública, los grandes banqueros (hay momentos, especialmente cuando nos enteramos de las desorbitadas ganancias de los bancos, que nos hacen recordar lo dicho por Bertolt Brecht: “es más delito fundar un banco que robarlo”) la jerarquía eclesiástica (con la excepción de algunos obispos y de muchos sacerdotes seguidores de la opción por los pobres, y defensores de los derechos humanos); el gobierno y las fuerzas del orden público. Los causantes cautivos sostenemos al país pagando impuestos, los empresarios medios y pequeños cumplen generalmente sus obligaciones, aunque con frecuencia y debido a la voracidad tentacular de los grandes consorcios y a las dificultades para conseguir crédito barato, suficiente y oportuno, se hunden en el fracaso o, con tenacidad heroica, intentan sobrevivir en medio de la barbarie monopolística.

(Continuará)

[email protected]