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Ver día anteriorLunes 9 de enero de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La batalla por el GDF
E

l candidato de izquierda para la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal no surgirá de las encuestas del próximo fin de semana y mucho menos de un auténtico proceso de participación ciudadana, sino por medio de un acuerdo cupular a espaldas de la sociedad. Una vez más, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) revela su falta de compromiso con los postulados democráticos que le dieron origen y traiciona su legado de participación y empoderamiento ciudadano. La complicidad del Partido del Trabajo (PT) y el Movimiento Ciudadano (MC) con este proceso demuestra que estos partidos también están dispuestos a jugar con las mismas reglas.

Las encuestas marcarán el inicio y no el punto final de la batalla por el GDF. Si bien ofrecerán mucha información útil sobre el comportamiento y las preferencias del electorado, no podrán por sí solas imponer un ganador. Las encuestas no son mecanismos de toma de decisión, sino solamente herramientas de medición de la opinión pública en un momento específico. En este contexto, una exigencia ciudadana clave sería que el PRD divulgue toda la información sobre las encuestas levantadas, incluyendo su metodología, los resultados específicos para cada pregunta así como las bases de datos, para que puedan ser verificados e interpretados de forma independiente.

Es también importante recordar que el Estatuto del PRD no permite la determinación de candidaturas por medio de encuestas. La convocatoria interna de ese partido señala claramente que su candidato para el GDF no será designado sino hasta el 11 y 12 de febrero por su Consejo Estatal en el Distrito Federal. Es cierto que la convocatoria indica que los resultados de las encuestas serán determinantes y tendrán efectos vinculantes. Sin embargo, al no especificar una metodología precisa para determinar y evaluar estos resultados, en los hechos deja todo completamente abierto a la interpretación.

Surgen, por ejemplo, las mismas preguntas hoy que hace unos meses sobre la candidatura presidencial del PRD. Por ejemplo: ¿hasta que punto la izquierda debería tomar en cuenta las preferencias de ciudadanos abiertamente de derecha que jamás votarían por el PRD? Evidentemente tiene sentido ampliar el universo de encuestados más allá del voto duro, para asegurar una amplia aceptación popular, pero no se debe llegar al extremo de darle un peso igual a la opinión de los adversarios que a los potenciales aliados políticos.

Las posturas radicales que rechazan la utilización de filtros para distinguir y categorizar las respuestas ciudadanas empujan el partido hacia escenarios inverosímiles. Por ejemplo, si el único elemento importante fuera la popularidad entre la población abierta, entonces el PRD desde hoy debería darse por vencido a escala federal y apoyar a Enrique Peña Nieto para la Presidencia de la República. Con este mismo enfoque, el mejor candidato para el GDF tendría que ser Lucerito o alguien similar, antes que cualquiera de los aspirantes actuales.

Existen numerosos factores mucho más relevantes que la aceptación ciudadana en abstracto para determinar quién sería el mejor abanderado de la izquierda en el DF. Por ejemplo, un elemento sería el potencial de los candidatos para crecer electoralmente durante la campaña. Esto incluiría no solamente su facilidad para conquistar el voto de la sobredimensionada clase media, sino también su capacidad para que los indignados y desencantados de abajo salgan a votar y participen activamente en la campaña. El abstencionismo de los excluidos es una amenaza mayor que el voto nulo de los ilustrados.

La trayectoria y las propuestas de cada uno de los aspirantes también tendrían que ser tomados en cuenta. Los partidos de izquierda existen no solamente para conquistar el poder estatal, sino también para transformar su ejercicio y rearticular así las relaciones Estado-sociedad. Debería ser un requisito infranqueable que el candidato del PRD tuviera una trayectoria cercana a la izquierda política y que plantee propuestas específicas de acuerdo con esta visión. De lo contrario, el PT y el MC deberían considerar seriamente retirarse de su alianza con el PRD en la ciudad.

A pesar de su legado elitista y cupular, el Partido Acción Nacional dio una lección de democracia interna al rechazar la semana pasada las pretensiones de Felipe Calderón de imponer una encuesta indicativa con tal de favorecer a su candidato presidencial favorito, Ernesto Cordero. Lamentablemente, el PRD del DF no tuvo la misma fortaleza y ha tenido que aceptar un proceso similar impuesto por Marcelo Ebrard con el fin de generar una corriente de opinión pública en favor de su propio candidato oficial, Miguel Ángel Mancera.

No debería existir prisa alguna para definir en los próximos días al candidato de izquierda para el GDF. Los partidos tienen hasta el 21 de enero para informar al Instituto Electoral del Distrito Federal sobre el procedimiento que utilizarán para seleccionar a su abanderado y hasta el 18 de marzo para tomar su decisión final. En lugar de fingir la existencia de un falso consenso a partir de una encuesta apresurada sin ninguna validez legal, lo mejor para el partido, la ciudadanía y el eventual precandidato ganador sería abrir un proceso de verdadero debate de cara a la ciudadanía sobre el pasado, presente y futuro de la ciudad y el principal partido de izquierda.