Urge quitarlos del timón

Parafraseando a W. H. Auden, qué equivocados están al tener siempre la razón los que acaparan la fuerza. Sólo por eso, y por su ceguera, es que nos pueden imponer las sinrazones de su razón en formas tan violentas. Seguirán pudiendo mientras lo permita la aplastante mayoría de los de abajo. Los poderosos hunden el barco. México es un ejemplo desgarrador, excesivo de su irresponsable avaricia. El crimen proviene también de las fuerzas del Estado, como ilustra el caso de Nepomuceno Moreno, padre de familia muy probablemente asesinado por la propia policía en Sonora.

Este tipo de asesinatos se suma a la ola de violencia que desangra al país. El anunciado homicidio de Trinidad de la Cruz, representante de Xayakalan, poblado levantado sobre tierras recuperadas de Ostula, en Michoacán, muestra la dimensión de las complicidades entre gobiernos y crimen organizado. Sin embargo, como dijo nuestro colaborador Raúl Zibechi, en su saludo a los indignados en Nueva York, aún podemos pensar que aunque “la civilización del dinero está mostrando todas sus miserias, nuestros corazones se vuelven a la experiencia de los pueblos indios, a sus formas de vida colectiva, sencilla, en diálogo con la Tierra de la que formamos parte. Ellos son inspiración y fuente de esperanza.