19 de noviembre de 2011     Número 50

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

AGENDA RURAL

Evento: Foro Nacional de Intercambio de Experiencias en Defensa de la Madre Tierra. Organizan: Unidad Indígena Totonaca Náhuatl y Centro de Estudios Ecuménicos, AC. Fechas: 28 y 29 de noviembre de 2011. Hora: De 10:00 a 18:00 horas. Lugar: Casa Misión Zapotitlán de Méndez. Sierra Norte de Puebla.


Evento: XVI Diplomado Internacional “Sistemas de Captación y Aprovechamiento del Agua de Lluvia para Consumo Humano y Animal, Producción en Traspatio, Ambientes Controlados, Agricultura de Temporal y Recarga de Acuíferos”. Organizan: CIDECALLI-CP. Fecha: Del 5 al 11 de marzo de 2012. Hora: 10:00 horas. Lugar: Unidad de Congresos, Colegio de Posgraduados. Informes: Tel/Fax/Contest. 595 95 1 03 23 / Tel. 595 95 2 02 38 / D.F. 5558045938


Libro: Haciendo milpa: La protección de las semillas y la agricultura campesina. Autoras: Elena Álvarez – Buylla Roces / Areli Carreón García / Adelita San Vicente Tello. Editorial: UNAM.


Libro: Oralidad y ritual matrimonial entre los amuzgos de Oaxaca. Autor: Víctor Manuel Franco Pellotier. Editorial: UAMI y CIESAS.


Libro: Antropología de los encuentros y de los impactos turísticos en las comunidades. Autor: Miguel Ángel Adame Cerón.


Libro: Miradas del turismo y de la conservación en la Amazonia Colombiana. Autor: Iván Carroll Janer. Editorial: 12 Editorial.


Libro: La demanda indígena de autonomía desde los Acuerdos de San Andrés. Los retos para el derecho y la pertinencia del pluralismo jurídico. Autora: Mtra. Liliana López (FCPyS, UNAM).

Puebla

Turismo rural en la sierra norte

Dos perspectivas encontradas

Claudia Hernández García*, Karla Cruz-González Zamora **
y Milton Gabriel Hernández García***

*UNAM,** CEDICAR y *** ENAH

V isiones encontradas del desarrollo turístico se despliegan en una región que se caracteriza por su fulgurante diversidad biocultural: la Sierra Norte de Puebla. En este artículo nos referiremos a dos experiencias paradigmáticas con impactos diferenciados a nivel regional: Zacatlán y Cuetzalan.

Zacatlán, ciudad que constituye un acceso estratégico al corazón de la sierra, vive actualmente la vorágine del desarrollo turístico a partir de su inserción en el programa Pueblos Mágicos, iniciado desde 2001 en casi todo el territorio nacional.

El desarrollo turístico dominante en la región ha proyectado hacer un corredor turístico a largo plazo que conecte toda la sierra, empezando por Cuetzalan, declarado pueblo mágico en 2002, y Zacatlán, que obtuvo su denominación el pasado 27 de abril. A unos cuantos meses de esta nominación y con una inversión de 20 millones de pesos, ya podemos ver los “cambios del progreso” prometido: pavimentación de calles céntricas, cableado subterráneo, así como el incremento del sector restaurantero y hotelero, con un beneficio para las familias “dueñas de Zacatlán”.

Siendo una ciudad mestiza en su cabecera municipal y profundamente indígena en sus comunidades periféricas, Zacatlán ha “sacado” a la luz pública lo que antes era símbolo de atraso: sus pueblos nahuas y totonacos, que estaban totalmente olvidados y escondidos por los sectores dominantes. A partir del advenimiento del avasallador desarrollo turístico, “lo indígena” se ha convertido en un atractivo más del paisaje y se le exalta como aquello que hizo posible el bucólico entorno y el reconocimiento como pueblo mágico. El desfile de lo pintoresco se multiplica por todos lados y se corona en eventos marcadamente folklorizantes como la Primera Muestra de Etnias del estado, realizada los días 21 y 22 de octubre. Es elocuente la afirmación de una habitante de la localidad de Jicolpa, colindante a la cabecera municipal: “Es importante que conserven sus costumbres y tradiciones, eso atrae al turismo”. Mientras esta modalidad de la discriminación ocurre, el racismo continúa siendo una constante para los nahuas y totonacos de este municipio, que son excluidos y marginados de los servicios básicos y en general de los ámbitos político, social y económico.

En la misma región y a contrapelo de la tendencia dominante, en el municipio de Cuetzalan se fraguan día a día otro tipo de experiencias. Una es la de un grupo de mujeres indígenas nahuas conformadas en una importante organización: Maseualsiuamej Mosenyolchicauanij (Mujeres que Trabajan Unidas). Habiendo iniciado en los años 90s y con unas 120 socias actualmente, su principal actividad es la producción y comercialización de artesanías, además de la promoción de los derechos de las mujeres, la salud reproductiva y la erradicación de la violencia doméstica. Un componente más de su proceso organizativo surgió en 1997, cuando se enfrentaron al reto de impulsar un proyecto turístico en torno a un hotel sui generis: el Taselotzin. Los servicios que ofrecen son más o menos similares a los de otros proyectos de turismo rural: contacto directo con una exuberante naturaleza, educación ambiental, venta de artesanías, gastronomía local, medicina tradicional y arquitectura local, y en este caso, servicio de temazcal. Lo distintivo de este proyecto es sin duda la autonomía y el control del proceso que mantienen las mujeres organizadas respecto de sus esposos, del Estado y de las empresas turísticas. Ser parte de esta organización ha significado un cambio de vida para las socias de Maseualsiuamej, no exento de contradicciones pero sin duda profundamente liberador de un sinnúmero de formas sutiles y no sutiles de opresión; el turismo constituye no un fin, sino un medio, tal vez temporal, para la reproducción ampliada de la multifuncionalidad campesina.


FOTOS: Lourdes Báez Cubero

Actividad económica emergente, bajo sus diferentes formas y modalidades dominantes y subalternas, el turismo rural regional se ha convertido en una arena de disputa entre diferentes actores que operan bajo lógicas distintas, no necesariamente excluyentes. Importantes redes sociales como el Colectivo Regional para el Desarrollo con Identidad (Cordesi) se esfuerzan por incidir en el diseño y la ejecución de políticas sustentadas en la participación de las comunidades indígenas y campesinas. Sin embargo, mientras ello ocurre, en la sierra se ciernen otro tipo iniciativas que amenazan con hacer inviables hasta las modalidades más empresariales del turismo convencional: nos referimos a las Ciudades Rurales, la minería a cielo abierto y las plantaciones de monocultivos comerciales, entre otras.


FOTO: Ernest Cañada

Nicaragua

Finca Magdalena

Una experiencia
comunitaria exitosa

Olga Gómez Romero
Docente de la Carrera de Turismo
Sostenible de la UNAN Managua

Finca Magdalena, ubicada en la isla de Ometepe, en Nicaragua, tierra de lagos y volcanes, constituye uno de los ejemplos de experiencia exitosa de turismo rural comunitario. La finca es propiedad de la Cooperativa Carlos Díaz Cajina, conformada por 24 socios. Tiene una extensión de 386.4 hectáreas y se encuentra ubicada en las faldas del Volcán Maderas en la comunidad de Balgüe, en lo que constituye la tercera Reserva de Biósfera del país. Fue fundada en 1983 como resultado de la reforma agraria que impulsó el gobierno sandinista en los años 80. Sus tierras eran parte de una finca cafetalera y ganadera de una familia de origen terrateniente.

Actualmente la cooperativa se dedica al cultivo de café orgánico, miel, granos básicos. El turismo constituye su principal rubro y fuente de ingresos. Esta actividad se inició en 1995 con la prestación de servicios de alimentos y bebidas que demandaban los visitantes del Volcán Maderas. Luego la actividad se fortaleció y se acondicionó la antigua casa-hacienda para facilitar la atención y el alojamiento a los turistas. Para el año 2000 el turismo se había convertido ya en la principal actividad económica de la cooperativa.

La finca es una de las iniciativas con mayor posicionamiento dentro de la oferta nacional de turismo rural comunitario de Nicaragua. Sus datos de llegadas de turistas, vinculados principalmente al segmento de mochileros y organizaciones solidarias, se sitúa en torno a las cinco mil personas al año.

En la Finca Magdalena, además de brindar servicios de alimentos y bebidas y de alojamiento en la antigua casa-hacienda o en un área de camping, los turistas tienen la oportunidad de ver y conocer directamente las actividades productivas de la finca y sus distintos cultivos, hacer excursiones a los volcanes Maderas y Concepción, visitar los petroglifos pre-colombinos y otros recursos naturales de la zona acompañados por con guías expertos procedentes en la misma comunidad. También disponen de alquiler de bicicletas y conexión a internet.

La fuerte afluencia de turistas ha ayudado a la cooperativa a ampliar y diversificar sus fuentes de ingresos. Uno de los efectos más destacados del crecimiento de esta actividad hace referencia al crecimiento del empleo en la propia zona y a una mejora en los recursos manejados por los socios de la cooperativa y sus familias. Esto, a su vez, se ha traducido en un mayor acceso a la educación en todos sus niveles, incluido el superior, de los hijos de los socios, y en una mejora en sus viviendas, lo cual ha cambiado su calidad de vida. En todo este proceso de crecimiento de la actividad turística, las mujeres han jugado un especial protagonismo y liderazgo y han asumido una mayor participación y responsabilidad.

Pero además de los beneficios directos obtenidos por los miembros de la cooperativa, el crecimiento del turismo en la Finca Magdalena ha tenido un importante efecto en la zona. Por una parte han contribuido a dinamizar la economía local por medio de la compra de alimentos, bebidas y productos diversos en pequeños negocios de la comunidad de Balgüe y a productores de las comunidades cercanas.

Además la cooperativa ha mantenido un fuerte compromiso con la comunidad de Balgüe: donó terrenos a familias de escasos recursos de la zona para que construyeran sus casas y se pudiera ubicar el cementerio municipal; ha apoyado para mantener el sistema de agua potable; ha hecho diversos aportes económicos para las agrupaciones culturales, deportivas y centros educativos, y hasta ha llegado a crear un fondo social para ayudar a personas de escasos recursos.

En el aspecto ambiental la finca ha tenido cuidado del entorno de bosque de nebliselva que hay en el área donde se ubica y ha desarrollado acciones como estudios de capacidad de carga, reciclaje de materiales orgánicos, campañas y talleres ambientales tanto en colegios como en la misma comunidad, y con especial dedicación entre los guías.

A lo largo de todos estos años, la cooperativa recibió algunos aportes externos de asociaciones, redes, organismos de cooperación internacional e instituciones del Estado. A pesar de estos apoyos, el liderazgo de la cooperativa ha estado siempre en manos de sus socios, que han desarrollado una gran capacidad de organización.

La utilización del espacio rural por actores del turismo comunitario como Finca Magdalena es un ejemplo oportuno que permite mostrar cómo nuestros pueblos organizados pueden transformar una comunidad, estimular cambios en las actitudes de los individuos que conduzcan a la mejora de su entorno.

Nicaragua

Turismo a pura voluntad


Construcción residencial en la Laguna de Apoyo, Nicaragua FOTO: Álvaro Lenín

Cooperativa las pilas-el hoyo

Manuel Fandiño
Redactor de la revista Enlace de
Nicaragua y colaborador de Alba Sud

Proteger la Reserva Natural de los volcanes Las Pilas-El Hoyo en León, Nicaragua, y a la vez vivir del turismo en esa zona, es la tarea que se propuso hace ya más de diez años un grupo de campesinos, sin contar con nada, ni tierra, ni capital, ni conocimientos sobre esa actividad; sólo pura voluntad.

¿Cómo hicieron? Flor Danelia Velázquez, una de las iniciadoras de la experiencia y actual vicepresidenta de la cooperativa que organizaron, Las Pilas-El Hoyo, lo explica así: “La iniciativa surge del gran problema de no tener trabajo ni tierras para sembrar. Mario, mi marido, de niño siempre iba a pasear con su papá del lado de los volcanes, y al ver aquella tierra tan hermosa sola, pensó en pedirle permiso al Estado y a la alcaldía para sembrar frijoles y tener unas cabras, y a la vez cuidar toda la zona de los incendios. Yo en ese tiempo, para ayudar al mantenimiento del hogar vendía mechas de lampazo, hilazas y escobas de monte, porque él apenas sembraba”. Igual impresión tiene Favio Membreño, otro de los iniciadores de la experiencia: “En la zona no hay trabajo. Sólo se consigue para un ratito, para unos diítas, en la época de siembra o de cosecha; no hay algo con lo que uno pueda decir de aquí me mantengo”.

Después del huracán Mitch en 1998, algunos pobladores buscaron ayuda ante el desastre que habían vivido, y como recuerda Flor Danelia, “la alcaldía nos mandó un organismo, para que nos apoyara. Les propusimos un proyecto con dos objetivos: buscar empleo aprovechando el turismo y proteger el área para conservarla y que no terminara siendo un desierto. La idea les gustó, y en conjunto con la alcaldía nos ayudaron a capacitarnos y hacer una pequeña construcción en la base del Cerro Negro, que es el actual centro de interpretación (...)”.

Pero para llegar a tener estas condiciones mínimas pasaron como siete años protegiendo la zona y atendiendo turistas sin nada: caminando a pie o a caballo los 24 kilómetros que hay hasta la base del Cerro Negro, durmiendo en champas o en casas de campaña... Por eso Mario Munguía, el iniciador de esa iniciativa, la llamaba “turismo de aventura y sobrevivencia”:

“Era friendo y comiendo, hablando y haciendo. Hemos sido capaces de soñar y de hacer realidad esos sueños. Los que iban, mandaban a otros, y empezamos a buscar costos, a armar propuestas (...) Hoy somos una cooperativa con 16 socios y acompañamos turistas al Cerro Negro, a Las Pilas-El Hoyo, a toda la cordillera de Los Maribios y a todo el Pacífico. Nos hemos constituido en cooperativa para ser libres e independientes y paliar las necesidades de la gente pobre de las comunidades. Hoy somos 16 socios. Doce trabajan en el centro de interpretación en la base del Cerro Negro, organizados en dos grupos que se turnan cada semana. Limpian los caminos, reparan los senderos, cuidan la zona de los incendios y de los cazadores, reforestan, atienden a los turistas (...).

“Antes nadie llegaba al Cerro Negro ni a los otros volcanes. Los veían como una amenaza, como un motón de piedras quemadas. Por otra parte, los volcanes estaban indefensos: no tenían ninguna protección, ni de las comunidades, ni de la alcaldía, ni del Estado. Eran tierra de nadie, a pesar de tener uno de los mejores patrimonios de Nicaragua, de ser como un tesoro con un enorme potencial para turismo (...) Por eso siempre pensamos que protección y turismo tenían que ir de la mano.”

Los socios de la cooperativa siguen con sus actividades productivas tradicionales: siembra de frijoles, maíz, ayotes (...) y con otras nuevas compatibles con la conservación del área protegida, como la apicultura, los zoocriaderos y la siembra de flor de jamaica. Lo anterior se complementa con el trabajo de recibir y acompañar turistas.

Pero no todo ha sido fácil. La cooperativa ha tenido que superar dificultades muy grandes y tiene retos que la obligan a seguir fortaleciéndose, como explica don Favio: “La mayor dificultad que hemos vivido fue cuando el ex alcalde de León quiso quedarse como manejante del área y que nosotros, que ideamos y creamos la iniciativa, fuéramos sus trabajadores. Para desalojarnos nos mandó a la policía acusándonos de tráfico de drogas, como hacia Somoza. Mientras no hubo nada, no hubo problema, pero cuando ya hicimos el Centro de Interpretación, empezó el pleito (...) Menos mal que las nuevas autoridades municipales y el Ministerio del Ambiente y Recursos Naturales parece que tienen voluntad de ayudarnos y de reconocer el trabajo que hemos venido haciendo”.