19 de noviembre de 2011     Número 50

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Las dos caras del campo mexicano

Sur y norte, comunidades y ranchos, indios y campesinos

Armando Bartra

Hace un siglo, el 28 de noviembre, en Ayoxuxtla, Puebla, los zapatistas firmaron el Plan de Ayala. Momento histórico en el que política y simbólicamente el campesinado mexicano aparece como un actor y un proyecto diferentes de los otros ya actuantes en la generalizada algarabía revolucionaria. Pero en rigor la conformación de una fuerza campesina de alcance nacional tendría que esperar otro acto político simbólico: el encuentro entre Francisco Villa y Emiliano Zapata en Xochimilco el 4 de diciembre de 1914. Tanto por razones político militares como socioculturales, el acuerdo entre la División del Norte y el Ejército Liberador del Sur no fue fácil. Pero no podemos encontrar en el siglo XX mexicano un evento de mayor trascendencia, pues en el encuentro norte y sur, Aridoamérica y Mesoamérica, ranchos y comunidades, campesinos e indios se hicieron parte de un mismo sujeto histórico.

“Muy distinta era la concepción agraria de los hombres del Norte comparada con la manera como los del Sur entendían el problema –escribe un testigo privilegiado, el zapatista Antonio Díaz Soto y Gama–. Para el Sur la principal preocupación era la restitución y dotación de tierras comunales a los pueblos. Así lo afirma el Plan de Ayala, traducción fiel del pensamiento suriano. Para los norteños la solución radicaba en el fraccionamiento de los enormes latifundios y en la creación de gran número de pequeñas propiedades, con extensión suficiente para soportar el costo de una buena explotación agrícola (…) una unidad que mereciera el nombre de rancho. Más individualista el norteño, más ajeno a la tradición comunal del antiguo Calpulli, más deseoso de ejercitar a plenitud las funciones del libre propietario (…)”.

La cuestión de las diferencias tiene actualidad y globalidad, pues por el talante de sus protagonistas, a la vez étnicos y clasistas, las revoluciones que hoy se despliegan por el mundo andino-amazónico son campesindias. Como lo fue hace cien años la Revolución mexicana. Sólo que en un país de extenso y diverso territorio con amplio y variopinto mestizaje, el sujeto étnico-clasista tuvo que construirse sobre la marcha a mediados de la segunda década del pasado siglo. Esta es la historia.

En un norte árido y poco poblado que sin embargo los grupos nómadas originarios reivindicaban como propio, los colonizadores blancos y mestizos fueron “mata apaches”. Pero cuando por fin derrotaron a las tribus y hubo paz llegó el vertiginoso latifundio ganadero a despojarlos a ellos de las tierras por las que habían derramado sangre. Entonces los “mata apaches” se volvieron apaches ellos mismos: bárbaros del norte que defendían sus campos contra el terrateniente y que años después se fueron a la revolución agraria encabezados por un bandido: Francisco Villa.

En el sur pródigo y socialmente más denso, los nahuas herederos de las grandes civilizaciones no habían sido exterminados sino progresivamente expropiados de sus tierras y aherrojados al latifundio, de modo que cuando vieron la oportunidad se alzaron en armas para recuperar lo perdido, y lo hicieron encabezados por un caballerango: Emiliano Zapata.

Los del norte eran campesinos mestizos que luchaban por tierras para reconstruir la agricultura familiar, los del sur eran indios que luchaban por tierras para reconstruir la comunidad. Y tanto su talante, como sus demandas, como su cultura, como su forma de guerrear, eran distintas.

En el norte, el nomadismo de las tribus cazadoras y recolectoras, la colonización ranchera y el trabajo itinerante en cosechas, minas y tendido de vías, dieron lugar a un ejército campesino, la División villista, militarmente aguerrida y con una gran movilidad geográfica.

En cambio en el centro y sur el sedentarismo de comunidades de ancestral cultura agrícola gestó al Ejército Liberador zapatista, un campesinado en armas que se sentía mal cuando se alejaba demasiado de sus pueblos y de sus milpas.

Ranchero y mestizo, el villismo era ubicuo y dislocado, mientras que el zapatismo, nahua y comunitario, era de acendrada vocación local.

Pero Villa y Zapata supieron ponerse de acuerdo y desde entonces norte y sur, campesinos e indios, nómadas y sedentarios, rancheros y comuneros lucharon unidos por Tierra y Libertad, haciendo de la mexicana la primera revolución de la historia protagonizada por los campesindios.

En el arranque del tercer milenio los problemas del campo son distintos pero igual de graves que hace cien años. Y hoy como entonces, su solución pasa por la convergencia respetuosa de los diversos, por la unidad de los muchos Méxicos que nos conforman.

El 28 de este mes, a
invitación el pueblo de
Ayoxuxtla, representantes de
organizaciones campesinas
y movimientos populares
como el Consejo Nacional
de Organizaciones
Campesinas (Conoc), Unión
Nacional de Organizaciones
Regionales Campesinas
Autónomas (UNORCA),
Central de Organizaciones
Campesinas y Populares
(Cocyp) y Movimiento
Regeneración Nacional
(Morena), conmemorarán
la firma del Plan de Ayala
en un evento que es
también arranque de la
campaña por construir el
Plan de Ayala del siglo XXI
y la convergencia social
necesaria para sacarlo
adelante. En buena hora.


Ley agraria villista

(formulada en León, Guanajuato, el 24 de mayo de 1915)

“Considerandos: (...) la gran desigualdad en la distribución de la propiedad territorial ha producido la consecuencia de dejar a la gran mayoría de los mexicanos, a la clase jornalera, sujeta a la dependencia de la minoría de los terratenientes; dependencia que impide a aquella clase el libre ejercicio de sus derechos civiles y políticos (…)

Artículo 1. Se considera incompatible con la paz y la prosperidad de la República, la existencia de grandes propiedades territoriales (...)

Artículo 3. Se declara de utilidad pública el fraccionamiento de las grandes propiedades territoriales (...)

Artículo 7. La expropiación (...) comprenderá también la parte proporcional de muebles, aperos, máquinas y demás accesorios que se necesitan para el cultivo (...)

Artículo 12. Las tierras expropiadas (...) se fraccionarán inmediatamente en lotes que serán enajenados a precios de costo (...)

Las enajenaciones se harán siempre a título oneroso, con los plazos y condiciones de pago más favorables a los adquirientes (...)

No se enajenara a ninguna persona una porción de tierra mayor que la que garantice cultivar.

Las enajenaciones quedarán sin efecto si el adquiriente dejase de cultivar sin causa justa durante dos años (...)

La extensión de los lotes en que se divida un terreno expropiado no excederá en ningún caso de la mitad del límite que se asigne a la gran propiedad (...)

En los terrenos que se fraccionen (...) se dejarán para uso en común(...) de los parcelarios, los bosques, agostaderos y abrevaderos (...)

Artículo 17. Los gobiernos de los estados expedirán leyes para constituir y proteger el patrimonio familiar sobre las bases de que este sea inalienable, que no pueda gravarse ni estar sujeto a embargos.


Plan de Ayala

(firmado en Ayoxuxtla, Puebla, el 28 de noviembre de 1911)

6º. (…) los terrenos, montes y aguas que hayan usurpado los hacendados, ciéntíficos o caciques a la sombra de la justicia venal, entrarán en posesión de estos bienes inmuebles dede luego, los pueblos o ciudadanos que tengan sus títulos, correspondientes a estas propiedades, de las cuales han sido despojados por la mala fe de nuestros opresores, manteniendo a todo trance y con las armas en ola mano la mencionada posesión (…)

7º. En virtud de que la inmensa mayoría de los pueblos y ciudadanos mexicanos no son mas dueños que del terreno que pisan, sufriendo los horrores de la miseria sin poder mejorar en nada su condición social ni poder dedicarse a la Industria o a la Agricultura, por estar monopolizadas en unas cuantas manos las tierras, montes y aguas; por esta causa se expropiarán previa indemnización, de la tercera parte de esos monopolios a los propietarios de ellos, a fin de que los pueblos y ciudadanos de México obtengan ejidos, colonias, fundos legales para los pueblos o campos de sembradura o de labor y se mejore en todo y para todo la falta de prosperidad y bienestar de los mexicanos

8º. Los hacendados, científicos o caciques que se opongan directa o indirectamente al siguiente plan, se nacionalizarán sus bienes y las dos terceras partes que a ellos les correspondan se destinarán para indemnizaciones de guerra, pensiones de viudas y huérfanos de las víctimas que sucumban en la lucha del presente plan.