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La tragedia
Tardan peritos de PGR 6 horas en llegar al sitio en que cayó la nave

Luego de transitar por brechas equivocadas, lugareños los guían por la ruta correcta

Enviados
Periódico La Jornada
Sábado 12 de noviembre de 2011, p. 3

Santa Catarina Ayotzingo, Méx., 11 de noviembre. Por brechas escarpadas, intransitables y equivocadas circularon por alrededor de seis horas vehículos pesados de la Policía Federal y peritos en criminalística de la Procuraduría General de la República para llegar hasta el sitio donde cayó el helicóptero en el cual viajaban el secretario de Gobernación, José Francisco Blake, y siete personas más.

Aunque para entonces –pasadas las 16 horas– hacía mucho que el Ejército tenía acordonada la zona e impedía a cualquier civil acercarse por tierra a menos de 100 metros del lugar del siniestro, en camiones y camionetas policías federales y expertos en medicina forense –convoy al cual se sumarían después otros vehículos, que llevaban a uniformados del estado de México– buscaban por diversas rutas llegar hasta el sitio al que los pobladores conocen como Dos Cerros.

Todo apunta a que el Ejército fue el primero en arribar porque se trasladó a los soldados desde el campo militar ubicado en Temamatla. En esas instalaciones se encuentra un área de adiestramiento para fuerzas especiales, así como un regimiento blindado, entre otros.

Aquí en Ayotzingo, comunidad de Chalco vecina al rancho San Miguel, cuyos pobladores varones viajan a diario al Distrito Federal para emplearse como peones y cuando pueden trabajan la parcela, el impacto del helicóptero del Estado Mayor Presidencial no fue percibido.

El accidente ocurrió unos seis kilómetros arriba, en un claro donde se juntan dos cerros, explicaron los hermanos Alejandro y Jesús Araujo, quienes al encontrarse con las fuerzas federales ya venían de regreso tras su infructuoso intento por ver los restos del helicóptero.

Fueron ellos quienes hicieron notar al convoy y a los peritos que por el camino que seguían sencillamente no podrían llegar, pues no avanzarían más y aún les restarían unos cuatro kilómetros a pie; esto es, por lo menos dos horas más.

Con pragmatismo y urgencia, los policías y peritos habilitaron a los lugareños y éstos se convirtieron en la alternativa para el desplazamiento correcto, pues les ofrecieron llevarlos por la carretera a Las Minas, donde, según Alejandro y Jesús, había otra opción de acceso.

Ocho peritos, un laboratorio móvil, una ambulancia, cuatro camiones de transporte de personal y un autobús con 42 uniformados tuvieron que rendirse y de nuevo dar marcha atrás para ser conducidos por la ruta planteada por aquellos, quienes de paso contaban que allá arriba había ya numerosos helicópteros y decenas de soldados.

En todo el trayecto, desde la salida de la autopista que conecta el Distrito Federal con Puebla para tomar hacia la cabecera municipal de Chalco y tras pasar Juchitepec, la única información válida era proporcionada por la gente del lugar, que, entre asombrada y curiosa, daba santo y seña, pero no advertía la interminable bifurcación de caminos para subir.

Así, entre matorrales, nopales y árboles de cazahuate, el camino al cerro se congestionó con vehículos oficiales y automóviles y motocicletas de periodistas. El único consuelo era contemplar, así fuera por un momento, el imponente valle de Chalco.