El pueblo mapuche y su poesía

Jaime Luis Huenún

La población que conforma el pueblo mapuche de Chile alcanza, según el Censo Nacional de 2002, 604 mil 349 personas, el 4 por ciento del total del país. Sin embargo, otras cifras aportadas por organizaciones indígenas e instituciones académicas señalan que son aproximadamente un millón 500 mil los habitantes que se reconocen como pertenecientes o descendientes de este pueblo originario. El 60.7 por ciento de la población mapuche habita en las ciudades de Puerto Montt, Osorno, Valdivia, Temuco, Concepcion, Valparaíso y Santiago, donde, siguiendo las cifras del Instituto Nacional de Estadisticas, están radicados alrededor de 200 mil mapuches.

Estos “mapuches urbanos” residen en sectores periféricos y marginales y trabajan como obreros y empleados en la industria, el comercio y el servicio domestico. El 39.3 por ciento de nuestra población vive aun en zonas campesinas al interior de las comunidades o reducciones (reservaciones indígenas), manteniendo una economía de subsistencia basada en actividades agrícolas y ganaderas y manufactura esporádica de artesanías ancestrales.

El mapudungun (el habla de la tierra) o mapuchedungun (el habla de la gente de la tierra) está, según la UNESCO, dentro del listado de lenguas des tinadas a desaparecer. De acuerdo al lingüista Fernando Zúñiga (2007) del Centro de Estudios Públicos, sólo 143 mil 862 mapuche tendrían competencia activa en su idioma originario y 262 mil 935 no lo hablan aunque si entienden palabras o frases sencillas. Considerando estas cifras, el idioma nacional mapuche pasa por un momento crítico, reflejando las históricas dificultades de la gente de la tierra para mantener vigentes sus tradiciones y elementos culturales.

Este pueblo, el único que logró frenar el avance de la conquista española (que inspiró la escritura del prestigioso poema épico La Araucana de Alonso de Ercilla y Zúñiga) ha recibido un asimétrico trato de parte del Estado nacional chileno, que en 200 años de república le ha ocasionado cuantiosas pérdidas humanas, culturales y territoriales. Mediante la guerra llamada “Pacificación de la Araucanía” (1881-1883), Chile consiguió derrotar a las huestes mapuche y anexar de manera efectiva La Araucanía (aproximadamente seis millones de hectáreas) a la administración y control del gobierno.

Así, el que fuera el País Mapuche, cuyos limites naturales y geopolíticos eran hasta mediados del siglo XIX el río Bio-Bio por el norte y el río Tolten por el sur (desde el paralelo 36 al 39, 37 o Sur), quedó en manos del fisco, los colonos, los aventureros y los especuladores de tierras. Los mapuche sobrevivientes de la Pacificación fueron relegados a territorios escabrosos y de difícil acceso, imponiéndoseles políticas de asimilación que utilizaron desde medios “pacíficos” (educación, evan gelización, desigual integración al sistema económico) hasta los más violentos (persecución, asesinatos, usur paciones, incendios de casa y sembrados, encarcela mientos).

Durante el siglo XX, parte de la sociedad mapuche debió educarse en las escuelas chilenas y elaborar estrategias para defender su patrimonio cultural y los retazos de territorio que le fueran asignadas por el Estado. En este largo proceso de búsqueda de espacios políticos para conseguir autonomía y autodeterminación, el pueblo mapuche ha generado también movimientos artísticos que se han hecho eco a las problemáticas de su tiempo y la conservación y proyección dinámica de elementos culturales propios.

La poesía mapuche constituye uno de los fenómenos literarios más relevantes en Chile en las últimas dos décadas. Desde 1988, una veintena de autores mapuche ha venido publicando libros regularmente, con propuestas líricas distintivas y diversas. Hablamos de una producción poética que ha conseguido atenuar parte del euro - centrismo literario presente durante todo el siglo XX en un país que sólo era capaz de valorar y prestigiar obras de filiación estética grecorromana, europea o anglosajona. La poesía mapuche, desde sus expresiones orales hasta su actual configuración escrita tanto en mapudungun como en español, ha estado vinculada a la memoria comunitaria, hablando desde el origen y la nostalgia de lo perdido, pero también desde lo que se intenta establecer como permanente: una cosmovisión y unos valores éticos que se mantienen a pesar de la diáspora, la discriminación y la reducción sistemática.

La poesía ha operado como un elemento mnemotécnico en lo cultural, pero también como un creativo y dinámico elemento de resistencia política, esté tica y territorial. Como una herramienta anticolonizadora y dispositivo verbal que permite la sobrevivencia de la familia, los antepasados, una visión de mundo que no sólo se enraiza en el pensamiento mítico, también en el poder transformador de la palabra poética.

Esta poesía no se ha quedado anclada a las referencias tradicionales como muchos creen (el canto o los relatos), sino que ha explorado otros registros líricos y experimenta con el lenguaje, incluyendo, revisando o recreando aspectos y elementos de otras expresiones (cine, fotografía, música) y de las ciencias sociales. Poetas como Millahueique, Huirimilla, Colipan, Aninir, por ejemplo, han construido poéticas transculturales que ponen en movimiento claves identitarias especificas y temáticas e impulsos de raigambre e irradiación universal: el quiebre y la hibridación de culturas, la búsqueda de un habla y una textualidad que tensione los discursos “desde lo subalterno”, la desinstalación del eje binario y polarizado desde el cual se suele ejercer el análisis y la comprensión crítica de las minorías.

Por otra parte, autores como Leonel Lienlaf, Lorenzo Aillapan, Jose Teiguel, Bernardo Colipan, María Isabel Lara Millapan, Elicura Chihualilaf, María Teresa Panchillo, Marcial Colín o Maribel Mora Curriao han hecho de sus escrituras un territorio en el que se preservan y proyectan las historias comunitarias y familiares, las oprobiosas tragedias y negaciones sufridas por el pueblo al que pertenecen y los símbolos colectivos de un grupo humano que lucha cotidianamente por darle continuidad a su cultura en un espacio adverso y restrictivo.

Aunque la escritura literaria mapuche se vincula a los cantos antiguos (los ul), establece nexos con las tendencias y procesos poéticos actuales de Chile y Latinoamérica. Podemos decir que la poesía mapuche permanece voluntariamente suspendida entre lo arcaico y lo moderno, resistiéndose a constituirse sólo en significante, ya que su característica principal es establecer, actualizar y potenciar permanentes conexiones vivenciales con la memoria familiar y comunitaria y con los discursos estéticos orales tradicionales.

En la lírica mapuche los poderes del paisaje y la palabra se cruzan con potentes y arraigados imaginarios míticos y con dolorosos conflictos políticos actuales. El uso ceremonial, analógico e incluso irónico de dos lenguas (el mapudungun y el español) testimonian los trabajos visionarios de la poesía al interior de una sociedad indígena que ha logrado mantener vigente una luminosa y a la vez compleja memoria colectiva que nutre y vivifica los cantos y los actos de un pueblo que se niega a desaparecer.

Jaime Huenún Villa, (Valdivia, 1967) ha publicado Ceremonias (1999), Puerto Trakl (2001) y las antologías Epu mari ulkantufe ta fachantu/20 poetas mapuches contemporaneos (2003), La memoria iluminada: poesia mapuche contemporanea (2007), Los cantos ocultos: antología de la poesía indígena latinoamericana (2008) y Lof sitiado: Homenaje poético al pueblo mapuche de Chile, cuyo prólogo es este texto y de donde proceden los poemas (Red por los Derechos Educativos y Lingüísticos de los Pueblos indígenas de Chile, Grupo de Acción Comunitaria Madrid), Lom Ediciones y Colectivo de artistas y escritores mapuches Ulmapu, Santiago, 2011).