Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 2 de octubre de 2011 Num: 865

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Ana Thiel: sobre todo
la vida

Ingrid Suckaer

Monólogos Compartidos
Francisco Torres Córdova

La reseña crítica en la mira
David Hernández Meza

Efrén Rebolledo o el
lujo de la lujuria

Enrique Héctor González

Adolfo Sánchez Vázquez: rebelión, antifascismo
y enseñanza

Stefan Gandler

El último gran marxista
de Hispanoamérica

Gabriel Vargas Lozano

Leer

Columnas:
Señales en el camino
Marco Antonio Campos

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Hugo Gutiérrez Vega

Avatares de la democracia cristiana (I DE II)

Terminada la segunda guerra mundial, y ante la inminencia de un triunfo de los partidos comunistas de varios países de Europa, algunos seguidores de Luigí Sturzo, el sacerdote italiano que asesoró, en los treinta, a los partidos populares, organizaciones de inspiración católica, dándoles un aparato doctrinario basado, en buena medida, en las encíclicas papales de carácter social: la Rerum novarum, de León XIII y la Quadragesimo anno, de Pío XI (recordarán los lectores la frase lapidaria de León XIII: “no habléis a los obreros de cielo mientras tengan el estómago vacío”), se unieron en Italia y en Alemania y decidieron fundar los partidos demócrata-cristianos. Desde el principio contaron con el apoyo del Vaticano y se lanzaron a la conquista del poder político que les disputaban los partidos comunistas bien organizados y apoyados por la Internacional que tenía su sede principal en el Moscú estalinista. Tanto los comunistas como los sacerdotes y los católicos progresistas habían participado en la resistencia contra el fascismo y el nazismo. Existen muchos testimonios fotográficos en los que aparecen sacerdotes y militantes comunistas unidos en la lucha partisana. De la democracia cristiana destaco, además de Luigi Sturzo, al pensamiento filosofico de Maritain y su humanismo y al personalismo de Mounier, asi como a dos figuras politicas señeras: Alcide de Gasperi en Italia, y a Konrad Adenauer en Alemania. Ambos ganaron –con muy escaso margen el italiano–, las primeras elecciones (en las fotos de la época se ven largas filas de monjas y de seminaristas en las casillas electorales). De Gasperi fue un primer ministro honesto y bien intencionado que supo negociar con la oligarquía financiera para establecer un precario Estado de bienestar capaz de mantener la paz social y consolidar el sistema democrático. Vivía en su modesto departamento y ajustó su vida a los requerimientos de una etapa –muy larga por cierto– de pobreza agravada por los rigores de la postguerra, ligeramente atenuados por los cargamentos del Plan Marshall. En el Parlamento, la mayoría democristiana apenas permitía al gobierno ganar algunas votaciones, mientras que el Partido Comunista gobernaba con éxitos notables una gran cantidad de ayuntamientos (las novelas de Guareschi sobre el cura don Camilo y el alcalde comunista Pepone, dan un testimonio humorístico de la difícil y honesta convivencia pacífica entre las dos fuerzas políticas). Gracias a De Gasperi la democracia cristiana se consolidó y, con ella, adquirió estabilidad el sistema democrático. Sin embargo, muy pronto la corrupción y las ambiciones personales dañaron al partido que llegó a su peor momento con Andreotti, el siniestro politicastro que firmó pactos con la mafia siciliana, la camorra napolitana y la organización criminal calabresa, para mantenerse en el poder. Sólo algunos políticos de esa época funesta se salvan de la podredumbre, especialmente Fanfani y Aldo Moro. Este último fue sacrificado por su propio partido que se negó a tratar el rescate con las brigadas rojas.

Konrad Adenauer (Der alte, el Viejo) fue otro político ejemplar. Apoyado por Erhard, su ministro de Economía, pactó con los grandes empresarios y los convenció de la necesidad de que renunciaran, aunque fuera en una pequeña medida, a su tradicional voracidad. Fue famosa la reunión de Erhard con los dueños de las grandes empresas (ya apuntaladas por el Plan Marshall), los bancos y los medios de comunicación social. El astuto gordinflón (mucho más habilidoso que nuestro inmenso inventor de los mortales “catarritos”) llevaba la lista de los millones de marcos ganados por los seres que nuestros moneros pintan como chanchos insaciables. Al terminar hizo una breve y contundente reflexión: “El año entrante tienen que darnos la mitad de esas ganancias. Utilizaremos el dinero en la creación del Estado de bienestar que da fuerza y sentido a la democracia verdadera. Conviene a todos que acepten nuestra propuesta. De lo contrario, los postes de la electricidad se verán decorados con los cuerpos colgantes de los empresarios voraces.” (Advierto que la cita es textual). Der alte gobernó largos años y su partido se mantuvo firme y, en lo que cabe, limpio y serio. Los principios de la D. C. Alemana se han visto menoscabados por la realpolitik, pero muchos alemanes siguen confiando en los herederos del inteligente y honrado Adenauer. El anciano gobernante fue el personaje providencial de una postguerra terrible, supo negociar y borrar (no del todo) los remanentes de la horrenda cultura nazi. Por otra parte, su espíritu tolerante le permitió dialogar electoralmente con una social democracia que, en varias ocasiones, ha derrotado a los nietos del habilidoso y respetable líder cristiano.

(Continuará)

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