Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 25 de septiembre de 2011 Num: 864

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Jair Cortés

Dakar
Francisco Martínez Negrete

Las fuentes Wallace
Vilma Fuentes

Mayúsculo que
es minúsculo

Emiliano Becerril Silva

De formato mayor
Juan G. Puga entrevista
con Pablo Martínez

Ricardo Martínez,
un proceso creativo

Ricardo Martínez
nos observa

Juan G. Puga

El error cultural y las facultades musicales
Julio Mendívil

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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El décimo aniversario de los ataques
del 11 de septiembre

Símbolos

Diez años han pasado ya desde aquella soleada mañana de septiembre en que súbitamente el mundo parecía fuera de control. Cuatro aviones de pasajeros que volaban sobre Estados Unidos fueron secuestrados y convertidos en misiles con la finalidad de destruir algunos de los edificios más representativos del poder económico (las Torres Gemelas del WTC), militar (el Pentágono) y político (probablemente la Casa Blanca) de esa nación. La respuesta a esos ataques, como es bien sabido, fue la campaña de “guerra contra el terror” lanzada por el gobierno de George W. Bush y continuada por el de Barack Obama.

Fracaso

Nos hemos cansado de escuchar que el 9-11, o bien el S-9, lo cambió todo, que el mundo se transformó (“para siempre”, añaden los medios estadunidenses) después de esos atentados. Lo que en realidad sucedió fue que Estados Unidos y algunos aliados lanzaron una guerra en contra de una entidad abstracta, Al Qaeda, que comenzó en Afganistán y se extendió a Irak, Pakistán, Yemen y sigue propagándose a otras naciones. Esta cruzada criminal ha costado cientos de miles de vidas y billones de dólares, y ha sido un absoluto fracaso. Todo el poderío de EU y la OTAN, y todos los recursos de las organizaciones policíacas y de espionaje del planeta han sido incapaces de eliminar a una organización terrorista que, a pesar de haber perdido a su líder espiritual, Osama bin Laden, y a varios líderes intelectuales y militares, sigue operando y llevando a cabo poderosos atentados en diferentes partes del mundo. Sin embargo, esta gigantesca aventura militar ha beneficiado de manera fabulosa a la industria armamentista, a las corporaciones que alimentan la vorágine militar y a las principales empresas petroleras occidentales.

Conspiraciones

Desde el momento en que aquellos aviones se impactaron contra los edificios ante los ojos del mundo, comenzaron a circular docenas de explicaciones, la mayoría descabelladas especulaciones prejuiciadas, que iban de las tradicionales conjeturas acerca de los hilos mágicos que controlan todos los acontecimientos del mundo, pasando por viejos clichés racistas que invocaban monstruosidades comparables a los apócrifos Protocolos de los Sabios de Sion, hasta varias versiones que explicaban que los ataques habían sido autoinfligidos. Desde entonces, en toda conversación seria la simple mención de que algo es una teoría conspiratoria se convirtió en una descalificación instantánea de cualquier idea disidente. No hay duda de que rumores, como aquel de que el 11 de septiembre ningún judío fue a trabajar al WTC, no sólo fueron falsos, sino que también eran malintencionados. Pero, por otra parte, es también obvio que EU aprovechó los atentados para justificar el lanzamiento de una guerra contra Irak. Esta conspiración involucró la falsificación de documentos, informantes mentirosos y una campaña de propaganda y desinformación orquestada a los más altos niveles de la Casa Blanca. La auténtica motivación de la “guerra contra el terror” no fue una misión democratizadora del Medio Oriente, ni un rescate de pueblos sometidos, ni siquiera una expedición para castigar a los culpables de la agresión del 9-11, sino más bien se trató de una aventura por el control geoestratégico de la región de Asia Central, un reacomodo militar, político y comercial por el control de los recursos y por un posicionamiento para contrarrestar la influencia de China, Rusia e India en la zona.

Razones

Diez años más tarde, si algo sigue siendo vago y confuso en la explicación oficial de los ataques es el motivo de los mismos. Inicialmente Bush y su equipo se limitaban a explicarlos como actos cometidos por gente que “odia nuestra libertad”. Posteriormente los medios impresos decidieron que el 9-11 fue una represalia por la presencia de tropas estadunidenses en Arabia Saudita y la devastación causada por la primera guerra del Golfo y el posterior régimen de sanciones (las cuales provocaron la muerte de alrededor de un millón y medio de niños, de acuerdo con numerosas organizaciones). Otros más especulaban que Bin Laden en realidad quería desatar un conflicto apocalíptico entre el mundo islámico y el Occidente cristiano. Muy pocas veces se mencionaba la posible relación de estos atentados con la política estadunidense hacia el problema israelí-palestino, o los vínculos de EU con los países petroleros árabes, que viven en oprobioso exceso mientras la mayoría de los árabes sobreviven en condiciones casi miserables. Por supuesto que estas relaciones no justifican un crimen como el del 9-11, pero es claro que eran ignorados porque no encajaban en la propaganda islamofóbica predicada por Washington.